John McCain o una historia americana
El pr¨®ximo jueves, John McCain comparecer¨¢ en la Convenci¨®n Republicana como el candidato a la presidencia. Ac¨¦rrimo defensor de la guerra, el pol¨ªtico que dijo que ser¨ªa capaz de pasar cien a?os m¨¢s en Irak se define no por sus opiniones pol¨ªticas, sino por un fuerte temperamento y una historia que comenz¨® a forjarse en su cautiverio de cinco a?os en Vietnam
Durante a?os, John McCain se ha definido a s¨ª mismo como el "¨²ltimo rebelde", el republicano indomable que se ha opuesto a su partido y a la formidable maquinaria pol¨ªtica del presidente George W. Bush. Sin embargo, a la Convenci¨®n Nacional Republicana que el jueves le aclamar¨¢ como candidato a la presidencia, el senador por Arizona llega con otra tarjeta de presentaci¨®n. La ¨²ltima versi¨®n de McCain es la de un ac¨¦rrimo conservador, contrario al aborto, valedor de la guerra y defensor de las bajadas de impuestos.
Entre el inconformista solitario y el heredero del trono neoconservador de Bush se encuentra el verdadero McCain. Lo que le define como candidato no es su ideolog¨ªa pol¨ªtica, sino los desbocados rasgos de su propio car¨¢cter, forjado por una intensa vida que abarca m¨¢s de la mitad del siglo XX, con sus guerras y sus conflictos. En McCain no hay disciplina de partido o credo doctrinal: hay, simplemente, una sucesi¨®n de experiencias personales que han hecho del senador quien es. A John McCain, que esta semana ha cumplido 72 a?os, se le conoce por sus hechos. Todo lo dem¨¢s es leyenda.
La relaci¨®n entre Bush y McCain parec¨ªa rota para siempre. Hasta que llegaron Al Qaeda y los atentados del 11-S
El candidato republicano ha tenido que ser equilibrista en asuntos como la guerra y el medio ambiente
El senador ha hablado poco de inmigraci¨®n. Huye del tema como del agua hirviendo, ante el riesgo de salir escaldado
Para llegar a la Convenci¨®n Nacional Republicana ha tenido que recular en muchas de sus convicciones
"Eso es un asunto de mi esposa, idiota", le espet¨® a un reportero en uno de sus habituales ataques de ira
Al McCain desenfrenado se le teme en el Congreso de Estados Unidos. No porque albergue ideas radicales o porque ejerza un poder desmesurado en el Senado. Lo que asusta de McCain es un car¨¢cter endemoniado que le ha valido el apodo de El Tornado Blanco. Cuando el senador por Arizona se enfada, no hay buenos modos que valgan. "?Que te jodan!", le grit¨® al senador republicano John Cornyn en 2007 porque se opuso a una ley de inmigraci¨®n. A otro compa?ero de filas, Chuck Grassley, le llam¨® "jodido gilipollas" en 2000.
Cuando los dem¨¢s senadores le llaman "rebelde", lo hacen por estas explosiones de temperamento que han llegado a poner en duda su capacidad de ser comandante en jefe del ej¨¦rcito. El general Paul Easton, que estuvo a cargo de entrenar a las tropas iraqu¨ªes entre 2003 y 2004, cree que el senador "act¨²a por impulsos". "Da miedo. Creo que las reacciones impulsivas de este se?or no son necesariamente las mejores", a?adi¨® en una entrevista en la revista Salon.
"El problema es que cuando uno reacciona de ese modo, est¨¢ dando por acabada la discusi¨®n, env¨ªa el mensaje de que no quiere seguir dialogando", explica Stephen Wayne, profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad de Georgetown. "Cuando uno tiene estos arrebatos como senador, no sucede nada, porque no afecta a la vida p¨²blica. Pero si uno se enfada as¨ª en la presidencia, el resultado puede ser muy peligroso". Wayne recuerda que dos presidentes famosos por sus arrebatos, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon, abandonaron la presidencia en condiciones desastrosas.
El contrincante de McCain, el dem¨®crata Barack Obama, conoce muy bien hasta d¨®nde pueden llegar sus arrebatos. En enero de 2006, ambos senadores se reunieron para discutir la posibilidad de elaborar una ley para reformar la influencia de los grupos de presi¨®n en el Congreso. El 2 de febrero, Obama le escribi¨® a McCain para comunicarle que preferir¨ªa trabajar en la medida con sus compa?eros de filas, los dem¨®cratas. McCain enfureci¨®, por carta.
