De rehenes y esclavos
"No me gusta estar solo porque piensas mucho, y no me gusta mucho pensar". -Paul Gascoigne,
ex jugador ingl¨¦s.
Daba la sensaci¨®n de ser un reh¨¦n al que le hab¨ªan dejado salir en p¨²blico con la advertencia de que si no volv¨ªa, o si dec¨ªa algo, matar¨ªan a su familia. Por las dudas, el secuestrador sali¨® con ¨¦l, le sigui¨® de cerca, sin quitarle los ojos de encima.
Algo as¨ª pareci¨® ser lo que presenciamos en M¨®naco el viernes durante el sorteo de la Champions League cuando sali¨® Cristiano Ronaldo al escenario a recibir el premio como mejor jugador de la competici¨®n pasada, bajo la atenta mirada de su entrenador y carcelero Alex Ferguson. La sonrisa de Ferguson -delatada por las c¨¢maras- reflejaba una mezcla de satisfacci¨®n, cautela y malignidad.
Si no cambia algo en las pr¨®ximas horas ¨¦sta va a ser la temporada de los jugadores rehenes o, como dice Sepp Blatter, el presidente de la FIFA, de "los esclavos modernos". Cristiano Ronaldo quer¨ªa dejar el Manchester United por el Real Madrid, pero Ferguson no se lo permiti¨®. Robinho quiere abandonar el Real Madrid e irse al Chelsea, pero Ram¨®n Calder¨®n, el presidente madridista, le bloquea el camino. Andrei Arshavin, del Zenit de San Petersburgo, busca el exilio en una de las grandes Ligas europeas, por ejemplo, en el Tottenham Hotspur ingl¨¦s, pero su club le impide la salida. Y por ¨²ltimo (al menos en lo que a grandes nombres se refiere, ?qui¨¦n sabe cu¨¢ntos m¨¢s sufren en silencio?) est¨¢ Dimitar Berbatov, el goleador b¨²lgaro del Tottenham, que suspira por el Manchester United, y el Manchester United suspira por ¨¦l, pero el club de Juande Ramos no le vende. O exige tanto dinero por ¨¦l que el Manchester se podr¨ªa resignar a perderle.
Alguno de los cuatro a¨²n lograr¨¢ liberarse, se supone, pero eso no quita que estemos ante un fen¨®meno intrigante esta temporada; un experimento cuyos resultados estaremos escrutando con gran curiosidad. Como m¨ªnimo, en el caso de Cristiano Ronaldo.
El que muchos consideran el mejor jugador del mundo se ver¨¢ obligado a vestir una camiseta de fuerza roja, en vez de la blanca que ¨¦l hubiera deseado. Esto crear¨¢ una relaci¨®n de extra?a ambig¨¹edad con los fans del Manchester, que adem¨¢s tienen serios motivos para creer que a la primera oportunidad, es decir, el verano que viene, su ¨ªdolo se marchar¨¢ al Bernab¨¦u; que cumplir¨¢ su condena de 12 meses -su mili fergusoniana- y saldr¨¢ pitando.
Dado que el ¨¦xito en el f¨²tbol, como en cualquier deporte, depende del estado de ¨¢nimo, y que a Cristiano la afici¨®n del United no le va estar animando con la pasi¨®n incondicional de anta?o, ?ser¨¢ posible que rinda esta temporada al mismo nivel que la pasada? ?Querr¨¢ hacerlo? ?Y, aunque el cerebro se lo pida, el coraz¨®n podr¨¢? ?Y qu¨¦ pasa si lo que ocurre es que se pone, de facto, en huelga, si cumple el tr¨¢mite y poco m¨¢s, como Ronaldinho o Deco en el Bar?a el a?o pasado?
El experimento se resume en la siguiente pregunta: ?un jugador puede ser una m¨¢quina, o tiene que estar feliz para poder rendir a su mejor nivel? Muy pronto, Cristiano, y quiz¨¢ Robinho, y tal vez el b¨²lgaro y el ruso nos dar¨¢n la respuesta definitiva.
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