Obama y el rey Canuto
No hay m¨¢s que mirar m¨¢s all¨¢ de la exhibici¨®n de sentimentalismo de la Convenci¨®n de Denver para ver que los puntos d¨¦biles de Estados Unidos, cada vez m¨¢s numerosos, est¨¢n presentes en todas partes
Cuando las olas gloriosas de la ret¨®rica de Barack Obama hayan pasado sobre nosotros y nos hayan dejado una sensaci¨®n c¨¢lida, refrescante y de cosquilleo, como si fu¨¦ramos unos surfistas de Hawaii, conviene que nos acordemos del rey Canuto. El d¨ªa en el que Obama gan¨® las primarias, a principios de junio, declar¨® que "dentro de muchas generaciones, podremos mirar atr¨¢s (los que tengamos la suerte de seguir con vida dentro de muchas generaciones) y decir a nuestros hijos (que para entonces, supongo, ir¨¢n apoyados en andadores) que '¨¦se fue el momento en el que la subida del nivel de los oc¨¦anos empez¨® a frenarse y nuestro planeta empez¨® a cicatrizar". Esta frase representa un r¨¦cord ol¨ªmpico de hip¨¦rbole. Qu¨¦ diferencia con el rey Canuto, que, en el siglo XI, hizo que colocaran su trono en la playa, orden¨® al mar que dejara de acercarse y se moj¨® los pies. Lo hizo (seg¨²n dice la leyenda) precisamente para mostrar a sus partidarios los l¨ªmites de su poder. Claro que Canuto no se presentaba a unas elecciones a presidente.
El poder relativo del presidente de EE UU ha disminuido, y va a disminuir todav¨ªa m¨¢s
En Georgia, Rusia se ha re¨ªdo de Washington y ha hecho trizas el acuerdo posterior a la guerra fr¨ªa
Durante las pr¨®ximas 10 semanas, Obama debe decir lo que haga falta para ser elegido y evitar todo aquello que le pueda causar problemas m¨¢s adelante, una tarea para la que es brillante, un genio que sabe inspirar sin decir nada espec¨ªfico. A la ma?ana siguiente, llamar¨¢n a Canuto. Sospecho que en el fondo, en su cabeza, si no en su coraz¨®n, Obama lo sabe. Sus libros y sus documentos pol¨ªticos detallados muestran que comprende los matices y la complejidad del mundo. Podemos confiar en que no cometer¨¢ el error de confundir su propia ret¨®rica con la realidad, as¨ª que tampoco debemos hacerlo nosotros.
Su reci¨¦n designado compa?ero de candidatura, Joe Biden, elogia al mes¨ªas de los dem¨®cratas por ser un "pragm¨¢tico lleno de lucidez" (una cualidad que no suele atribuirse a un mes¨ªas), y dice que, si Obama es presidente, tendr¨¢ la oportunidad "no s¨®lo de cambiar Estados Unidos, sino de cambiar el mundo". Y lo m¨¢s sorprendente es que eso es lo que espera una buena parte del mundo tambi¨¦n. La verdad es ¨¦sta: con mucha suerte y una participaci¨®n masiva de voluntarios y votantes j¨®venes, es posible que Obama sea elegido presidente, que supere los obst¨¢culos electorales de ser negro, inexperto, liberal (en el peculiar sentido estadounidense y contempor¨¢neo del t¨¦rmino) e intelectual. S¨®lo por ser elegido y por ser quien es, ya lograr¨ªa cambiar Estados Unidos y la imagen que el mundo tiene de Estados Unidos. Ahora bien, cambiar el mundo es otra cuesti¨®n.
La sensibler¨ªa es un ingrediente b¨¢sico de la pol¨ªtica estadounidense, y no hay una exhibici¨®n sensiblera m¨¢s untuosa que una convenci¨®n dem¨®crata. Pero lo que dijo su mujer, Michelle, en un discurso lleno de sentimentalismo, contiene una conmovedora parte de verdad. El hecho de que "una chica del sur de Chicago y el hijo de una madre separada de Hawaii" hayan podido llegar hasta donde han llegado representa todo lo que de bueno y esperanzador tiene Estados Unidos. Despu¨¦s de West Side Story, un mundo invadido de cultura estadounidense se emociona con la South Side Story. Una historia que, en realidad, son dos: la de ¨¦l y la de ella, ahora mezcladas en sus hijas, Malia y Sasha.
Cuando los estadounidenses dicen "raza", quieren decir m¨¢s cosas de las que encierra ese t¨¦rmino para los europeos. "Raza" significa el legado de generaciones de esclavitud y una segregaci¨®n asombrosamente reciente. Obama acept¨® su designaci¨®n como candidato el jueves 28 de agosto, el d¨ªa en el que se cumpl¨ªa el 45? aniversario del hist¨®rico discurso Tengo un sue?o, de Martin Luther King. Hace s¨®lo 45 a?os, la igualdad b¨¢sica de los ciudadanos era s¨®lo un sue?o. Por tanto, la primera historia es que Obama tiene en su casa a una descendiente de esclavos que podr¨ªa llegar a ocupar la Casa Blanca. Despu¨¦s de Colin Powell y Condoleezza Rice en el Departamento de Estado, ¨¦sta es la ¨²ltima frontera. Y la segunda historia es la suya, la del v¨¢stago de un padre keniano que emigr¨® y una madre estadounidense blanca, con ra¨ªces familiares en muchas culturas. Un hijo de nuestro mundo, cada vez m¨¢s mezclado, que ahora tiene posibilidades de convertirse en el hombre m¨¢s poderoso.