"Perd¨®neme por asumir que lo que usted me dijo en privado sobre colaborar en nuestros esfuerzos para elaborar una ley entre los dos partidos era una expresi¨®n sincera", respondi¨® el senador republicano. "No supe ver que sus palabras eran la t¨ªpica parafernalia ret¨®rica que se usa en pol¨ªtica para los propios intereses de partido y para que usted fingiera que es alguien m¨¢s noble. Perdone la confusi¨®n, pero est¨¦ seguro de que no volver¨¦ a cometer el mismo error".
La primera vez que alguien llam¨® a McCain "rebelde" fue en 1989. Cuando a Dan Casey, director ejecutivo de la Asociaci¨®n de Conservadores Americanos, le preguntaron por el senador por Arizona, declar¨®: "Es un buen conservador, pero algo rebelde". McCain agradeci¨® el bautismo. Hizo suyo el apodo y lo repiti¨® a su conveniencia en los a?os venideros. "La honestidad me obliga a confesar que hay un elemento en mi naturaleza que disfruta lanzando piedras contra todas las convenciones", escribi¨® el senador en uno de sus libros de memorias, Por lo que vale la pena luchar, publicado en 2002.
Del mismo modo en que McCain, convertido en David, ha lanzado piedras contra goliats del Partido Republicano como George W. Bush o Donald Rumsfeld, ha debido soportar apedreamientos despiadados a lo largo de su carrera pol¨ªtica. Sobre todo, en las primarias republicanas de 2000, en las que se enfrent¨® al propio Bush.
Fue entonces cuando naci¨® la leyenda del McCain h¨¦roe de guerra, relatada en su autobiograf¨ªa La Fe de mis padres. En aquellas primarias, los medios de comunicaci¨®n vivieron con ¨¦l el mismo romance que hoy experimentan con Obama. Todo en la vida de McCain parec¨ªa un episodio m¨¢s en un inevitable ascenso a la presidencia.
En una parada de campa?a en el Estado de New Hampshire, una desconocida llamada Judy Tilton se acerc¨® a McCain y le ense?¨® una medalla de identificaci¨®n militar que su padre le hab¨ªa dado cuando ella ten¨ªa s¨®lo siete a?os. En la placa se le¨ªa: LCDR JOHN MCCAIN III 10-26-67. "He esperado 30 a?os para poder conocerle", le dijo. McCain reconoci¨® la que fue su identificaci¨®n antes de ser capturado en Vietnam, y las l¨¢grimas le asomaron a los ojos. "Estoy muy emocionado. Mucho", confes¨®.
McCain cont¨® a los votantes su historia personal, la del joven rebelde, mal estudiante, mujeriego, que aprendi¨® a pilotar cazas en la Marina y cuyo avi¨®n fue abatido por el Vietcong en una misi¨®n sobre Han¨®i el 26 de octubre de 1967. Pas¨® por un hospital y varias prisiones hasta acabar en el penitenciario de Hoa Lo, conocido tambi¨¦n como Han¨®i Hilton. Estuvo al borde de la muerte por inanici¨®n e intent¨® suicidarse en, al menos, una ocasi¨®n.
En junio de 1968, sus captores descubrieron que era el hijo del recientemente nombrado comandante en jefe del Pac¨ªfico. Un captor al que ¨¦l bautiz¨® como El Gato le ofreci¨® ser liberado, seg¨²n recuerda en su autobiograf¨ªa. El Vietcong tem¨ªa posibles represalias.
-?Cu¨¢l es tu respuesta?
-No, gracias.
-?Por qu¨¦?
-Los prisioneros americanos no pueden aceptar amnist¨ªas o favores especiales. Debemos ser puestos en libertad comenzando por Everett ?lvarez, el primer soldado capturado en el norte.
Ante su descarada insolencia, sus captores le golpearon hasta dejarle inconsciente. Le torturaron sin piedad. Y en un episodio que ha mortificado al senador de por vida le obligaron a firmar una autoinculpaci¨®n en la que dec¨ªa: "Soy un oscuro criminal y he participado en tareas de pirateo a¨¦reo. Casi perd¨ª la vida, pero la gente de Vietnam me ha salvado. Gracias a sus doctores".
