El derecho a la memoria urbana
Entre los nuevos derechos a reclamar est¨¢ el derecho a hacer visible la memoria de los movimientos sociales urbanos, algo que puede parecer obvio, pero que es negado en la medida que la memoria de las reivindicaciones vecinales va siendo sistem¨¢ticamente borrada. De esta manera, parece que la ciudad, tal como es, es un resultado natural: as¨ª ha sido planificada y construida. Se olvida que uno de los motores esenciales de las mejoras sociales y de una parte importante de los edificios y espacios p¨²blicos son los movimientos urbanos, cuya memoria el poder tiende a ir lavando y blanqueando, construy¨¦ndose una historia falsa, que lleva a presentar hoy una Barcelona burguesa del modernismo, de la que se ha borrado la memoria industrial y obrera de los barrios que la hicieron posible, como si la arquitectura de los propietarios hubiera salido de una riqueza innata, heredada o nobiliaria.
Detr¨¢s de cada parque o de cada conjunto patrimonial que se salva hay un movimiento vecinal
Tal como se?alaba la exposici¨®n En transici¨®n en el CCCB, un proceso emblem¨¢tico en la Catalu?a de la transici¨®n fue la defensa de la calidad de la ense?anza p¨²blica, culminando en luchas como la que entre 1974 y 1977 consigui¨® que se construyera una nueva escuela p¨²blica en los terrenos de la antigua f¨¢brica Pegaso en Sant Andreu.
De la misma manera que no podemos olvidar que el parque Catalunya, en Sabadell, existe porque la asociaci¨®n de vecinos de la Creu Alta luch¨® durante a?os, desde 1977, para que no se construyeran viviendas en esta reserva de suelo verde, con manifiestos y campa?as, plantadas de ¨¢rboles reprimidas por la polic¨ªa y acciones simb¨®licas como enterrar un autom¨®vil para demostrar que el terreno era s¨®lo de los peatones.
O que el actual Museo de la Ciencia y la T¨¦cnica de Catalu?a en Terrassa, en el vapor Aymerich, Amat i Jover, que hoy celebramos como joya del modernismo catal¨¢n, obra de Llu¨ªs Muncunill, ten¨ªa en 1970 un proyecto por el que iba a ser derribado en su totalidad para hacer viviendas de promoci¨®n privada, y la movilizaci¨®n de la sociedad civil -vecinos y t¨¦cnicos- consigui¨® pararlo en 1975 y que se fueran salvando paulatinamente partes de la antigua f¨¢brica hasta que se salv¨® toda y fue adquirida por la Generalitat de Catalu?a en 1983, y se convirti¨® en sede del museo.
Por lo tanto, detr¨¢s de cada parque, de cada equipamiento o de cada conjunto patrimonial que se salva hay, generalmente, un movimiento vecinal que no se debe olvidar, una memoria que en Barcelona tiene expresi¨®n en la revista de la FAVB, La Veu del carrer y que han mantenido viva art¨ªculos y libros de personas admirables como el desaparecido Josep Maria Huertas Claver¨ªa.
Tambi¨¦n en la Barcelona actual hay ejemplos que son resultado de reivindicaciones. El llamado forat de la vergonya en Ciutat Vella no ser¨ªa hoy la plaza de la diversidad y la convivencia que es, m¨¢s all¨¢ de algunos errores como los huertos comunitarios mal situados, si no llega a ser porque los vecinos, en una lucha que fue duramente reprimida, no se hubieran enfrentado a que all¨ª hubiera un aparcamiento. Incluso la parte representativa del conjunto fabril de Can Ricart que se ha salvado y se ha convertido en BCIN, a pesar de la destrucci¨®n de algunas partes imprescindibles, lo ha sido gracias a la larga lucha de sus antiguos trabajadores, de los vecinos y de las plataformas de apoyo, cuando el proyecto inicial s¨®lo preve¨ªa mantener una torre y una chimenea.
Cada uno de estos casos demuestra que el resultado final no acostumbra a ser ni tal como se proyect¨®, sin haber tenido en cuenta a los vecinos y el contexto, pero tampoco ha sido exactamente tal como so?aron y reclamaron sus habitantes. En cada caso ha habido un proceso de pugna y negociaci¨®n, de transformaci¨®n y revisi¨®n de proyectos, que ha llevado a resultados h¨ªbridos, en los que ninguna de las partes se puede apuntar victorias o derrotas rotundas. Y as¨ª es como se construye la ciudad, dial¨¦cticamente, a partir de los conflictos.
Por esto es tan importante reclamar el derecho a mantener la memoria de estos movimientos, en los medios de informaci¨®n progresistas, en las investigaciones universitarias o en las actividades de los grupos alternativos, construyendo historias que se centren en los actores reales de la ciudad y del territorio. Sino, las administraciones y el silencio de los medios dominantes de informaci¨®n conseguir¨¢n acabar borrando la memoria cr¨ªtica y haci¨¦ndonos creer que siempre se hab¨ªa proyectado as¨ª y que no hubo ni lucha ni reivindicaci¨®n alguna.
Josep Maria Montaner es arquitecto y catedr¨¢tico de la Escuela de Arquitectura de Barcelona (UPC).
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