Ajuste en el empleo
Se inicia la concertaci¨®n social bajo la presi¨®n de un r¨¢pido e inquietante crecimiento del paro
La manifestaci¨®n m¨¢s inquietante del deterioro de la econom¨ªa espa?ola es que en pocos meses hemos pasado de una tasa de paro similar a la media europea (en torno al 8%) a volver a singularizarnos como el pa¨ªs con m¨¢s paro de la eurozona. Los m¨¢s de 2,5 millones de parados registrados en los servicios p¨²blicos de empleo en agosto constituyen la mayor cifra desde febrero de 1998 y representa un incremento de 103.085 personas, el 4,2% sobre el mes anterior.
Como era de esperar, ha sido la construcci¨®n el sector que en mayor medida ha contribuido a ese aumento del desempleo: se ha incrementado un 9,9%, sin que de ning¨²n modo pueda darse por concluido el ajuste. Complementaria con ese registro de paro es la adversa evoluci¨®n de la afiliaci¨®n a la Seguridad Social. En agosto, la cifra media baj¨® en 244.000 personas hasta situarse en 19,1 millones de trabajadores inscritos. Es el mayor descenso desde 2001.
Lo peor es que no resulta posible anticipar el final de esa senda destructora de empleo. En primer lugar, porque las razones que amparan la profundizaci¨®n de la crisis econ¨®mica siguen vigentes. Lo es la crisis crediticia global y su particular impacto en la econom¨ªa espa?ola, pero tambi¨¦n la ausencia de sectores con el dinamismo y competitividad suficientes para que, a trav¨¦s de las ventas al exterior, compensen, aunque sea parcialmente, el hundimiento de todos los componentes de la demanda interna.
No son problemas ¨²nicos de la econom¨ªa espa?ola, pero es ¨¦sta la que hoy tiene unas mayores necesidades de financiaci¨®n en comparaci¨®n a otros casos similares, como nos recuerda el abultado d¨¦ficit por cuenta corriente de la balanza de pagos. Si no se act¨²a sobre este estrangulamiento, expl¨ªcito desde el verano pasado, la econom¨ªa espa?ola, y en concreto su mercado de trabajo, va a sufrir las consecuencias de la crisis global en mucha mayor medida que las dem¨¢s. Lo veremos en los pr¨®ximos datos de desempleo, pero tambi¨¦n en ese sector exterior cuyo desequilibrio no s¨®lo refleja ya una mayor demanda interna, sino una econom¨ªa insuficientemente moderna.
La experiencia demuestra que las reformas consensuadas son m¨¢s eficaces; hoy mismo se re¨²ne el ministro de Trabajo con sindicatos y patronales para establecer un cuadro de prioridades respecto a las reformas m¨¢s urgentes. La situaci¨®n es lo suficientemente seria (y enrevesada, con males que requieren terapias en parte contradictorias) como para que, en lugar de enredarse en mil propuestas, los agentes sociales seleccionen unas pocas medidas realistas, tanto en el sector p¨²blico como en el privado, con el compromiso de aplicarlas hasta el final. Por ejemplo, hacer lo posible por liberar las restricciones de cr¨¦dito e intensificar la inversi¨®n p¨²blica, no el gasto corriente, son decisiones m¨¢s sensatas que unos tard¨ªos cantos gen¨¦ricos a la austeridad.
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