Todos estos episodios, tan humanos y tan heroicos a la vez, le permitieron a McCain ganar las segundas primarias de 2000, las de New Hampshire, con el 49% de los votos. El 22 de febrero, despu¨¦s de seis citas electorales, Bush y McCain estaban empatados en n¨²mero de victorias. Entonces, el ex gobernador de Tejas pas¨® al ataque, y McCain mut¨® de h¨¦roe de guerra a m¨¢rtir por una causa, si cabe, m¨¢s noble: la de la decencia.
En las primarias de Carolina del Sur, los votantes comenzaron a recibir llamadas an¨®nimas que, simplemente, preguntaban: "?Sabe usted que Cindy McCain es adicta a las drogas?", o "?Sabe usted que John McCain tiene una hija ileg¨ªtima negra?". Ambas acusaciones eran falsedades. En 1994, Cindy McCain hab¨ªa llamado a cinco periodistas para contarles, por su propia iniciativa, que entre 1989 y 1992 hab¨ªa sido adicta a los analg¨¦sicos, y que hab¨ªa robado cajas de Percocet y Vicodal de las ONG que dirig¨ªa, encargada de enviar ayuda m¨¦dica al Tercer Mundo. En 1991, el matrimonio McCain hab¨ªa adoptado a Bridget, una ni?a de Bangladesh que hasta el momento hab¨ªa vivido en uno de los orfanatos de la madre Teresa de Calcuta.
Entonces naci¨® otro apodo para McCain, proveniente de la cultura popular: era el Luke Skywalker de La guerra de las galaxias, enfrentado a la fuerza oscura de Bush. En uno de los debates televisados en los que participaron ambos candidatos, el 15 de febrero de 2000, McCain estall¨®. "Deber¨ªa darte verg¨¹enza, George", le espet¨® a su contrincante. "Te est¨¢s inventando una serie de asuntos que son incre¨ªbles, y tienes que ponerle fin a esto", remach¨® McCain, visiblemente nervioso. "?sta es la campa?a m¨¢s sucia que la gente ha visto en mucho, mucho tiempo". Bush gan¨® Carolina del Sur, las primarias y las elecciones. McCain se retir¨®, de nuevo, al Senado.
All¨ª esper¨® su momento. Las relaciones entre el reci¨¦n elegido presidente y el senador rebelde eran una guerra mal disimulada. En principio, era McCain contra los elementos republicanos, la gran maquinaria electoral que hab¨ªa lanzado las sucias historias que le hab¨ªan hecho perder Carolina del Sur. El senador hizo una lista de los asuntos en los que podr¨ªa convertirse en la piedra liberal en el zapato de Bush y pas¨® al contraataque.
En mayo de 2001, McCain critic¨® duramente a Bush por haberse negado a firmar el Protocolo de Kioto. "No es que yo est¨¦ de acuerdo con todo lo que se dice en el protocolo, pero creo que es un buen marco desde el que trabajar", afirm¨®. En un desaf¨ªo sin precedentes, el 27 de mayo se neg¨® a votar a favor del recorte de impuestos a los ricos dise?ado por Bush con la finalidad de dinamizar las inversiones econ¨®micas. "No me parece adecuado bajarles los impuestos a los millonarios a costa de la clase media. Es un error", sentenci¨® entonces McCain.
Tan envenenado fue el enfrentamiento entre Bush y McCain, que el diario The Washington Post llev¨® a portada el 2 de junio de 2001 una noticia con el siguiente titular: "McCain considera abandonar el Partido Republicano". Entonces comenzaron las especulaciones de que McCain podr¨ªa incluso ocupar la vicepresidencia con un candidato dem¨®crata. John Kerry, en 2004, lleg¨® a sopesar esta opci¨®n, aunque finalmente eligi¨® al senador John Edwards.
La relaci¨®n entre Bush y McCain parec¨ªa rota para siempre. Hasta que llegaron Al Qaeda y el 11 de septiembre. El senador vot¨® a favor de las guerras de Afganist¨¢n e Irak en todas las ocasiones en las que tuvo oportunidad. En diversas ocasiones calific¨® a Sadam Husein de "un verdadero riesgo para EE UU", justificando los argumentos belicistas de Bush.
