"S¨¦ que lo que yo hago no es literatura"

Virtuoso del thriller legal, g¨¦nero indisociable de su nombre, John Grisham (Jonesboro, Arkansas, EE UU, 1955) es autor de una veintena de t¨ªtulos de los que a lo largo de los a?os ha vendido m¨¢s de 250 millones de ejemplares, que han generando miles de millones de d¨®lares en beneficios, lo que le convierte en un fen¨®meno de marketing que ha sido objeto de numerosos estudios que han tratado de dar con el secreto de su ¨¦xito, aunque ¨¦ste se les escape por igual tanto a los analistas de la industria del libro como al propio autor.

Hijo de un obrero de la construcci¨®n que llevaba una vida n¨®mada, John Grisham se licenci¨® en derecho, ejerciendo de abogado en las cortes de justicia del Estado, donde adquiri¨® de primera mano un profundo conocimiento del espinoso mundo de las causas legales. Efectu¨® su primera incursi¨®n en la novela a los 35 a?os, y lo hizo sin ¨¢nimo de iniciar una carrera literaria. Trabajaba 70 horas a la semana, repartidas entre sus obligaciones como abogado y las exigencias de su cargo pol¨ªtico, lo cual no le dejaba ning¨²n margen para otras cosas, pero una escena que presenci¨® durante el transcurso de una causa criminal le afect¨® tan profundamente que, tratando de exorcizarla, escribi¨® un libro, lo cual cambi¨® el curso de su vida.

Lo que Grisham no pod¨ªa quitarse de la cabeza era el escalofriante testimonio de una adolescente en el que daba cuenta de las circunstancias de su violaci¨®n en presencia del hombre que la hab¨ªa forzado, ante la mirada atenta del jurado. Sentado entre el p¨²blico, el padre de la v¨ªctima escuchaba el testimonio de su hija con el rostro congestionado por el dolor, a duras penas capaz de contener su rabia. "?Qu¨¦ ocurrir¨ªa", se pregunt¨® el futuro autor, "si el padre de la ni?a se tomara la justicia por su mano y diera muerte al violador, teniendo entonces que ser juzgado por asesinato?". La respuesta fue Tiempo de matar, su primera novela. Aunque no falta quien dice que es la mejor obra de su carrera, cuando se public¨® pas¨® completamente inadvertida. Nada permit¨ªa sospechar entonces que el autor de aquel libro primerizo estaba destinado a ser uno de los mayores autores de best sellers de todos los tiempos. Dos a?os despu¨¦s, las cosas cambiar¨ªan radicalmente. Todav¨ªa no hab¨ªa enviado a ninguna editorial el manuscrito de su segunda novela cuando alguien se lo hizo llegar de manera clandestina a un productor de Hollywood, que inmediatamente vio sus posibilidades y ofreci¨® 600.000 d¨®lares por los derechos cinematogr¨¢ficos del libro. Cuando la noticia lleg¨® a los circuitos editoriales, Grisham recibi¨® una oferta millonaria. El libro, titulado La tapadera, se convirti¨® en un mega-best seller. Corr¨ªa el a?o 1991. Desde entonces hasta hoy, todos los libros de Grisham, incluido Tiempo de matar, al que le lleg¨® la hora del ¨¦xito con car¨¢cter retroactivo, han alcanzado un promedio de ventas superior a los diez millones de ejemplares por t¨ªtulo, a raz¨®n de uno por a?o, a veces m¨¢s. Muchos de ellos han sido adaptados al cine, y no por cualquiera. Entre los cineastas que han dirigido pel¨ªculas basadas en novelas suyas figuran nombres del calibre de Sidney Pollack, Alan J. Pakula o Francis Ford Coppola, uno de los fans del autor.

