Una madre contra seis asesinos
Una pedagoga mexicana captura en solitario a los secuestradores de su hijo - Decenas de miles de personas se manifiestan contra la violencia
La pesadilla de Isabel Miranda comenz¨® el 12 de julio de 2005, cuando su hijo, Hugo Wallace, de 30 a?os, no lleg¨® a una cita familiar. Las llamadas al m¨®vil no encontraban respuesta. Su casa estaba vac¨ªa y en orden. La noche anterior, Hugo le hab¨ªa dicho a una amiga que iba al cine con una "nueva novia". All¨ª acudieron a buscar pistas. El estacionamiento estaba vac¨ªo. Recorrieron infructuosamente hospitales y centros de emergencia. "Ah¨ª ya me puse como loca", dice Isabel. Ciudad de M¨¦xico est¨¢ a la cabeza de secuestros en el mundo y Hugo era un pr¨®spero empresario: la familia se temi¨® lo peor.
Isabel logr¨® que la compa?¨ªa telef¨®nica le facilitara el listado de llamadas del m¨®vil de su hijo. La ¨²ltima hab¨ªa entrado a las 21.20 del 11 de julio. Localizaron la antena y sobre un mapa se dividieron los barrios en un radio de seis kil¨®metros, la zona de cobertura. "Un sobrino encontr¨® el veh¨ªculo de Hugo en la colonia Insurgentes. Estaba mal estacionado. Al verlo, me solt¨¦ a llorar".
Cortaron el cuerpo con una sierra y lo bajaron en bolsas de basura
"No parar¨¦ hasta dar con los restos de Hugo y ver a Tagle entre rejas"
Un vigilante le dijo que "una mujer alta, bustona, guapa" hab¨ªa aparcado ah¨ª. Viv¨ªa enfrente, en la calle Perugino, 6, apartamento 4. Tocaron el timbre cuando un ni?o sal¨ªa del portal. "Ahorita no te van a querer abrir, porque hubo un problema, bajaron a un muchacho herido". Espantada, Isabel llam¨® a la polic¨ªa. "En lugar de ayudar, no nos dejaron entrar en el edificio. Lo obstaculizaban todo, como si protegieran a alguien".
En ese momento la vida de esta pedagoga de 58 a?os cambi¨®. Puso una denuncia por secuestro, dej¨® su trabajo y se zambull¨® en la b¨²squeda de su hijo, con la ayuda de hermanos, sobrinos y cu?ados. Durante dos semanas vigilaron la casa, en turnos de 12 horas. "No sab¨ªamos a qui¨¦n busc¨¢bamos. Solicit¨¦ en vano una orden de registro. Un d¨ªa cambiaron la alfombra. Llamamos a la polic¨ªa. Nunca lleg¨®".
En ese tiempo hablaron con los vecinos, los recolectores de basura, la se?ora del puesto de quesadillas... Lograron saber que en ese lugar viv¨ªa una joven y su novio, un tipo mal encarado que alardeaba de su chapa de polic¨ªa. Ella era bailarina del grupo Cl¨ªmax, del Estado de Veracruz. Haci¨¦ndose pasar por secretaria de una empresa interesada en contratar al grupo, Isabel logr¨® los datos y la foto de su objetivo, Hilda Gonz¨¢lez. Y la localiz¨® en la otra punta del pa¨ªs, en Jalisco.
Isabel ya no solt¨® a su presa, que regres¨® poco despu¨¦s a la capital. Para entonces, la familia Wallace hab¨ªa recibido una foto de Hugo, tirado en el suelo y con los ojos vendados. Los secuestradores exig¨ªan 950.000 pesos.
Isabel decide enviar fuera de M¨¦xico a su marido, un contable jubilado con problemas cardiacos, y a su otra hija. No quiere m¨¢s preocupaciones. A partir de Hilda, tira del hilo y va armando el rompecabezas. Disfrazada con pelucas y almohadillas. Haciendo seguimientos. Comprando voluntades. "Aprendimos sobre la marcha, con creatividad", dice. Su hermano y un abogado amigo son sus escuderos. En las semanas siguientes han identificado al novio de Hilda: C¨¦sar Freyre, polic¨ªa del Estado de Morelos.
En noviembre se interrumpe el contacto con los secuestradores. El 10 de enero de 2006, despu¨¦s de algunos intentos fallidos, la polic¨ªa federal detiene por fin a Hilda. Freyre cae dos semanas despu¨¦s. La propia Isabel lo captura. "Mi hermano y yo nos apostamos cerca del restaurante de donde trabaja la amante. Una noche, al acabar la jornada, tom¨® un taxi. La seguimos hasta donde la esperaba C¨¦sar Freyre". Al verlos, Freyre saca una pistola, pero Isabel y su hermano se le tira encima y lo derriban. "Fue una inconsciencia. No nos mat¨® porque Dios es grande".