Como el f¨¦nix que es, el senador renaci¨® de sus cenizas pol¨ªticas. McCain se perfil¨® como un halc¨®n en pol¨ªtica exterior, m¨¢s militarista que el propio presidente. En agosto de 2003 visit¨® Bagdad, algo que ya ha hecho en ocho ocasiones. A su regreso dijo que no hab¨ªa "suficientes tropas norteamericanas en Irak para cumplir con los objetivos iniciales". En diciembre de 2004, y ante el aumento de la violencia en la zona, anunci¨® en diversas entrevistas que hab¨ªa perdido la confianza en el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. "No tengo ni una gota de confianza en ¨¦l. Nada", coment¨® en una entrevista a la agencia Associated Press.
El 12 de diciembre de 2006 le envi¨® una carta al presidente Bush en la que le aconsejaba enviar 20.000 soldados m¨¢s a Irak para "ganar la guerra". "Si no estamos dispuestos a aportar las tropas necesarias para ganar, la victoria en s¨ª misma ser¨¢ algo imposible", escribi¨®. Seis d¨ªas despu¨¦s, Rumsfeld abandon¨® su puesto. Bush compareci¨® en la Casa Blanca el mes siguiente para anunciar que enviar¨ªa "m¨¢s de 20.000 soldados a Irak". El ex candidato dem¨®crata a la presidencia del pa¨ªs John Edwards bautiz¨® esta escalada militar como la doctrina McCain.
Bush comenz¨® a pasar el testigo lentamente a McCain. Su ascenso se hac¨ªa inevitable. El senador por Arizona lleg¨® a poner firme al presidente ante el escandaloso asunto de la tortura a los prisioneros retenidos en las prisiones de Abu Ghraib, en Irak, y Guant¨¢namo, en la isla de Cuba. McCain hab¨ªa sufrido la tortura f¨ªsica y psicol¨®gica durante cinco a?os y medio en Han¨®i. Sus captores le rompieron los brazos en varias ocasiones, y desde entonces no puede levantarlos m¨¢s arriba de los hombros.
En octubre de 2005, el senador se empe?¨® en incluir un anexo a una ley de financiaci¨®n militar en el que se establec¨ªa que el ej¨¦rcito prohibir¨ªa expresamente a las tropas norteamericanas tomar parte en el trato "cruel, inhumano o degradante de los prisioneros bajo custodia de EE UU". Bush anunci¨® que censurar¨ªa el anexo, siendo ¨¦ste el primer veto que ejercer¨ªa como presidente. Contra McCain, precisamente.
El senador rebelde compareci¨® ante los medios, mostrando vehementemente sus secuelas de guerra. Acus¨® a Bush de "no decirles a los soldados lo que est¨¢ permitido y lo que est¨¢ prohibido. Cuando las cosas salen mal, culpamos a las tropas y las castigamos. Francamente, creo que podemos hacerlo mejor". Renaciendo de su pasado militar, McCain dijo que no le conced¨ªa ninguna simpat¨ªa al enemigo. "Pero lo importante aqu¨ª no es qui¨¦n es el enemigo. Es qui¨¦nes somos nosotros. Nuestros valores nos distinguen de nuestros enemigos".
Al final, Bush cedi¨®. En un momento en que su popularidad descend¨ªa a un ritmo vertiginoso, acept¨® los argumentos de McCain. Firm¨® la ley, con reservas, pero en aras del bien com¨²n. "Hago esto para dejarle claro al mundo que este Gobierno no tortura y que nos adherimos a las convenciones internacionales contra la tortura, sea aqu¨ª o en otros pa¨ªses", dijo el presidente. Por este gesto, la revista Time eligi¨® a McCain como "uno de los mejores 10 senadores de Am¨¦rica" en 2006. De nuevo, el senador brillaba en su defensa de la decencia.
?ste es McCain, el mito. Detr¨¢s se esconde el pol¨ªtico. "Hay una gran diferencia entre el McCain que vemos en los medios, el h¨¦roe de la prensa norteamericana, y el pol¨ªtico de verdad", dice Paul Waldman, analista del Grupo Media Matters y autor del libro Un camino de rosas. John McCain y los medios. "McCain es alguien capaz de cambiar de argumentos de un d¨ªa a otro, dependiendo de lo que m¨¢s le convenga. Ahora, todo depende de lo que le ayude a ganar la presidencia".
