Estamos peor preparados
El 80% de los j¨®venes de la Uni¨®n Europea entre 25 y 34 a?os tiene bachillerato superior o formaci¨®n profesional superior. En Alemania es el 84%, y en Francia, el 82%, igual que en Irlanda. En Espa?a no supera el 64%. Es decir, existe un desfase de nada menos que 20 puntos con Alemania y de 16 con la media europea. No estamos hablando de bajos niveles educativos heredados del franquismo (en el tramo de edad entre 55 y 64 a?os, la diferencia con Alemania llega a unos escalofriantes 52 puntos). No, esto son datos que se refieren a j¨®venes europeos en plena vida laboral.
Dicho pronto y sin tapujos: los espa?oles en edad de trabajar tienen un nivel educativo inferior, saben menos cosas y est¨¢n sensiblemente menos preparados que la media de los trabajadores europeos de su misma generaci¨®n. Son p¨¦simas noticias que, sin embargo, no parecen poner nervioso a nadie en este pa¨ªs. Estamos encantados de habernos conocido, de nuestros progresos y de nuestra elevada poblaci¨®n universitaria (superior incluso a la media de la UE). Pero todos los expertos saben que vamos demasiado despacio en educaci¨®n secundaria superior y que es precisamente ah¨ª donde se juega el futuro.
Es curioso, porque los ciudadanos que escucharon a sus representantes en el Congreso de los Diputados el pasado mi¨¦rcoles a prop¨®sito de la crisis econ¨®mica podr¨ªan haber sacado otra conclusi¨®n. De hecho, en lo ¨²nico en que todos ellos parecieron estar de acuerdo es en que Espa?a necesita un cambio en el modelo de crecimiento, de manera que no se base muy preferentemente en el sector inmobiliario, sino en ¨¢reas m¨¢s relacionadas con el conocimiento, el desarrollo y la investigaci¨®n. Todos ellos deben ser conscientes de que no hay forma de cambiar el modelo de crecimiento sin cambiar, precisamente, ese p¨¦simo dato educativo. No podemos competir con el resto de Europa si la realidad sigue siendo la que es: sabemos menos y estamos menos preparados.
Nadie habl¨® de esto en el debate parlamentario del mi¨¦rcoles. Nadie anunci¨® ni exigi¨® que la crisis y los recortes presupuestarios que, sin duda, habr¨¢ que soportar el a?o que viene, no afecten a la inversi¨®n en educaci¨®n (que sigue estando por debajo de la media de la OCDE). Nadie pidi¨® que, bien al contrario, se realice un esfuerzo suplementario, sacando el dinero de donde haga falta, incluso aumentando el d¨¦ficit, para reactivar todos los planes educativos y apostar por una educaci¨®n secundaria superior, que sea capaz de acortar esas distancias a plazo fijo. Nadie analiz¨® la crisis desde este punto de vista y nadie llam¨® la atenci¨®n sobre lo que deber¨ªan ser dos objetivos inmediatos e insoslayables: reducir el abandono escolar (un 30% de los chicos y chicas espa?oles no consigue alcanzar los niveles de ESO, la ense?anza obligatoria) y aumentar el n¨²mero de muchachos y muchachas que se apuntan y superan la ense?anza secundaria superior, sea en bachillerato, sea en formaci¨®n profesional. Sin eso, sin corregir esos dos datos, no ser¨¢ posible adaptarse a la nueva sociedad globalizada, ni aumentar la famosa productividad, ni hacer frente a futuras crisis.
Los datos hechos p¨²blicos esta semana por la OCDE son preocupantes: una quinta parte de la poblaci¨®n espa?ola entre 15 y 19 a?os no recibe ning¨²n tipo de formaci¨®n, el octavo porcentaje m¨¢s alto de toda la OCDE (el 20,5% de j¨®venes espa?oles frente al 12,5% de media de la Uni¨®n Europea). Y lo que es peor: "Un examen detenido de la tendencia en esos datos en el periodo 1995-2006 indica que las mejoras son muy lentas (dos puntos en diez a?os)".
La ¨²nica alegr¨ªa entre tanta estad¨ªstica adversa es la que proporciona saber que Espa?a ofrece un acceso a la educaci¨®n secundaria y universitaria m¨¢s equitativa que muchos otros pa¨ªses del mundo, incluidos Francia o Alemania. El 40% de los estudiantes en educaci¨®n superior procede de familias definidas como blue collar; es decir, trabajadoras. Quiere decirse que, desde ese punto de vista, la movilidad intergeneracional espa?ola es considerable.
PD: ?Ser¨ªa posible que, entre todos, dej¨¢ramos de hablar de "castraci¨®n qu¨ªmica" a la hora de referirnos a los tratamientos m¨¦dicos que se ofrecen a delincuentes sexuales, como violadores o pederastas activos, como medio para acortar su condena o para asegurar su no reincidencia? La palabra "castraci¨®n" tiene una connotaci¨®n violenta que no se corresponde con los tratamientos que realmente se barajan en esos casos. De hecho, algunos de ellos son empleados ya con normalidad para disminuir el impulso sexual en casos de c¨¢ncer de pr¨®stata, y a nadie se le ocurre hablar en esos casos de "castraci¨®n". De hecho, todos los vadem¨¦cum internacionales registran la existencia de un medicamento denominado Androcur, que se recomienda m¨¦dicamente desde hace mucho tiempo para "reducir el impulso sexual desviado".
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