Literatura y crisis econ¨®mica
Una forma de aprovechar la crisis econ¨®mica, tan visible este verano, es usarla como ficci¨®n. La cosa no es dif¨ªcil porque la crisis aporta un material literario de primera calidad. Los reportajes sobre el funcionamiento del mercado hipotecario norteamericano y su relaci¨®n con las operaciones especulativas del circo financiero internacional, o sobre el caso Martinsa-Fadesa y las dem¨¢s historias de poder, ambici¨®n y dinero tejidas alrededor del negocio de la construcci¨®n en Espa?a, proporcionan tramas dignas de best-sellers.
Todo adquiere tintes m¨¢s ¨¦picos si, adem¨¢s, hacemos caso a los comentaristas que relacionan la crisis con el crack de 1929. Tal relaci¨®n a¨²n no est¨¢ fundada en que la crisis financiera actual conduzca a una Gran Depresi¨®n -?toquemos madera!-, sino a algunas evidentes analog¨ªas entre comportamientos de los a?os 2000 y los que dieron lugar al hundimiento burs¨¢til del 29: euforia por la posibilidad de hacerse ricos con unos valores (acciones en 1929, t¨ªtulos hipotecarios sub prime hoy) de muy poca calidad, y gran concentraci¨®n y volumen de recursos financieros destinados por los bancos a alimentar esa din¨¢mica especulativa.
Galbraith dec¨ªa que el dinero es algo tan abstracto que, para ser pr¨¢ctico, depende de la fe
Y, en Espa?a, adem¨¢s, la idea general de que la actividad econ¨®mica m¨¢s productiva era convertir el suelo en construcciones, aunque no se tuviera muy claro qui¨¦n iba a comprarlas y pagarlas si el cr¨¦dito se encarec¨ªa o se restring¨ªa. Porque en 1929 y en 2007 se han repetido dos fen¨®menos id¨¦nticos: la codicia extendida en amplios sectores sociales y la entusiasta complicidad de las entidades financieras con ella.
Dos obras literarias, muy recomendables para un final de vacaciones, retratan esos comportamientos. La codicia universal se refleja de forma muy aut¨¦ntica en un texto del m¨¢s intelectual de los hermanos Marx: Groucho Marx y el crack del 29. Groucho fue v¨ªctima de la euforia burs¨¢til de 1929, en la que perdi¨® 240.000 d¨®lares -dos a?os y medio de su salario de entonces-, y no m¨¢s, "porque no lo ten¨ªa".
Su obra revela lo dif¨ªcil que le resulta al esp¨ªritu humano resistir a la tentaci¨®n de enriquecerse sin esfuerzo. Cualquier objeci¨®n que se oponga a esa ilusi¨®n es desterrada como inaceptable, a pesar de que la raz¨®n insista en que la l¨®gica de las cosas falla si eso parece posible.
Esa in¨²til lucha se reflejaba tambi¨¦n en la mirada huidiza de cualquier propietario inmobiliario en 2007, cuando alguien auguraba el fin del boom pero mayormente se cre¨ªa que tener mil metros cuadrados de suelo conduc¨ªa, seguro, a la opulencia.
La corresponsabilidad de los banqueros en esos delirios tiene que ver con algo caricaturizado por el economista John Kenneth Galbraith en una novela, titulada en espa?ol El profesor de Harvard.
No voy a desvelar la trama para no chafarles el placer, pero la cosa tiene que ver con que el dinero es algo tan abstracto que, para ser pr¨¢ctico, depende de la fe. La gente ha de confiar mucho para creer que un trozo de papel vale por bienes y servicios tangibles. Quiz¨¢s por eso, todo lo que rodea al dinero se ha imbuido de un halo de seriedad y rigor. Los numerosos ¨ªndices que manejamos (IPC, PIB, Ibex...) son herramientas que nos hacen creer en la racionalidad del mundo econ¨®mico.
Pues bien, El Profesor de Harvard pon¨ªa de manifiesto el funcionamiento real de los mercados burs¨¢tiles y el comportamiento de los dirigentes financieros a trav¨¦s de un nuevo ¨ªndice: el de las Expectativas Irracionales, o IRAT (Index of Irational Expectations).
El IRAT desvelaba el falso optimismo que encubren los n¨²meros de los informes de bancos y compa?¨ªas, y as¨ª permit¨ªa comprar sus valores cuando aqu¨¦l a¨²n era bajo y venderlos cuando ya era alto. Si existiese, el IRAT asegurar¨ªa el ¨¦xito en bolsa del que lo manejase, porque dispondr¨ªa de un instrumento fiable para sortear los frecuentes espejismos del mercado.
Con esa novela, Galbraith nos recordaba que el alto mundo financiero vive al menos tanto del rigor como de la irracionalidad. As¨ª se hacen los negocios, y as¨ª, de vez en cuando, a todos nos toca padecer por las locuras que cometen nuestros sesudos dirigentes financieros.
A cambio, a veces dejan so?ar a la gente con hacerse rica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.