Desde que McCain le obligara a Bush a ratificar el anexo contra la tortura han pasado dos a?os. En estos meses se ha convertido en el l¨ªder de su partido, el ¨²nico hombre capaz de mantener en la Casa Blanca a los republicanos, en gran parte gracias a esta guerra personal que mantuvo con Bush. Pero tambi¨¦n debe seducir a las inmensas bases conservadoras sobre las que descansa la actual Administraci¨®n.
"McCain no tiene predicamento entre la gran base evang¨¦lica del sur del pa¨ªs", explica el profesor de Ciencia Pol¨ªtica de American University David Lublin, experto en el voto sure?o. "Los de los evang¨¦licos del sur son votos que Bush se gan¨® con mucho esfuerzo. En realidad, McCain es como el padre del actual presidente, un candidato con pocas credenciales religiosas, que va a tener que hacer muchas concesiones frente a Bush, hijo, para ganar Estados como Carolina del Norte, Florida o Virginia".
El pasado febrero, el senador vot¨® en contra de una propuesta dem¨®crata que habr¨ªa convertido en ilegal el llamado waterboarding, o ahogamiento fingido, como m¨¦todo de interrogaci¨®n a disposici¨®n de la CIA. Bush hab¨ªa anunciado que vetar¨ªa la medida si se convert¨ªa en ley. "Siempre hemos estado a favor de que la CIA utilice ciertas medidas adicionales en los interrogatorios", dijo entonces McCain.
"Es desastroso que McCain haya cambiado de opini¨®n respecto a la tortura con tal de ganar unas elecciones", denunci¨® entonces el presidente del Partido Dem¨®crata, Howard Dean. Human Rights Watch, una organizaci¨®n de derechos civiles que ha trabajado en numerosas ocasiones con el senador, critic¨® duramente este voto. "Nos parece que fue un mal paso en una trayectoria que, por lo dem¨¢s, hab¨ªa sido impecable", explica Tom Malinowski, director de activismo en esta organizaci¨®n. "Obviamente, tiene sus razones para tomar esta decisi¨®n, entre ellas la de presentarse a unas elecciones en el Partido Republicano".
En la campa?a republicana de 2008, McCain ha tenido que ser, aparte de candidato, equilibrista. En unos asuntos, como el de la guerra, ha aparecido m¨¢s bushista que Bush. En otros, como el del medio ambiente, ha debido hacer verdaderos malabarismos para seguir siendo una opci¨®n cre¨ªble para los votantes independientes. A pesar de reconocer que la del calentamiento global es una crisis sin precedentes, ha prometido que abrir¨¢ las costas norteamericanas a nuevas perforaciones petrol¨ªferas "para reducir la dependencia del petr¨®leo extranjero".
A lo largo del vasto proceso de primarias, la imagen del presidente Bush ha rozado unos ¨ªndices hist¨®ricos m¨ªnimos. Una encuesta de la consultora Opinion Research para la cadena de televisi¨®n CNN mostraba a Bush en mayo como el presidente menos popular de la historia norteamericana. Un 71% de los estadounidenses rechazaba su gesti¨®n. "Es la primera vez que un presidente supera la barrera del 70% de desaprobaci¨®n", dijo entonces el director de encuestas de CNN, Keating Holland. Los dem¨®cratas han aprovechado para bautizar una posible presidencia de McCain como "el tercer mandato de Bush".
Con una imagen envenenada y altamente politizada, el presidente lleg¨® a dar nombre a la doctrina conservadora de la guerra preventiva. Cuando se enfrentaba a sus contrincantes en las primarias, McCain se esforz¨® en distanciarse al m¨¢ximo de la doctrina Bush de que un ataque a tiempo es la mejor defensa. Lo suyo era limpiar el desastre de Irak con su experiencia militar. As¨ª evit¨® ser, simplemente, el candidato de la guerra. Gan¨® las primarias de Florida el 29 de enero, tomando una ventaja definitiva sobre sus rivales directos, Mitt Romney, Mike Huckabee y Rudy Giuliani.
McCain se crec¨ªa ante ellos como un pragm¨¢tico, una persona lejos de la ideolog¨ªa neoconservadora que hab¨ªa abierto la caja de los truenos de Irak. Romney era un morm¨®n al que adoraba la clase empresarial. Huckabee, predicador baptista, ten¨ªa el apoyo de los evang¨¦licos del sur. Por ¨²ltimo, Giuliani era el candidato del 11 de septiembre, atado irrenunciablemente a la guerra contra el terrorismo.
