Usted no va a creer esto
Hace a?os, durante mi intensa etapa de abogado defensor, sol¨ªa acudir a unas charlas entre compa?eros que se organizaban en el Colegio de Abogados, y que versaban sobre derecho penal, procesal, etc¨¦tera. Las reuniones ten¨ªan un nombre la mar de sugestivo: "Caf¨¦ criminal". En aquellas reuniones quedaba siempre claro que ante los tribunales s¨®lo se pod¨ªa hablar de cosas probadas, o sea cosas que existen.
Pues bien, ahora que la actividad judicial se reanuda en pleno, voy a permitirme hablar de cosas que existen (las he vivido yo mismo), pero que no podr¨ªa probar nunca. Les juro que son ciertas. Lo juro, lo juro y lo juro.
La primera me sucedi¨® hace a?os, en verano. Yo estaba durmiendo solo en casa, porque ten¨ªa la familia fuera. De pronto tuve un sue?o extra?¨ªsimo: yo estaba en la calle y se me aparec¨ªa con toda normalidad un gran amigo que hab¨ªa muerto poco antes. Para que me crean, les dar¨¦ su nombre: era un hombre fant¨¢stico y se llamaba Juan Gasc¨®n Pedro. Lleno de alegr¨ªa, fui a abrazarle y ¨¦l me recrimin¨® que estuviera casi desnudo en la calle, es decir, s¨®lo en calzoncillos. Sentirme as¨ª me dio tanta verg¨¹enza que despert¨¦ de pronto. De la l¨¢mpara del dormitorio sal¨ªa humo. Se estaba produciendo un cortocircuito. Tuve tiempo justo para ir hasta el contador, porque de lo contrario habr¨ªa muerto.
La segunda cosa me ocurri¨® en la antigua Radio Espa?a en La Rambla, donde yo colaborara. Mientras esperaba mi turno, asist¨ª a una charla sobre adivinaci¨®n del porvenir. Una astr¨®loga recib¨ªa las consultas por tel¨¦fono, preguntaba la edad y signo del zodiaco, manejaba las cartas y daba una respuesta sobre el problema planteado. Recuerdo la quietud de la sala, el tedio de la ma?ana, pero sobre todo una cosa: aquella mujer desconocida ten¨ªa los ojos m¨¢s profundos e inquietantes que he visto jam¨¢s.
Al terminar le dije que su programa era muy bueno, pero que yo no cre¨ªa nada: "No se ofenda, pero todo es ficticio. No es posible que con esos datos adivine usted nada".
"Por favor -respondi¨®- acomp¨¢?eme a un despacho solitario y le adivinar¨¦ cosas. Entonces usted creer¨¢". En plan un poco de broma le dije que no ten¨ªa ning¨²n problema que resolver, y le di mis datos. "No es verdad -me dijo al cabo de un instante-; usted tiene tres problemas: uno laboral, uno judicial y otro familiar". Empec¨¦ a preocuparme, porque yo no le hab¨ªa dicho nada. Y resultaba que todo era verdad... "El laboral se resolver¨¢ bien -me inform¨®-: deje pasar el tiempo". En efecto, con un cambio de director en mi peri¨®dico yo me sent¨ªa inc¨®modo, y no sab¨ªa si cambiar de trabajo. Deje pasar sencillamente el tiempo y se resolvi¨®. "El judicial le da mucho miedo, pero tambi¨¦n se resolver¨¢", dijo ella. Lo cierto es que yo hab¨ªa escrito un art¨ªculo contra una peligrosa secta, y ¨¦sta me hab¨ªa demandado, pidiendo una indemnizaci¨®n de 16 millones que, naturalmente, yo no ten¨ªa. Pasado poco tiempo, el juicio sali¨® bien, y la secta fue condenada incluso en costas.
El tercer caso, del que yo no quer¨ªa hablar, marc¨® mi vida. Yo estaba a punto de tener mi primer y hasta ahora ¨²nico nieto, y l¨®gicamente tem¨ªa por las circunstancias del parto. La mujer de los ojos profundos me dijo: "Algo ir¨¢ mal. Prefiero no hablarle de esto". Poco despu¨¦s, muchas cosas se rompieron para siempre en mi interior, porque la vida se transform¨® en muerte.
Dejen que pase ahora a algo m¨¢s inquietante a¨²n. Como todo sabemos, se dice que los viejos castillos guardan al menos un fantasma, y existe la tradici¨®n de que uno de ellos vive en el antiguo castillo de Cardona, hoy parador de turismo. La antiqu¨ªsima casa Bodegas Torres desarrolla una gran actividad cultural, y una noche organiz¨® unas charlas para periodistas, en el parador de Cardona. Hab¨ªa mucha gente notable, entre ella el escritor Mauricio Wiesenthal.
Fueron muy amables y me asignaron una suite para m¨ª solo. Todo era muy c¨®modo, pero hacia las dos de la madrugada empezaron a arrastrar muebles en la habitaci¨®n de arriba. Era escandaloso: sillas, butacas, la cama... No me atrev¨ª a protestar en atenci¨®n a la hora, pero a la ma?ana siguiente dije en direcci¨®n lo que hab¨ªa ocurrido y me quej¨¦. "Es imposible, se?or -me contestaron-. La habitaci¨®n de arriba estaba vac¨ªa. Procuramos no alquilarla casi nunca...".
Ahora, amigo m¨ªo, va usted a un juez y le explica todo esto.
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