Con mochila y saco de dormir
Espa?oles y extranjeros se instalan en el ¨²nico c¨¢mping de la ciudad
El ruido del motor que arranca Fuyimoto Shuzo, de 58 a?os, despierta a uno de los muchos perros que vigilan el c¨¢mping Osuna, el ¨²nico de la capital. El motorista lleva tres meses lejos de su Jap¨®n natal. Durante ese periodo ha recorrido cerca de 20 pa¨ªses con su Honda Acerbis. Es un ejemplo del car¨¢cter internacional de un lugar que lleva m¨¢s de medio siglo abierto. Las matr¨ªculas de las caravanas confirman que cerca del 80% de los usuarios del c¨¢mping procede de Italia, Francia, Alemania, Reino Unido y Polonia. Ninguno est¨¢ instalado de forma permanente. Un cartel a la entrada del c¨¢mping lo deja claro: no se admiten residentes.
El japon¨¦s Shuzo ha recorrido 20 pa¨ªses con su moto antes de acampar aqu¨ª
Son las cinco de la tarde y apenas se ven campistas pululando por el recinto, situado cerca del parque del Capricho, en la Alameda de Osuna (Barajas). Desde la recepci¨®n sorprende la frondosidad de los pinos, acacias y cipreses que abarrotan el lugar.
La figura de Shuzo no pasa inadvertida. Llega embutido en su traje negro de motorista y con un casco gris¨¢ceo. Y ha estudiado de forma minuciosa c¨®mo aprovechar su veh¨ªculo para equiparlo con los utensilios m¨¢s necesarios. Se las ha arreglado para colocar dos botellas de agua a mano, una de medio litro enganchada al manillar, con una pajita para que s¨®lo tenga que inclinarse y beber; la otra, de un litro y medio, es de color amarillo chill¨®n y ha encontrado su hueco en el lateral izquierdo de la moto, a la altura de la rodilla. Shuzo lleva tres maletas de metal (dos en los laterales traseros y una m¨¢s sobre el lugar que deber¨ªa ocupar el copiloto) llenas de ropa para su viaje.
Sus dos hijos, de 24 y 26 a?os, lloraron su marcha, cuenta Shuzo de forma lenta. Empieza las frases chapurreando ingl¨¦s y las termina en japon¨¦s mientras busca la aprobaci¨®n del interlocutor. Su aventura se prolongar¨¢ durante dos a?os m¨¢s. Portugal y Marruecos son sus pr¨®ximos destinos.
A unos 40 metros de Shuzo se escucha una charla en castellano entre una mujer andaluza y otra alemana. Maribel, de 43 a?os, y Ann-Catrin, de 21, apuran las ¨²ltimas hojas de la ensalada. Maribel lleg¨® al c¨¢mping junto con su marido, Jos¨¦ Manuel, el 14 de julio, procedentes de Granada. Pagan 26 euros al d¨ªa por su caravana, su coche y la electricidad que consumen. ?l trabaja en una empresa audiovisual en Torrej¨®n de Ardoz y ella est¨¢ de vacaciones. "Llevamos 25 a?os acampando por Espa?a y Europa. Incluso nuestra luna de miel la pasamos en una caravana", relata, orgulloso, Jos¨¦ Manuel.
El esp¨ªritu solidario de los campistas ha permitido a Ann-Catrin, reci¨¦n llegada de Atenas, conocer a Maribel y Jos¨¦ Manuel. "Desde que el mi¨¦rcoles nos pidiera un martillo para montar su tienda nos hemos hecho inseparables", cuenta Maribel. El acento del matrimonio obliga a la estudiante alemana a no separarse del diccionario. "Yo tambi¨¦n puedo hablar andaluz", ironiza Ann-Catrin, mientras le pega un mordisco a una manzana.
Todos los campistas coinciden en destacar la buena ubicaci¨®n del c¨¢mping. "Vinimos aqu¨ª porque est¨¢ cerca de la ciudad y tiene el autob¨²s y el metro [la estaci¨®n de El Capricho] al lado", destaca Margaret Haser, alemana de 61 a?os que planta aqu¨ª su caravana cada verano.
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