La entrevista tiene lugar en su oficina, ubicada en el centro de Charlottesville, peque?a localidad del Estado de Virginia, en cuyas afueras vive recluido el escritor. Todo en su vida est¨¢ calculado al mil¨ªmetro y puesto al servicio de la publicaci¨®n, distribuci¨®n y marketing de sus inexorables best sellers. Acude a la cita a la hora en punto, impecablemente vestido. Es un hombre sencillo, de mirada limpia, que transmite una inmediata sensaci¨®n de integridad y a quien le gusta llamar a las cosas por su nombre. Tiene muy claro cu¨¢l es su misi¨®n en la vida, y a fin de que nadie se llame a enga?o, afirma sin equ¨ªvocos que lo que hace no es literatura, sino entretenimiento de calidad.

Los popes de la cr¨ªtica y los mandarines de la alta literatura levantan las cejas cuando oyen su nombre, pero algo debe de tener este hombre cuando hay millones de lectores repartidos por los cuatro puntos cardinales del globo esperando con avidez a que publique su siguiente novela. Es alto, afable y ameno, nada estridente en sus maneras. Aunque el gui¨®n de su vida est¨¢ sometido a un sever¨ªsimo control debido a los plazos de producci¨®n que Grisham se ve obligado a observar, a fin de que en ning¨²n momento se interrumpa la maquinaria encargada de mantener constante el ritmo de publicaci¨®n de sus libros, hay claros en la conversaci¨®n que permiten vislumbrar, siquiera durante unos momentos, al individuo que se encuentra en la base de lo que se ha dado en llamar el negocio Grisham. Lo que se ve en esos momentos es un hombre austero y trabajador, un buen tipo, o, como dice ¨¦l de s¨ª mismo, un chico blanco, de origen muy humilde, criado en el profundo Sur de Estados Unidos, con la cabeza llena de enso?aciones, al que lo ¨²nico que le importa es poder escribir sus historias, unas historias que, concebidas en los pliegues m¨¢s profundos de su imaginaci¨®n, llegan con regularidad perfectamente calculada a los rincones m¨¢s alejados del planeta.

?Qu¨¦ es lo m¨¢s destacable de 'La apelaci¨®n', su ¨²ltima novela? Es el libro m¨¢s abiertamente pol¨ªtico de cuantos he escrito. Creo que ¨¦se es su rasgo m¨¢s destacado. Me meto a fondo en un tema que no se ha explorado suficientemente, el mundo de las elecciones judiciales en Estados Unidos, una cuesti¨®n candente en mi pa¨ªs. Este tipo de elecciones tiene lugar cada dos a?os y est¨¢ sujeto a toda clase de manipulaciones por parte de representantes del mundo de la pol¨ªtica y las grandes corporaciones financieras. El fen¨®meno se ha agudizado en la ¨²ltima d¨¦cada. Cada vez hay m¨¢s corrupci¨®n en el entorno de estas elecciones judiciales. La acci¨®n transcurre en el Estado de Misisipi, donde me cri¨¦. Hace bastantes a?os jugu¨¦ un papel activo en la escena pol¨ªtica del Estado, de modo que conozco el ambiente de primera mano.

?Cu¨¢l es el proceso de gestaci¨®n de una novela de John Grisham? Siempre estoy a la caza de ideas, porque no trabajo nunca en un solo libro, sino en varios a la vez. Aparte de la novela que est¨¦ escribiendo en un momento dado, voy dando forma en mi cabeza a las dos siguientes, de modo que el proceso de gestaci¨®n de un libro empieza mucho antes de que llegue el momento de ponerme a escribirlo. En cuanto tengo la idea del libro, empiezo a organizar el argumento. Antes de escribir la primera palabra s¨¦ perfectamente todo lo que va a pasar. Luego viene un periodo que puede durar meses, durante el cual me dedico a documentarme a fondo sobre el tema, hasta que por fin llega el momento de escribir la novela, cosa que me lleva entre cuatro y seis meses. Los preliminares pueden variar, pero el grueso del libro lo remato en 90 d¨ªas.