La trama resultar¨ªa novelesca de no ser porque el cuerpo descuartizado de Hugo Wallace yace hoy en alg¨²n lugar de la ciudad. "Lo mataron en la misma noche del secuestro. Hilda confes¨® todo. Mi hijo se violent¨® y lo golpearon. Se les fue la mano". Lavaron el cuerpo y le hicieron fotos para pedir el rescate. Despu¨¦s lo cortaron con una sierra el¨¦ctrica y bajaron los pedazos en bolsas de basura.
Entonces s¨ª, la polic¨ªa registr¨® el piso de la calle Perugino. En ¨¦l encontraron el carn¨¦ de conducir de Hugo y manchas de sangre que result¨® ser del joven. "?Siete meses despu¨¦s del secuestro! ?Nosotros hab¨ªamos dado con la casa al d¨ªa siguiente!" suspira.
Tan aterrador como el panorama que ofrecen las estad¨ªsticas de secuestros en M¨¦xico: 564 en 2005; 608 en 2006, 789 en 2007, m¨¢s de 500 en lo que va de 2008. Eso son s¨®lo los denunciados. En t¨¦rminos reales las cifras se triplican. M¨¦xico es hoy el primer pa¨ªs en secuestros, por encima de Irak. Un pa¨ªs donde hay 1.600 cuerpos policiales distintos y descoordinados, y diferentes legislaciones en los Estados. Donde el 98% de los cr¨ªmenes quedan impunes. Y en el que han muerto este a?o 3.000 personas a manos del narcotr¨¢fico.
La rutina de violencia ofrece tales episodios de brutalidad que a¨²n es capaz de horrorizar a la sociedad mexicana, como el hallazgo el jueves de 12 cuerpos decapitados en Yucat¨¢n. Las autoridades informaron ayer de la detenci¨®n de tres sospechosos.
Con el hallazgo de las manchas de sangre de su hijo, el caso apenas comenz¨® para Isabel. Hilda da los nombres de los c¨®mplices: Jacobo Tagle. Brenda Quevedo. Los hermanos Alberto y Tony Castillo Cruz.
Por esas fechas la capital mexicana se llena de anuncios gigantes con las caras de los miembros de la banda, bajo la leyenda de "secuestrador y asesino" y una recompensa a cambio de informaci¨®n. En el verano de 2006, los rostros de esos delincuentes flanquean los retratos sonrientes de los candidatos presidenciales, en plena campa?a electoral.
Todos van cayendo. Uno a uno. A Brenda le sigui¨® la pista hasta Estados Unidos. El FBI la detuvo en noviembre pasado en Kentucky. Ahora est¨¢ a la espera de que la extraditen. S¨®lo falta Jacobo Tagle. "Debe estar en Israel. Su familia es de all¨¢ y no hay acuerdo de extradici¨®n".
"Nosotros hicimos todo el trabajo. Algunos funcionarios me han ayudado, es cierto. La Procuradur¨ªa [fiscal¨ªa] nos ha apoyado. Pero la polic¨ªa no ha hecho nada", cuenta Isabel. Por el camino ha localizado a otras cuatro v¨ªctimas de Freyre, que se han unido al proceso. Ha descubierto el cad¨¢ver de un compinche de la banda, asesinado por sus c¨®mplices. Y ha destapado las conexiones del grupo con agentes policiales de Morelos y la capital.
Isabel afronta una denuncia por intento de secuestro y otra por "ensuciar el buen nombre" de Freyre en anuncios espectaculares. Nada importante, comparado con el intento de atentado que sufri¨® hace apenas dos meses, cuando unos hombres dispararon contra su veh¨ªculo.
"No parar¨¦ hasta dar con los restos de Hugo. Y hasta ver a Jacobo Tagle entre rejas". Ahora ayuda a otras personas y da conferencias. Y ha impulsado con otras organizaciones la gran marcha, con decenas de miles de participantes, de ayer en la capital. "No es una marcha m¨¢s. Es el inicio de los cambios que necesitamos. Lo que nos pasa no es solo problema de las autoridades. Tiene tambi¨¦n que ver con nosotros como ciudadanos". Otras 70 ciudades del pa¨ªs y ocho del extranjero, entre ellas Madrid, tambi¨¦n acogieron concentraciones.
Isabel se muestra esc¨¦ptica ante el reciente Acuerdo por la Seguridad firmado por todos los poderes el Estado. "No me creo el discurso pol¨ªtico. Dicen lo mismo desde hace ocho a?os. No habr¨¢ cambio sin nosotros".
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