El senador por Arizona no era un conservador cualquiera. Era conservador, es cierto, por sus votos a favor de la guerra, o contra el aborto y el matrimonio homosexual. Sin embargo, de esp¨ªritu segu¨ªa siendo un rebelde. Antes que las ideas, estaban el pa¨ªs y sus intereses. "No necesitamos otro pol¨ªtico en Washington que anteponga sus intereses y sus lazos pol¨ªticos a la capacidad de resolver problemas", proclam¨® en un acto de campa?a en Ohio el pasado 8 de agosto. "Yo antepondr¨¦ a mi pa¨ªs siempre, siempre, siempre. Ya lo hice en aquellos d¨ªas en que estaba en prisi¨®n y se me ofreci¨® marcharme a casa antes que mis compa?eros de cautiverio. El pa¨ªs, primero".
Para poder llegar a la Convenci¨®n Nacional Republicana de la semana que viene, McCain ha tenido que recular en muchas de sus convicciones aparentes. A veces el equilibrio es francamente dif¨ªcil. En su primera campa?a, en una entrevista televisada en enero de 2000, dijo que la bandera confederada que todav¨ªa entonces pend¨ªa del Capitolio del Estado de Carolina del Sur era "un s¨ªmbolo de racismo y esclavitud".
A punto de perder los pocos apoyos que reten¨ªa en los Estados del sur, McCain tuvo que regresar a Carolina del Sur para leer, con parsimonia, una rectificaci¨®n: "Algunos ven la bandera como un s¨ªmbolo de esclavitud. Otros la ven como un s¨ªmbolo de nuestra herencia cultural. Yo la veo como un s¨ªmbolo de herencia cultural".
En aquella lectura, forzada y torpe, hab¨ªa algo que no convenc¨ªa. McCain lo confirm¨® en su libro Por lo que vale la pena luchar: "Podr¨ªa haber pronunciado la respuesta de memoria. Pero me empe?¨¦ en escenificar el teatro de desdoblar el papel y leerlo como si fuera un reh¨¦n leyendo un comunicado de mis captores. Quer¨ªa enviar a los periodistas el mensaje de que yo en realidad no apoyaba que la bandera siguiera ondeando, pero que los imperativos pol¨ªticos me obligaban a ser esquivo".
Estas idas y venidas pol¨ªticas han puesto a McCain en apuros en numerosas ocasiones. El 28 de febrero de 2000, el candidato acudi¨® a la localidad de Virginia Beach, desde donde carg¨® contra fundamentalistas cristianos como el telepredicador Pat Robertson y el pastor evang¨¦lico Jerry Falwell. "Estoy en contra del aborto. Soy, fiscalmente, un conservador a favor de las pol¨ªticas de familia. Aun as¨ª, Pat Robertson, Jerry Falwell y algunos l¨ªderes del movimiento antiabortista de Washington dicen que soy un candidato presidencial inaceptable", se?al¨®. "Son unos agentes de la intolerancia". Gracias a estas palabras, Bush sell¨® en sus arcas electorales el importante voto evang¨¦lico del sur de Estados Unidos, estimado en unos 80 millones de papeletas.
Perdiendo, McCain aprendi¨® la lecci¨®n. En abril de 2006, con las elecciones ya en el horizonte, se reconcili¨® con Falwell. "El reverendo vino a verme a mi oficina y me pidi¨® que super¨¢ramos nuestras diferencias. Lo hice con mucho gusto", recalc¨® en una entrevista al canal de televisi¨®n ABC News. Un mes despu¨¦s dio el discurso de graduaci¨®n en la universidad fundada por Falwell en Lynchburg (Virginia). El reverendo le devolvi¨® el favor diciendo: "Somos amigos, y cualquier problema es parte del pasado".
Lo que olvid¨® McCain en este discurso es que, en este tiempo en que los dos hombres hab¨ªan emprendido el camino de la reconciliaci¨®n, el reverendo Falwell pronunci¨® su discurso m¨¢s pol¨¦mico. Hablando de los atentados del 11 de septiembre de 2001, dijo: "En verdad creo que han sido los paganos, los abortistas, las feministas, los gays y las lesbianas que tratan de convertirse en un estilo de vida alternativo. Yo les apunto con el dedo a la cara, y les digo: 'Hab¨¦is hecho posible que todo esto ocurra". El pasado abril, en el programa de televisi¨®n Meet the Press, el fallecido periodista Tim Russert le pregunt¨® al candidato si todav¨ªa pensaba que Falwell era un agente de la intolerancia. "No", se limit¨® a responder McCain.