Cronol¨®gicamente, el plan es siempre el mismo, y sigue de cerca el curso de las estaciones del a?o. A finales de la primavera tengo una idea bastante clara de c¨®mo va a ser la historia, y entonces empiezo a escribir, primero s¨®lo un poco, una p¨¢gina al d¨ªa, a veces dos; luego voy aumentando, hasta llegar a tres o cuatro p¨¢ginas diarias. Cuando llega el verano, como ahora, entro en velocidad de crucero, y trabajo m¨¢s horas. En estos momentos estoy sacando un promedio de cinco a siete p¨¢ginas por d¨ªa. Mantengo el ritmo a todo agosto, hasta que pongo fin al libro. A mediados de septiembre habr¨¦ terminado la novela que tengo entre manos ahora mismo. Despu¨¦s de limpiar el manuscrito, lo dejo reposar, y antes de enviarlo a la imprenta, a primeros de diciembre, le echo un ¨²ltimo vistazo. El 27 de enero estar¨¢ en todas las librer¨ªas del pa¨ªs y esa misma noche quedar¨¦ para cenar con mi editor y con mi agente para fijar la fecha de publicaci¨®n de la siguiente novela, que seg¨²n mis c¨¢lculos ser¨¢ en febrero de 2010. Es un ritual que nunca falla.

Entonces, en estos momentos se encuentra en la fase central de la escritura. ?Puede describir su rutina? Me levanto muy temprano, a las seis de la ma?ana. Me tomo un caf¨¦ muy cargado y me encierro en mi despacho. Vivo en el campo, a quince millas al sur de Charlottesville, y tengo una oficina sin tel¨¦fono ni fax ni Internet, nada, silencio total. A las siete de la ma?ana estoy escribiendo a toda m¨¢quina. Con los a?os he aprendido que cuando rindo mejor es entre las siete y las diez de la ma?ana. ?sas son las mejores horas del d¨ªa para m¨ª y procuro aprovecharlas sin interrupciones. A partir de las diez, mi mente empieza a divagar; a las once ya voy casi sin gas. Es rar¨ªsimo que la sesi¨®n de escritura se prolongue hasta mediod¨ªa. Dicho as¨ª no parece que sea una jornada de trabajo muy dura, pero escribir de manera ininterrumpida durante cuatro o cinco horas es agotador. Al final de una sesi¨®n de escritura dura estoy f¨ªsica y mentalmente extenuado. Cuando acabo vengo en coche a Charlottesville, almuerzo en alg¨²n restaurante cerca del despacho y, una vez aqu¨ª, me ocupo de las cuestiones organizativas. Aqu¨ª es donde concedo mis entrevistas, hago reuniones, me ocupo de la correspondencia y hablo por tel¨¦fono con Nueva York. A media tarde me voy a casa y hago ejercicio, una sesi¨®n bastante rigurosa: levanto pesas, o salgo a correr, o a nadar, o juego a squash, durante una hora, m¨¢s o menos. El resto del tiempo se lo dedico a mi familia.

?Nunca se toma un respiro? ?Se siente presionado? No me puedo permitir parar, se ir¨ªa todo inmediatamente al traste. En el negocio del entretenimiento y en el mundo de la cultura popular, todo va por ciclos, ya se trate de cine, de m¨²sica o de deporte. Son ciclos bastante amplios, pero no se sabe cu¨¢nto pueden durar. Eso es particularmente cierto en el caso de la ficci¨®n. No me siento presionado. Nadie me obliga a escribir un libro al a?o. Tengo un contrato que me obliga a escribir creo que son dos o tres libros durante los pr¨®ximos cinco a?os, de modo que no hay presi¨®n contractual que me obligue a producir al ritmo que lo hago, pero es algo que me impongo, por tres razones: si no escribiera, no sabr¨ªa qu¨¦ hacer con mi tiempo; adem¨¢s, me divierte inmensamente hacerlo, y por ¨²ltimo, mis libros siguen siendo inmensamente populares. Si, por las razones que fuera, las cosas dejaran de ser as¨ª, dejar¨ªa inmediatamente de escribir.

?Cu¨¢ntos millones de ejemplares calcula que ha vendido a lo largo de su vida? Seg¨²n datos recientes de mis editores, m¨¢s de 250 millones en 46 idiomas.