El m¨¢s poderoso, s¨ª, pero menos, en t¨¦rminos relativos, que la mayor¨ªa de sus predecesores desde 1945. Porque ¨¦se es otro factor que define el momento de Obama: que el poder relativo del presidente de Estados Unidos de Am¨¦rica ha disminuido, est¨¢ disminuyendo y va a disminuir todav¨ªa m¨¢s. No hay m¨¢s que ver lo que ocurre fuera de la burbuja electoral norteamericana. En Georgia, Rusia se ha re¨ªdo de Washington y ha hecho trizas los t¨¦rminos del acuerdo posterior a la guerra fr¨ªa. En Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, los extremistas isl¨¢micos son cada vez m¨¢s fuertes, no m¨¢s d¨¦biles, y estamos pagando el precio de la loca aventura de Bush en Irak.
En los Juegos de Pek¨ªn, China ha proclamado su pac¨ªfica reaparici¨®n como potencia mundial de forma espectacular. Las masas de acr¨®batas, tamborileros y bailarines en el estadio del Nido, en una exhibici¨®n m¨¢s hollywoodiense que el propio Hollywood, transmitieron un mensaje m¨¢s poderoso que cualquier carro de combate ruso. Y el mundo ha recibido el mensaje. Ya antes de los Juegos, el Proyecto sobre Actitudes Mundiales de Pew public¨® los extraordinarios resultados de una encuesta en la que se preguntaba a gente de 24 pa¨ªses si China va a sustituir o ha sustituido ya a Estados Unidos como primera superpotencia mundial. Pocos pensaban que ya lo ha sustituido, pero aproximadamente la mitad de los franceses, alemanes, brit¨¢nicos, espa?oles y australianos -por no hablar de los propios chinos- cre¨ªa que lo har¨¢ en el futuro. M¨¢s sorprendente a¨²n: lo dec¨ªa tambi¨¦n uno de cada tres estadounidenses. Y en pol¨ªtica exterior, como en los mercados financieros, la percepci¨®n es una parte importante de la realidad.
Mientras tanto, las negociaciones del comercio mundial han fracasado, por la incapacidad de los pa¨ªses desarrollados y los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo de llegar a un acuerdo. Estamos muy lejos de cumplir los "objetivos de desarrollo del milenio" de la ONU para ayudar a los pobres y enfermos del mundo. No se est¨¢n tomando las medidas necesarias para reducir -sobre todo, en las econom¨ªas asi¨¢ticas en crecimiento- las emisiones de carbono. Los casquetes polares siguen derriti¨¦ndose. No se est¨¢ haciendo lo suficiente, ni mucho menos, para detener la subida del nivel de los oc¨¦anos. No est¨¢ claro c¨®mo va a ser posible que cambie esa situaci¨®n ni siquiera con una transformaci¨®n radical de la pol¨ªtica estadounidense. Michelle Obama habl¨® con elocuencia sobre el deseo de su marido de cambiar "el mundo tal como es" hacia "el mundo tal como deber¨ªa ser". Pero la capacidad de Washington de hacer algo as¨ª es mucho menor que en los a?os cuarenta, e incluso que en los noventa, cuando Bill Clinton tuvo la suerte de entrar en la historia.
Los puntos fuertes que ten¨ªa Estados Unidos tampoco son ya lo que eran. En la crisis actual del turbocapitalismo, vemos c¨®mo bancos de bandera estadounidense corren a pedir ayuda a los fondos soberanos de Oriente Pr¨®ximo y el este asi¨¢tico. El mercado estadounidense de la vivienda est¨¢ a punto de derrumbarse. El empleo est¨¢ dif¨ªcil. La clase media est¨¢ qued¨¢ndose sin cobertura sanitaria y entrando en la pobreza. Mientras se despilfarraban miles de millones de d¨®lares en Irak y en maquinaria digna de Terminator IV para el Ej¨¦rcito m¨¢s poderoso que ha conocido el mundo, cualquiera que pase tiempo en Estados Unidos puede ver que las infraestructuras civiles est¨¢n vini¨¦ndose abajo. ?ste no es un pa¨ªs que hoy pueda "pagar cualquier precio, soportar cualquier carga", como dec¨ªa la inspiradora ret¨®rica con la que el hermano mayor del senador Edward Kennedy emocion¨® en otro tiempo al mundo.
Estados Unidos sigue teniendo muchas cosas extraordinarias. Una de las mejores es su capacidad de atraer a los hombres y mujeres m¨¢s inteligentes, emprendedores y llenos de energ¨ªa de todo el mundo para darles la libertad y la oportunidad de aprovechar su talento al m¨¢ximo. Gente como Barack Obama. Como hombre, Obama encarna las cosas buenas que sigue teniendo Estados Unidos. Como presidente, tendr¨¢ que enfrentarse a sus puntos d¨¦biles, cada vez m¨¢s numerosos.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford y miembro de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford. www.timothygartonash.com. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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