A McCain no le sienta bien la hemeroteca. Rebuscando en el pasado reciente del Senado, este pol¨ªtico aparece como alguien movido por impulsos, capaz de meterse en la cama legislativa con los compa?eros m¨¢s insospechados. Entre ellos, Russ Feingold, senador dem¨®crata por Wisconsin, liberal dentro de su partido, con el que McCain se ali¨® para reformar completamente el oscuro sistema de financiaci¨®n electoral norteamericano. Despu¨¦s de ocho a?os de trabajo conjunto, ambos senadores lograron aprobar una ley al respecto en 2002.
"Cuando me convert¨ª en uno de los principales abogados de la causa de la reforma de la financiaci¨®n electoral, llegu¨¦ a darme cuenta de que las sospechas de la ciudadan¨ªa no son infundadas", escribe el senador en el libro Por lo que vale la pena luchar. "El dinero te abre muchas puertas en Washington, y este acceso incrementa la influencia, y as¨ª se benefician unos pocos a costa de muchos otros".
El senador lo sabe muy bien, ya que en los ochenta acept¨® hasta 112.000 d¨®lares de un oscuro inversor financiero que acabar¨ªa siendo condenado por fraude y apropiaci¨®n indebida. En 1987, Charles Keating solicit¨® a cinco senadores a los que hab¨ªa donado dinero en el pasado que le ayudaran a salvar su compa?¨ªa financiera, Lincoln Savings and Loan, sobre la que pend¨ªan el embargo y la bancarrota por sospechas de que utilizaba el dinero de los inversores para usos personales y pol¨ªticos.
El 24 de marzo de aquel a?o, Keating acudi¨® al despacho del senador por Arizona para pedirle que, con su influencia, impidiera que el Senado aprobara una medida que hubiera permitido el embargo de Lincoln Savings and Loan por fraude. McCain no se comprometi¨®. Dijo que s¨®lo acudir¨ªa a una reuni¨®n con otros cuatro senadores para asegurarse de que la ley se aplicar¨ªa de forma justa. "McCain no tiene pelotas", se quej¨® entonces Keating.
Los diarios locales de Arizona comenzaron entonces a desenterrar turbios negocios entre Keating y la familia McCain. En 1986, The Arizona Republic revel¨® que Cindy McCain y su padre hab¨ªan invertido 359.000 d¨®lares en un centro comercial erigido por el inversor. Cuando el diario le pregunt¨® a McCain, ¨¦ste estall¨® en una de sus t¨ªpicas rabietas. "Eso es un asunto de mi esposa, idiota", le espet¨® al reportero. "?No entiendes el ingl¨¦s o qu¨¦?".
Finalmente, el Comit¨¦ de ?tica del Senado investig¨® a los cinco senadores en 1990. McCain era el ¨²nico republicano en el banquillo. El consejero legal del comit¨¦, Robert Benet, exculp¨® al senador. Era cierto que hab¨ªa aceptado dinero de Keating. Pero no intercedi¨® por ¨¦l. "Hay pruebas suficientes de que, gracias al rechazo del senador McCain a participar en el asunto, acab¨® distanci¨¢ndose del se?or Keating". En 1993, Keating fue condenado a 12 a?os de c¨¢rcel por fraude. El Comit¨¦ de ?tica simplemente amonest¨® a McCain por "falta de juicio en su comportamiento".
Una vez absuelto, McCain quiso sacudirse cualquier sombra de duda. Desde entonces, el senador por Arizona fue el gran campe¨®n de la reforma de la financiaci¨®n electoral. McCain y Russ Feingold acabaron con las donaciones ilimitadas a los partidos pol¨ªticos por parte de lobbies, sindicatos, patronales y otros grupos de presi¨®n. "A la gran mayor¨ªa de los americanos nos preocupa que ahora sea legal que una compa?¨ªa subsidiaria de otra empresa controlada por el Ej¨¦rcito chino done cantidades ilimitadas de dinero a campa?as pol¨ªticas norteamericanas", dijo McCain entonces.