?Y qu¨¦ le hace sentir saber que tiene tantos millones de lectores en todo el mundo? A pesar del tiempo transcurrido, sigo sin salir de mi asombro. Me resulta incre¨ªble saber de antemano que el libro que estoy escribiendo en la soledad de mi estudio lo van a leer millones de personas de todas las edades distribuidas por los cinco continentes. Tengo muy presentes a mis lectores. Ellos son la raz¨®n de todo esto. Son incre¨ªblemente fieles, aunque, en cierto modo, estoy sometido a sus exigencias. Mis fans saben perfectamente cu¨¢l es la fecha de publicaci¨®n de mis libros, y esperan pacientemente a que llegue, pero no me puedo salir mucho del gui¨®n. A veces me gusta probar con otro tipo de libros, pero si lo que publico no es un thriller legal, a mis lectores no les hace mucha gracia. Una vez publiqu¨¦ una novela c¨®mica, Una Navidad diferente. Mis seguidores dijeron que hab¨ªan disfrutado ley¨¦ndolo, pero dejando claro que prefieren los thrillers legales. He publicado muchas clases de libros, incluso una farsa sobre el f¨²tbol en Italia, y todos se han vendido muy bien porque figura mi nombre en la portada, pero a mis lectores no acaban de convencerles mis devaneos. Tienen muy claro lo que les gusta y quieren que se lo d¨¦. En ese sentido estoy un poco atado: siento que no los puedo defraudar, as¨ª que intento darles un buen libro de suspense legal cada a?o.

?C¨®mo empez¨® la lluvia de 'best sellers'? Fue algo totalmente inesperado. Mi primer libro, Tiempo de matar, no lo ley¨® nadie. Sin embargo, dos a?os despu¨¦s, cuando publiqu¨¦ La tapadera, en 1991, las cifras de ventas alcanzaron proporciones exorbitantes. Hubo un factor de suerte: cuando sali¨® el libro, el mercado editorial andaba a la b¨²squeda de nuevos talentos. Stephen King llevaba 15 a?os en candelero; Tom Clancy, 10, y Michael Crichton y Robert Ludlum, todos ellos autores de mega-best sellers, tambi¨¦n llevaban mucho tiempo. Para la industria del libro es crucial descubrir a una nueva superestrella cada dos o tres a?os. A principios de los noventa, todo el mundo -editores, librer¨ªas, lectores- andaba a la caza de un nuevo nombre, de modo que el ambiente no pod¨ªa ser m¨¢s propicio para m¨ª cuando apareci¨® La tapadera.

Entonces ocurri¨® algo importante: me advirtieron contra el ¨¦xito. En plena eclosi¨®n de ventas, los expertos me dieron un consejo: "Esto que te est¨¢ pasando es un milagro, pero no lo puedes dejar. Si quieres mantenerte, tienes que sacar un libro el a?o que viene como sea. De lo contrario puede irse todo al garete". Me advirtieron que de la misma manera que en el mercado editorial estadounidense se celebra el triunfo de un desconocido, en cuanto pasa un poco de tiempo, los mismos que te han estado jaleando disfrutan del espect¨¢culo de contemplar la ca¨ªda del nuevo ¨ªdolo. La l¨ªnea divisoria entre el ¨¦xito y el fracaso es imperceptible, y yo tuve la fortuna de que me lo hicieran ver a tiempo. Hab¨ªa alcanzado un nivel de popularidad espectacular, el p¨²blico se hab¨ªa fijado en m¨ª, y ahora ten¨ªa que hacer un esfuerzo enorme por asegurarme su fidelidad. Si no les haces caso a los lectores, enseguida te dan la espalda. Me di cuenta de que, efectivamente, los grandes autores comerciales, los gigantes de la literatura popular como Stephen King, Robert Ludlum o Tom Clancy sacaban todos un libro al a?o. Comprend¨ª que no me quedaba m¨¢s remedio que hacer lo mismo y durante los tres a?os siguientes publiqu¨¦ otras tantas novelas, El informe Pel¨ªcano en el 92, El cliente en el 93 y La c¨¢mara de gas, un libro bastante oscuro, en el 94. Todas fueron grandes best sellers. Fueron unos a?os incre¨ªbles, porque adem¨¢s se llevaron todas a la pantalla, lo cual le dio el espaldarazo definitivo a mi carrera. El cl¨ªmax lleg¨® entre el verano del 93 y el verano del 94. En s¨®lo doce meses se estrenaron tres pel¨ªculas basadas en mis tres primeras novelas, y todas fueron un ¨¦xito de taquilla. Hubo gente que dijo que hab¨ªa saturado el mercado. Llegu¨¦ a tener el n¨²mero 1 de ventas de tapa dura y los n¨²meros 1, 2 y 3 en la lista de libros de bolsillo. Ahora que puedo ver las cosas con perspectiva, me doy cuenta de que la clave estuvo en tener la ambici¨®n y la disciplina necesarias para sacar un libro al a?o. Stephen King hizo una observaci¨®n muy interesante al respecto. Hace muchos a?os que ¨¦l publica hasta dos libros el mismo a?o. Lo que dijo King es que cuando un escritor hace algo as¨ª, los cr¨ªticos dejan de fijarse en ¨¦l, lo cual es una gran victoria. El autor a solas con sus lectores, haciendo de la cr¨ªtica algo irrelevante.

