Rescatador de frutas olvidadas
Antonio Correa recupera en I?¨¢s ¨¢rboles aut¨®ctonos en riesgo de desaparici¨®n
A la finca de Molina es obligado venir con un caj¨®n en el maletero. Acorralados por el nuevo pol¨ªgono comercial de I?¨¢s, en el municipio coru?¨¦s de Oleiros, entre hipermercados que traen de Chile u Holanda Granny Smith y Royal Gala, resisten a los planes urban¨ªsticos 60.000 metros cuadrados de huerta y de arbolado. La finca est¨¢ coronada por una casa antigua y se?orial que sigue decorada como cuando se estren¨®, y los ¨¢rboles dan tanta fruta que nunca se da comido. Ante la fachada principal, a los pies de los pilares que sostienen la galer¨ªa, en vez de un jard¨ªn franc¨¦s crecen tomates de kilo y pico de peso y repollos de un metro de di¨¢metro que una vez limpios rondar¨¢n los seis kilos. Los ejemplares m¨¢s perfectos aparecen marcados con un lazo amarillo. Es la se?al de la fruta prohibida en el particular para¨ªso de Antonio Correa. El se?or de la casa selecciona as¨ª, gen¨¦ticamente, los frutos. No se pueden coger ni comer, porque sus semillas servir¨¢n para mejorar (aunque parezca imposible) la cosecha el a?o que viene. Pero todo lo que no lleva lazada es igual de tentador, y est¨¢ ah¨ª pidiendo que alguien se lo lleve a la boca. Por eso se agradecen tanto las visitas con caja en la Casa de Molina.
La se?al del fruto prohibido es un lazo amarillo. No se puede coger ni comer
En aquel lugar donde no se conservan bien los jamones no se dan los melocotones
Al jard¨ªn que hered¨® de sus abuelos la mujer de Antonio, se llega por una avenida de casta?os. El portal¨®n de entrada viene despu¨¦s, y el rescatador de especies aut¨®ctonas que han ca¨ªdo en el olvido recibe a las visitas donde arranca un paseo de boj. "?Anda!, como el de San Sim¨®n", se comenta. "Dicen que ¨¦ste de aqu¨ª tiene m¨¢s de 300 a?os. Y que es el m¨¢s antiguo de Galicia" aunque el de la isla se lleve la fama, responden. Las ramas gruesas de los arbustos se retuercen formando un arco sobre las cabezas de los visitantes y conducen, a lo largo de un bosque de ¨¢rboles ornamentales a¨²n pendientes de que la Xunta los catalogue como senlleiros, hasta el sancta sanctorum de la finca: la plantaci¨®n de frutales, el invernadero y el rinc¨®n en el que Antonio, que en realidad es lucense, supervisa los nuevos injertos de manzanos, perales, ciruelos y c¨ªtricos en maceta. Al fondo, atados a la tierra, pero en el cielo, flotan varios globos de colores con formas de monstruos orientales. "Son para los arrendajos, pero los arrendajos son list¨ªsimos: no se espantan por nada y bajan a comer la fruta aunque est¨¦ verde".
El af¨¢n por salvar de la extinci¨®n las variedades aut¨®ctonas se lo contagi¨® su t¨ªo Isaac. Antonio andaba detr¨¢s de una manzana roja. Una en concreto. Y su t¨ªo le advirti¨®: "Manzanas rojas hay 200 variedades. Si t¨² quieres un ¨¢rbol, tienes que hac¨¦rtelo". Antonio empez¨® ensayando injertos a los 15 a?os en una finca de Baralla y ahora, cumplidos los 63, adem¨¢s de esa manzana (hoy conocida entre los amigos como Roja Molina), cultiva otras 20 variedades, y tambi¨¦n unos 15 tipos distintos de pera (incluidas tres tonalidades distintas de las de Urraca), dos de peladillos, siete de melocotones y pav¨ªas, seis de ciruelas y fatones, tres de naranjas y mandarinas e incluso un tipo de lima rar¨ªsima que descubri¨® en Bri¨®n, un c¨ªtrico en forma de coraz¨®n, de cuyo centro emerge un pico muy prominente y que Antonio bautiz¨® como lima Santa Minia, por la finca en la que la encontr¨®.
De aquel lugar tambi¨¦n rescat¨® una variedad de naranja Sanguina que est¨¢ entre sus descubrimientos preferidos junto a la pav¨ªa de Quiroga, la claudia Abridora de Ba?obre (Mi?o), la otra que recuper¨® del pazo de Alsina (Oleiros), el melocot¨®n de Cortegada, la enorme y dorada pera de Ronfe (L¨¢ncara) o el pexego Borracho, color vino tinto por dentro y por fuera, que ya "no queda en ning¨²n lado" y que hall¨® en Carnoedo (Sada). De todos los ¨¢rboles saca hijos que luego regala.
La mejor fruta aut¨®ctona, explica el rescatador del patrimonio gallego de huerta, est¨¢ en los monasterios, en los pazos y en fincas con solera, que plantaron sus frutales antes de que los viveros se dedicasen masivamente a importar ¨¢rboles programados para dar fruta cinco a?os y morir despu¨¦s. Pero el mejor verde est¨¢ en las leiras remotas. Antonio asegura que no existen en el mundo mejores jud¨ªas que las de Grolos (cerca de Gunt¨ªn), ni mejores repollos que los ejemplares gigantes que cultiva la se?ora Mar¨ªa de Gerardo en Mondo?edo y que aqu¨ª, en I?¨¢s, crecen igual de bien con una generosa dosis de nitr¨®geno en la tierra. Antonio s¨®lo se queja de una cosa: el regato que cruza la finca de Molina "mete mucha humedad", y "esto es malo para la fruta de hueso con pelo y para los jamones".
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