A lo largo de los a?os, McCain ha perfeccionado este arte de la evasi¨®n pol¨ªtica, yendo de un extremo al contrario, siempre indemne. En la presente campa?a electoral, el senador ha hablado poco de inmigraci¨®n. Es m¨¢s, huye del tema como del agua hirviendo. El riesgo de salir escaldado es muy grande. La de la reforma migratoria ha sido la mayor derrota que ha sufrido en toda su vida en el Congreso.
De nuevo, el senador por Arizona se ali¨® con un dem¨®crata, en esta ocasi¨®n con el le¨®n del Senado, el liberal Ted Kennedy. Ambos elaboraron una ley que habr¨ªa legalizado a m¨¢s de 12 millones de inmigrantes que residen en EE UU de forma irregular. Tambi¨¦n contemplaba, con el benepl¨¢cito del presidente Bush, la creaci¨®n de un nuevo tipo de visado para que ciudadanos extranjeros pudieran trabajar en el pa¨ªs por un periodo m¨¢ximo de dos a?os.
"Estoy de acuerdo. Vienen aqu¨ª de forma ilegal. Rompen nuestras leyes. Tienen que pagar si lo hacen. Pero redondear al alza y decir que 12 millones de personas deben volver al pa¨ªs del que vinieron es un insulto a la inteligencia, y una franca contradicci¨®n a lo que Am¨¦rica representa", manifest¨® en julio de 2006 en una reuni¨®n con votantes conservadores en Miami.
Los propios republicanos contraatacaron, votando contra la ley de McCain y Kennedy y presentando su propia reforma, que inclu¨ªa un detallado programa de persecuci¨®n policial y ninguna amnist¨ªa para los trabajadores. Ninguna de las dos leyes fue aprobada. En uno de sus ya cl¨¢sicos arrebatos, McCain sali¨® a los pasillos del Senado y alz¨® los brazos hasta donde la tortura sufrida en Vietnam le permite, hablando en alto contra la persecuci¨®n de inmigrantes sin ofrecerles el alivio de una posibilidad de legalizar su situaci¨®n. "?No va a funcionar! ?No va funcionar!", grit¨®.
Ante el fracaso de sus medidas, para la campa?a electoral de 2008 McCain abandon¨® el intento de una reforma moderada de la inmigraci¨®n. El candidato ha decidido presentar un perfil m¨¢s duro. En agosto del a?o pasado revel¨® que, como presidente, su primera medida migratoria ser¨ªa blindar las fronteras. Todo lo dem¨¢s podr¨ªa esperar. "Cuando hayamos cumplido nuestro objetivo de aportar m¨¢s seguridad a las fronteras podremos comenzar con las otras partes de la pol¨ªtica migratoria", advirti¨® en un acto de campa?a.
El intento de reformar la inmigraci¨®n, sin embargo, sirvi¨® para acabar de unir a dos extra?os compa?eros de cama. Junto con el de Kennedy, McCain cont¨® con el respaldo incondicional de Bush, contra el partido al que ambos pertenecen. Los dos est¨¢n hoy m¨¢s cerca que nunca. "El candidato est¨¢ tratando de resucitar algunos elementos de la pol¨ªtica neoconservadora de Bush, sobre todo con su ¨¦nfasis en una guerra global contra el terrorismo", explica Jacob Hacker, del departamento de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad de Berkeley. "Si examinamos sus ideas en pol¨ªtica econ¨®mica y exterior, McCain y Bush han acabado sorprendentemente cerca". Entre el duro enfrentamiento electoral y la actual sinton¨ªa entre estos dos hombres han pasado casi 10 a?os. Al final, en la Convenci¨®n Republicana que comienza ma?ana, McCain heredar¨¢ definitivamente el legado pol¨ªtico del actual presidente.
Una vez se convierta en el candidato oficial, el pr¨®ximo jueves, deber¨¢ movilizar a las bases que le han dado a Bush dos victorias. Esta semana, ante los atlantes del Partido Republicano, mirando a la cara, por fin, a Dick Cheney, Rudolph Giuliani y Arnold Schwarzenegger, entre otros, deber¨¢ repetir lo que ya dijo cuando Bush le dio formalmente su apoyo en la Casa Blanca el pasado 5 de marzo: "Todo lo que puedo decir es que, en los principios fundamentales del Partido Republicano y en los asuntos concretos de nuestra filosof¨ªa compartida, el presidente Bush y yo estamos totalmente de acuerdo". -
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