Inmigrantes perdidos al cumplir los 18
Los for¨¢neos ex tutelados por la Generalitat afrontan una integraci¨®n sin medios
Manolo habla con desgana tras haber dormido sobre cartones empapados de las ¨²ltimas lluvias. "Cuando me acogi¨® la Generalitat tampoco era mucho mejor", recuerda al tiempo que ventila su ropa, harapos recogidos en los "varios meses" que lleva a la deriva. Manolo, nacido hace 19 a?os en Marruecos, omite su nombre para que nadie pueda encontrarle. Ya estaba solo, explica, cuando ingres¨® en un centro de menores de la Generalitat en 2006. "All¨ª me dieron los papeles y me soltaron. Nada m¨¢s". Despu¨¦s, vuelta a la calle con los mismos apoyos que anta?o, las mismas expectativas. "?Expectativas de qu¨¦?", responde fastidiado ante tanta pregunta y consultas acerca de su nombre. "Pon que me llamo Manolo", vocea a media retirada.
"Son mayores de edad. No podemos hacer m¨¢s", se?ala la Generalitat
Cada a?o, cerca de 550 menores de los 1.700 acogidos en centros residenciales de la Generalitat cumplen la mayor¨ªa de edad con la maleta a cuestas. Se sabe en todos los centros, cada vez m¨¢s llenos de extranjeros: eran m¨¢s de 700 en diciembre de 2007, 500 de ellos de origen magreb¨ª. La cifra esconde la dureza de los medios que emplean para llegar a Espa?a. "Hacen lo imposible para venir y conseguir los papeles. Una vez aqu¨ª, los hay muy maduros; otros son balas perdidas que se dan a las drogas. La mayor¨ªa no saben qu¨¦ hacer y pueden caer de cualquier lado", explica un educador.
La divisi¨®n es tajante: quienes muestran mejor conducta reciben apoyo -mediante pisos tutelados y ofertas de empleo- para adaptarse a una sociedad sin algodones. Imposible ampararlos a todos. Algunos son demasiado conflictivos; tampoco hay suficientes recursos. Los pisos asistidos, por ejemplo, pueden acoger a 250 chavales, desde j¨®venes de 16 a?os hasta m¨¢s all¨¢ de la veintena. El resto afronta como puede un panorama complejo sin apoyo familiar ni administrativo. Sin trabajo y sin permiso laboral, documento que s¨®lo pueden solicitar si presentan una oferta de empleo. ?C¨®mo lograrla sin disponer del permiso, que tarda meses en tramitarse?
El embrollo se enmara?a ante el escaso seguimiento de la Generalitat. "A la mayor¨ªa les perdemos el rastro", se?ala Xavier Soley, director de la Direcci¨®n General de Atenci¨®n a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA), entidad responsable de la tutela de menores. "Si no quieren seguir nuestros programas, ?qui¨¦n les obliga?". Nadie. El pasado noviembre, la Generalitat organiz¨® un encuentro de expertos bajo el t¨ªtulo Infancia y juventud de origen inmigrado. Concluyeron que el problema no tiene respuesta y alarmaron sobre el "vac¨ªo de datos" de los j¨®venes que acaban desaparecidos de los registros oficiales. La DGAIA admite que el asunto les sobrepasa. "A los 18 a?os ya has ofrecido todas las oportunidades", explica Soley.
Tampoco pueden hacer mucho la mayor¨ªa de asociaciones que velan por los ex tutelados, que s¨®lo tratan con la cara agraciada de la moneda. "Nos llegan muy trillados y s¨®lo viene lo mejor de cada centro", reconoce Merc¨¨ Garet, psic¨®loga de una asociaci¨®n que cogestiona pisos asistidos con la DGAIA. Los extranjeros llegan con 16 o 17 a?os para conseguir los papeles. Raramente tienen a conocidos en el pa¨ªs. "Cuando cumplen los 18 todo se les complica al 500%. Resulta demasiado f¨¢cil perderse", destaca. "Y a su edad pocos saben lo que les espera".
S¨ª lo sab¨ªa Abderrahim, joven nacido hace 20 a?os en Fez. "Si eres bueno, la Generalitat te ayuda", dice. "Si eres malo...". ?l fue de los buenos. Ingres¨® en un centro de la Generalitat con 17 a?os; meses despu¨¦s ya ten¨ªa empleo y un piso supervisado por la propia Garet. Abderrahim lleg¨® a Barcelona concienciado tras a?os de ¨¢spero trabajo en Marruecos. Ahora gana 760 euros al mes como camarero. Le sirven para abonar los 300 de alquiler de su piso compartido y remitir el resto de sueldo a sus padres y sus siete hermanos.
?Y los compa?eros de tutela? Eran una cuarentena larga, recuerda Abderrahim. Ninguna noticia de aqu¨¦llos con los que convivi¨®. "No me gusta la gente que roba y se droga. As¨ª eran", recuerda. Tampoco la Generalitat podr¨ªa detallar nada sobre ellos. No dejaron rastro, nadie intenta buscarlo. Miembros de la asociaci¨®n en la que trabaja Garet aseguran que alguno se deja ver por el barrio. Durmiendo, acurrucado entre los coches y con los papeles en regla.
Ayudar a la contra
Pueden decidir cu¨¢ndo desaparecer. Es el principal inconveniente para asistir a los inmigrantes tutelados una vez cumplen la mayor¨ªa de edad: nada que hacer si se niegan a colaborar. "Lo tienen muy f¨¢cil para huir de todo. Est¨¢n hartos de depender de los dem¨¢s y lo primero que hacen es esconderse", explica la psic¨®loga Merc¨¨ Garet, experta en tratar con ex tutelados.
La soluci¨®n tampoco llegar¨¢ con la nueva ley sobre la infancia que est¨¢ preparando la Generalitat. "No es una cuesti¨®n legal, sino de sensibilidad", apunta Garet, "que entiendan que necesitan ayuda", algo dif¨ªcil de transmitir en los centros de acogida. "El entorno es demasiado conflictivo. Salen muy quemados", lamenta un educador: "Imposible ayudar a la contra".
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