Sentimiento y raz¨®n
Dicen de los impulsos pol¨ªticos que ¨¦stos se componen, en proporciones indefinidas, de sentimiento y de raz¨®n. En el caso de la reivindicaci¨®n de un mejor sistema de financiaci¨®n para Catalu?a, ambos suman en proporciones may¨²sculas.
Por una parte, la raz¨®n de los hechos, de los datos econ¨®micos y de una ley org¨¢nica del Estado. Por la otra, el sentimiento de maltrato econ¨®mico permanente, de enga?o por las reiteradas promesas nunca cumplidas, de falta de respeto hacia las instituciones catalanas y los ciudadanos, y la intolerable injusticia de ser acusados de insolidarios y victimistas.
No es extra?o, por tanto, que pese a todas las desconfianzas, las principales fuerzas pol¨ªticas catalanas planteen una unidad de acci¨®n en este proceso. Quien no acabe de entender la situaci¨®n puede repasar la historia de la humanidad para recordar la cantidad de revueltas que han tenido lugar por los abusos impositivos. Y luego volver al presente para tener en cuenta que Catalu?a, cual diezmos feudales modernos, con el sistema actual destina cerca del 10% de su PIB a financiar servicios que otras comunidades aut¨®nomas ofrecen gratuitamente mientras que el Gobierno de la Generalitat no dispone de recursos para hacerlo, como puedan ser los libros de texto escolares y la atenci¨®n dental.
Aquellos que acusan a Catalu?a de ser una comunidad rica deber¨ªan saber que eso no se traduce en una comunidad de ricos. Al carecer de recursos p¨²blicos suficientes, se reducen los procesos de distribuci¨®n de riqueza, lo que da lugar a ese mill¨®n de catalanes en situaci¨®n de pobreza. Este hecho, sin embargo, causa poca preocupaci¨®n social en aquellos que en otras comunidades dicen defender los derechos de las personas y no de los territorios.
Los ciudadanos de Catalu?a se ven obligados a pagar peajes en servicios b¨¢sicos, y no s¨®lo en las autopistas, incluido un recargo en la gasolina para poder financiar la sanidad p¨²blica de un pa¨ªs que en ocho a?os ha pasado de seis a siete millones y medio de habitantes, con el sobreesfuerzo que ello ha generado en el sistema educativo, el sanitario o el de los servicios sociales.
Catalu?a se ve lastrada por una excesiva solidaridad forzosa a la que el Gobierno del Estado espa?ol se niega a poner l¨ªmite, aun cuando ello est¨¦ perjudicando de manera evidente el bienestar de los catalanes y el desarrollo socioecon¨®mico del pa¨ªs.
El mismo Gobierno que negaba la crisis econ¨®mica, pese a todas las se?ales que apuntaban en ese sentido, parece empe?arse ahora en ignorar la crisis sociopol¨ªtica que se avecina si se mantiene a Catalu?a en la situaci¨®n de agravio en la que se encuentra. Cuando el sentimiento y la raz¨®n coinciden como en este momento, incluso el m¨¢s callado acaba alzando con autoridad su voz de protesta.
Ante todo ello, es significativo que haya quien invoque a intereses de partido para advertir y amenazar de las consecuencias de la unidad de acci¨®n de los partidos catalanes. Poner unas siglas por delante de las necesidades de los catalanes revela una perversa escala de valores. Lo m¨¢s destacable, sin embargo, es que con sus palabras ha expuesto sin matices la responsabilidad de los representantes pol¨ªticos catalanes. En el resultado del proceso, deber¨¢n demostrar sin atisbo de dudas si han defendido al pueblo al que representan o lo han subordinado a sus intereses de partido. Y cuando lo que se est¨¢ pidiendo no es la soluci¨®n definitiva, sino que se est¨¢ luchando por los m¨ªnimos necesarios para el pa¨ªs, cualquier paso atr¨¢s respecto a lo que ya fue rebajado durante el proceso estatutario se evidenciar¨¢ como una renuncia en la defensa de Catalu?a.
A su vez, no debe olvidarse que, m¨¢s all¨¢ de una u otra forma de Estado, la mayor¨ªa de los catalanes no piensa renunciar a ser y a existir con identidad cultural y pol¨ªtica propia. Es esa voluntad de ser, de libertad, la que define la Diada del Onze de Setembre, la fiesta nacional de Catalu?a, en la que recordamos los hechos de 1714 y celebramos que, pese a represiones e imposiciones, perviven nuestra lengua, nuestra identidad y nuestra voluntad de ser pol¨ªticamente libres para decidir nuestro futuro.
La Diada de hoy, por tanto, ser¨¢ un homenaje a los que lucharon en el pasado por nuestra libertad, pero tambi¨¦n una reivindicaci¨®n de los derechos y las libertades de los catalanes en clave de presente y de futuro. Esta reivindicaci¨®n ir¨¢ creciendo en los pr¨®ximos meses si el Gobierno del Estado persiste en negar aquello que es ley, que es justo, que ya aceptaron y que Catalu?a necesita.
Bona Diada!
Ernest Benach i Pascual es presidente del Parlament de Catalu?a.
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