De todos modos, los 'best sellers' no dejan de ser un misterio cuya l¨®gica escapa incluso a las leyes del mercado. Son muchas las grandes operaciones comerciales que desembocan en fracaso. Por otra parte, no escribe un 'best seller' quien quiere, sino quien puede. A veces, ni siquiera el propio autor es capaz de explicar en qu¨¦ consiste. ?Cu¨¢l es su opini¨®n? ?Hay una f¨®rmula m¨¢gica? No puedo hablar en general. Lo que puedo hacer es tratar de explicar mi caso. Se da toda una mezcla de factores. En primer lugar, para que un libro llegue a ser un best seller es indispensable que tenga suspense. Si el autor sabe manejar con destreza el elemento de suspense, las posibilidades de que el libro se venda bien son muy elevadas. El suspense es algo que engancha a todo el mundo. A todos nos encanta ver una buena pel¨ªcula de suspense, leer un libro que te mantiene en vilo. En segundo lugar, en la historia tiene que haber un h¨¦roe o una hero¨ªna que se ganen inmediatamente las simpat¨ªas del lector. Una vez que se han identificado con ¨¦l, hay que hacer que el protagonista se meta en una situaci¨®n dif¨ªcil, convertirlo en v¨ªctima de alguna traici¨®n, quiz¨¢ poner su vida en peligro, para al final rescatarlo de las dificultades. ?sos son los ingredientes b¨¢sicos del g¨¦nero de suspense. Luego est¨¢n las marcas de identidad de cada autor; en mi caso, un buen conocimiento del mundo de la ley. En nuestra sociedad, en nuestra cultura, hay un apetito insaciable por las historias con un trasfondo legal. El mundo de la ley es algo que fascina a todo el mundo. A todo el mundo le encantan los juicios, los procesos legales, los tribunales y jurados que tratan de dirimir un asesinato; todo eso es parte de nuestro ADN. En resumidas cuentas, que la combinaci¨®n de un buen suspense con un marco legal es formidable. En mi caso hay un tercer elemento, que no se da en todos los escritores, y es que mis libros son limpios, no hay nada escabroso ni moralmente objetable en ellos. Si un lector de 50 a?os lee una novela m¨ªa, sabe que se la puede recomendar indistintamente a su hija de 15 a?os o a su madre de 80, porque tiene la seguridad de que no hay nada moralmente reprobable en el libro. La clave de la fidelidad que me profesan muchos lectores es esa cualidad, que no es tan frecuente como parece. Hay una sobreabundancia de libros turbios y escabrosos.

