?Qu¨¦ necesita Galicia?
Galicia necesita un proyecto de modernizaci¨®n solvente. El nuestro es un pa¨ªs que ha vivido en los ¨²ltimos treinta a?os una transformaci¨®n absoluta, brutal. Uno no puede dejar de asombrarse, de hecho, de la facilidad con que nos hemos adaptado a formas de vida que han dado la puntilla a relaciones sociales anacr¨®nicas. Claro que uno no puede dejar de hacer una analog¨ªa con aquello que apuntaba Francisco Nieva en sus memorias: que o Espa?a no era tan franquista como parec¨ªa cuando viv¨ªa el dictador o no es tan democr¨¢tica como aparenta en el presente.
El desarrollo econ¨®mico ha sido enorme, la satisfacci¨®n de nuestras gentes por participar de ¨¦l, inconmensurable, pero existen motivos para pensar que se ciernen nubes de anomia que pueden crear graves problemas en el futuro. Recordemos que la palabra anomia se refiere, en el vocabulario sociol¨®gico, a la ausencia de normas que orienten al individuo. En el caso gallego, los valores propios de la sociedad tradicional han hecho implosi¨®n a una velocidad tan atroz como lo han sido el proceso de desagrarizaci¨®n, el adelgazamiento del entramado vilego, y una urbanizaci¨®n sin paliativos. Sin embargo, los valores de una sociedad moderna -en particular, el af¨¢n de racionalidad abstracta- no han echado todav¨ªa ra¨ªces profundas. Galicia vive en un interregno, en un tenso pulso de resultado a¨²n no decidido.
Un pa¨ªs en el que la gente encuentra trabajo por sus apellidos no puede ser bueno para el talento
T¨®mese como ejemplo la cr¨®nica negra. Algunos recordar¨¢n cuando Galicia era noticia por asesinatos rurales, por disputas por las lindes y etc¨¦tera. Esos tiempos ya han pasado. Nuestra generaci¨®n ha sido la ¨²ltima que ha le¨ªdo ese tipo de noticias en el peri¨®dico. Los cr¨ªmenes del pa¨ªs suelen tener lugar hoy en la provincia de Pontevedra, la m¨¢s peque?a, poblada e industrializada, y tienen un aroma inequ¨ªvocamente moderno. Se trata de ajustes de cuentas entre narcotraficantes, de violencia de g¨¦nero a veces ligada a las dificultades de los inmigrantes recientes, vidas cargadas de tensi¨®n y pobreza o, incluso, al mundo de la prostituci¨®n. Tambi¨¦n accidentes mortales provocados por adolescentes descerebrados repletos de hormonas y provistos de coches de gran cilindrada.
La cifra de locales de alterne es muy abultada, y presenta aspectos dif¨ªciles de explicar. A Coru?a era en 2005 la segunda provincia en n¨²mero de locales y se calcula que, despu¨¦s de Andaluc¨ªa y Valencia, el mayor n¨²mero de mujeres ejerce en Galicia. Pero esto es an¨®malo: aqu¨ª, ni hay tanta poblaci¨®n ni tantos turistas. Tambi¨¦n, que se destaca por la gran cantidad de carreras ilegales.
Todos estos fen¨®menos, tomados en conjunto, tienen que tener alg¨²n significado y, desde luego, est¨¢n muy lejos de esa visi¨®n na?f de Galicia que la presenta como un territorio de gentes amables, todav¨ªa provistas del c¨®digo de cortes¨ªa y de honor de una sociedad rural. No, Galicia no es as¨ª, y los peligros de desestructuraci¨®n social no provienen de un campo cuyos campesinos hac¨ªan gala de un estoicismo que s¨®lo encontraba alivio en la emigraci¨®n. Se equivocar¨ªa, sin embargo, quien pensase que este dibujo de la situaci¨®n s¨®lo se corresponde con sectores m¨¢s o menos al margen de la corriente central. Al contrario: esa es la corriente central.
El gobierno actual tom¨®, como una de sus primeras medidas, la prohibici¨®n de construir a menos de quinientos metros de la costa. M¨¢s tarde aprob¨® unas normas de h¨¢bitat para las viviendas. Ambas medidas fueron muy contestadas. ?Por qu¨¦? En Galicia el urbanismo y la ordenaci¨®n del territorio han sido el ¨¢mbito de t¨®came Roque porque constructores y particulares han cre¨ªdo que la mejor planificaci¨®n es la que no existe. En los ¨²ltimos treinta a?os el urbanismo de Vigo y A Coru?a se han hecho a la medida de los intereses privados. Todos saben que, si se ejecutasen las sentencias, medio Vigo tendr¨ªa que ser derrumbado y que el puerto exterior de A Coru?a se ha proyectado para dejar sitio libre para viviendas de lujo. Un gran n¨²mero de pueblos han sido convertidos en amalgamas de edificios sin ton ni son. Algunos de gran belleza han sido sacrificados en el altar de una pretendida modernidad propia de paletos que se creen a la ¨²ltima.
Una anomia generalizada puede dar lugar al colapso de la gobernabilidad. Es lo que pudo pasar si no se les hubiera cortado el camino a los narcos en la R¨ªa de Arousa y si la Administraci¨®n no se hubiese impuesto. El clientelismo y los enchufes, un pa¨ªs en el que la gente encuentra su trabajo no por sus m¨¦ritos sino por sus apellidos, no puede ser un buen lugar para la innovaci¨®n, la creatividad y el talento. Tal vez este gobierno sea conservador como lo es el pa¨ªs, no importa su adscripci¨®n pol¨ªtica, pero de ¨¦l esperamos que imponga cierto orden y racionalidad en un pa¨ªs demasiado acostumbrado a la discrecionalidad.
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