?Podemos apartarnos por un momento del gui¨®n? Olv¨ªdese de las ventas, de los agentes, de los calendarios de producci¨®n, de las sesiones de treinta minutos para el fot¨®grafo y una hora para el entrevistador. ?Le resultar¨ªa posible desprenderse de todas esas m¨¢scaras para hacer su autorretrato? Nada de lo que ha ocurrido conmigo en la esfera p¨²blica me ha cambiado. En el fondo sigo siendo la misma persona que era antes de publicar mi primer libro: un buen chico que tuvo una infancia dura, de familia pobre, blanco, criado en Misisipi, en el profundo Sur. Tengo valores morales muy conservadores, aunque pol¨ªtica y socialmente soy liberal. Soy dem¨®crata, tengo mis creencias religiosas, y soy tremendamente celoso de mi intimidad. No me gustan los cambios. Llevo 27 a?os felizmente casado con la misma mujer, tenemos dos hijos, un chico de 25 y una chica de 17. Tengo muy arraigado el sentimiento de familia. No tengo enemigos, soy muy leal a mis amigos, con un profundo sentimiento de mi regi¨®n, el Sur. Y no soy para nada una persona complicada, al rev¨¦s. Soy lo que se dice un tipo sencillo.

?Cu¨¢les son sus obsesiones? ?Tiene miedo de algo? No tengo tiempo para pensar en esas cosas. Mi ¨²nica preocupaci¨®n es que el libro que estoy escribiendo ahora mismo sea el mejor que he escrito jam¨¢s. Ah¨ª empiezan y terminan mis obsesiones.

?No le da miedo quedarse sin ideas? Sinceramente, no. Llevo 21 libros en 20 a?os, todos grandes best sellers, y en ning¨²n momento he estado falto de ideas. Me preocupar¨¦ por eso el d¨ªa que me quede sin ideas. Entonces parar¨¦, pero de momento no parece que haya peligro.

?Cu¨¢l es la l¨ªnea divisoria entre literatura y entretenimiento? ?Qu¨¦ criterios los definen? ?Le parecer¨ªa leg¨ªtimo hablar de valores art¨ªsticos frente a motivaciones econ¨®micas? Es muy dif¨ªcil contestar. La l¨ªnea divisoria, y la hay, qu¨¦ duda cabe, es demasiado movediza. Resulta dif¨ªcil determinar d¨®nde acaba el arte y d¨®nde empieza el entretenimiento, es una frontera porosa. Los extremos est¨¢n claros: por una parte estar¨ªan los escritores que hacen literatura de calidad sin tener en cuenta ning¨²n tipo de criterio comercial, y en las ant¨ªpodas, los autores que escriben exclusivamente con ¨¢nimo de satisfacer las necesidades del mercado de masas. Pero hay toda una zona intermedia entre los dos extremos. Hay autores que escriben literatura de calidad que venden bien, as¨ª como autores populares cuyos est¨¢ndares se acercan a los de la alta literatura. ?Cu¨¢l es mi posici¨®n en todo esto? La alta literatura exige dedicar mucho tiempo a indagar en las profundidades del esp¨ªritu humano, sondeando el car¨¢cter de la gente, prestando atenci¨®n a las relaciones humanas. El argumento no es tan importante. S¨ª es importante conseguir transmitir un sentimiento del espacio local, del entorno, del paisaje. Yo s¨¦ que lo que yo hago no es literatura. Para m¨ª, el elemento esencial de la ficci¨®n es el argumento. Mi objetivo es conseguir que el lector se sienta impelido a pasar las p¨¢ginas a toda velocidad. Si quiero lograr eso, no me puedo permitir el lujo de distraerlo. Tengo que mantenerlo en vilo, y la ¨²nica manera de hacerlo es utilizando las armas del suspense. No hay m¨¢s. Si me pongo a intentar entender las complejidades del alma humana, los defectos de car¨¢cter de la gente y cosas de ese tipo, el lector se distrae, y eso es un lujo que no me puedo permitir. Por supuesto que he le¨ªdo literatura en el sentido cl¨¢sico. Todos tenemos esa clase de libros en la biblioteca de casa. Me obligaron a leerlos en la escuela, y le confieso que no me gustaron demasiado. No entend¨ªa por qu¨¦ dec¨ªan que eran tan buenos.

?Se siente envidiado por los escritores 'serios'? ?Ha sentido desprecio por parte de cr¨ªticos y escritores 'literarios'? Ya le he dicho que no presto atenci¨®n a lo que dicen los cr¨ªticos, ¨¦sa es una batalla que gan¨¦ hace mucho. S¨¦ que no me tratan demasiado bien, cosa que antes me molestaba, pero ahora ya no. Me imagino que habr¨¢ muchos escritores que no consiguen publicar o que venden muy poco que se sienten amargados y no pueden soportar que haya escritores que venden a mansalva, pero en todo caso no tengo trato con ellos. Ni los conozco ni los voy a conocer nunca. Lo ¨²nico que me importa es que mi pr¨®ximo libro sea el mejor que he escrito jam¨¢s. Me debo a mi p¨²blico. Mi ¨²nica preocupaci¨®n es satisfacer a mis lectores. Lo dem¨¢s da exactamente igual.

?Ha coincidido en alguna ocasi¨®n con un autor como, pongamos por caso, Don DeLillo, Philip Roth o Cormac McCarthy? Quiz¨¢ tuvieran muchas preguntas que hacerse, o cosas que contarse, ?no cree? No se ha dado el caso. Jam¨¢s he conocido a ning¨²n autor como los que dice usted. La escritura es un oficio solitario, que se hace en casa, lejos de todo el mundo.

Pero le interesan esos autores. En alg¨²n lugar he le¨ªdo que colecciona primeras ediciones de los libros de Faulkner. Bueno, somos paisanos, los dos somos de Misisipi. Le¨ª a Faulkner siendo muy joven, porque en el colegio nos obligaban a leerlo. Disfrut¨¦ moderadamente alguno de sus libros, pero lo normal era que me resultara imposible pasar de la p¨¢gina 10. La raz¨®n por la que colecciono sus primeras ediciones es porque son una magn¨ªfica inversi¨®n. Me gusta coleccionar relojes de pulsera y primeras ediciones.

En 'La apelaci¨®n' y en otros libros suyos se advierte una preocupaci¨®n por temas como la justicia social. Es cierto, y supongo que tambi¨¦n seguir¨¢ apareciendo esa preocupaci¨®n en libros futuros, pero si te dedicas a la ficci¨®n popular no puedes predicar demasiado, no puedes imponer tus opiniones pol¨ªticas a los lectores. Est¨¢ bien abrazar una causa, pero no hay que insistir demasiado. En el libro que estoy escribiendo ahora mismo no hay nada de eso, nada de preocupaciones sociales, nada de pol¨ªtica. Suspense puro, al viejo estilo. Claro que se pueden combinar las dos cosas. De hecho, mis mejores libros son los que logran un equilibrio entre los dos elementos. Pero la f¨®rmula del ¨¦xito, como ocurre con La tapadera, El cliente, El socio o el libro que estoy escribiendo, prescinde de esos temas.

Sin embargo, en su vida privada no es as¨ª: le preocupa su comunidad, ha dado dinero para que se construyan viviendas sociales en Brasil, financia un equipo de b¨¦isbol para chicos necesitados. Soy de or¨ªgenes muy humildes. Nac¨ª en el seno de una familia pobre, y eso es algo que no se olvida f¨¢cilmente. Por lo menos, yo no lo olvido. He tenido ¨¦xito en la vida. Soy una persona privilegiada y me parece importante aportar algo a la comunidad.

Antes de ser escritor se meti¨® en pol¨ªtica. ?C¨®mo recuerda la experiencia? Fui candidato a la legislatura del Estado, y me eligieron dos veces, pero no tard¨¦ mucho en dejarlo. La pol¨ªtica me sigue interesando, pero como espectador, no como elemento activo. He brindado apoyo a los pol¨ªticos con cuyas ideas comulgo, prestando mi nombre o ayuda financiera a sus campa?as. En estos momentos, en EE UU se ha llegado a un punto cercano a la saturaci¨®n con las elecciones presidenciales. Est¨¢ siendo una campa?a interminable.

No puedo poner fin a la entrevista sin pregunt¨¢rselo. ?Qui¨¦n va a ser el pr¨®ximo presidente de EE UU? Obama.