El furor intransigente de los cl¨¦rigos
Las reflexiones del profesor y erudito George Steiner sobre la novela, el yo, la memoria, la tecnolog¨ªa y el imprevisible destino de nuestra cultura condensan su enciclop¨¦dica y admirada indagaci¨®n cr¨ªtica pero s¨®lo uno de sus recientes comentarios ha excitado la atenci¨®n de los lectores espa?oles. Alertados por la difusi¨®n que El Pa¨ªs Semanal dio a las declaraciones de George Steiner, una autoridad en el estudio de la riqueza multiling¨¹e europea, los miembros del PEN Club de Galicia se apresuraron a condenar con extremada dureza las poco condescendientes alusiones que Steiner dedica a la lengua gallega.
"?No me compare el catal¨¢n con el gallego!", dice Steiner a su entrevistador. "El catal¨¢n -a?ade- es un idioma importante, con una literatura impresionante".
Algunos galleguistas dan a su lengua rango sacramental y consideran sacr¨ªlega cualquier cr¨ªtica
La reacci¨®n de los poetas, ensayistas y novelistas reunidos en el PEN Club gallego no se hizo esperar y cuatro d¨ªas despu¨¦s de publicada la entrevista arremetieron contra el "octogenario desinformado" que tan grave afrenta tuvo la osad¨ªa de cometer. El manifiesto embiste tambi¨¦n contra Juan Cruz, el autor de la entrevista, reproch¨¢ndole no haber puesto "remedio" a las opiniones del influyente intelectual europeo.
El manifiesto urgente del PEN Club gallego incluye amonestaciones que deber¨¢n ser objeto de un detallado an¨¢lisis por parte de los aludidos pero su contribuci¨®n al debate contempor¨¢neo se ci?e a un ins¨®lito eufemismo: el periodista deber¨ªa haber censurado a George Steiner remediando sus respuestas.
Es probable que a estas horas los autores del manifiesto todav¨ªa est¨¦n celebrando haber reaccionado con tanta firmeza al agravio y en su alegr¨ªa permanezcan totalmente ajenos a la perturbaci¨®n que han introducido en la trayectoria del club al que dicen pertenecer. Por lo visto no perciben ninguna contradicci¨®n entre su airada requisitoria y los principios proclamados por una sociedad internacional de escritores que desde 1921 no ha dejado de lamentar y denunciar la censura y la persecuci¨®n padecida por escritores de todo el mundo.
En vez de acomodarse al principio de tolerancia que preside la cooperaci¨®n entre sus colegas, los escritores del PEN Club gallego, creyendo que ciertas opiniones no se pueden tolerar, y exigiendo que se les ponga remedio, se levantan ufanos en medio del estropicio espa?ol.
El enfado col¨¦rico de los autores del manifiesto podr¨¢ considerarse una an¨¦cdota insignificante pero la impetuosa y velad¨ªsima amenaza contra el periodista -candidato a ser nombrado persona non grata por los cen¨¢culos nacionalistas- es un esc¨¢ndalo inconcebible en los pa¨ªses de nuestro entorno.
Los galleguistas podr¨ªan haber aprovechado las declaraciones de George Steiner para plantear una controversia que sin duda nos habr¨ªa ayudado a conocer mejor los logros de la literatura gallega. Pero en lugar de asumir el riesgo de la disputa, los autores del manifiesto han preferido dictar un anatema y renovar el m¨¢s espa?ol de los impulsos: el furor intransigente de los cl¨¦rigos.
T¨¦ngase en cuenta que el anhelo de liquidar al contrincante tiene entre nosotros una larga tradici¨®n institucional y popular pero s¨®lo adquiere rango de identidad nacional cuando act¨²a debidamente enmascarado. Lo t¨ªpicamente espa?ol, lo que ayuda a mantener vigente la confusi¨®n y el caos conceptual entre las nuevas generaciones, es la habilidad con que se concilia la ferocidad intelectual y la ben¨¦vola apariencia del protector de las artes y las letras. Entre nosotros no es imposible proclamar libertad y tramar censura. Ensalzar a las lenguas y maltratar a sus hablantes. Opinar lo que nos venga en gana y decirle al vecino que lo intente.
A diario descubrimos a nuestro alrededor indicios fatales de la maldici¨®n espa?ola y despu¨¦s de 30 a?os de democracia comprobamos que el ponzo?oso pensamiento reaccionario ha subsistido pese a toda ilusi¨®n y ha contaminado, qui¨¦n sabe si definitivamente, la enfermiza desorientaci¨®n de un pa¨ªs entregado a sus caprichosas emociones tribales.
Cuando nos veamos obligados a explicar a un colega europeo las actitudes aireadas con tanto orgullo como prepotencia por el PEN Club gallego le diremos: el dominio pol¨ªtico de la mentalidad absolutista -vigorosamente reciclada por el catolicismo militante y por la izquierda autoritaria- genera estas espont¨¢neas reacciones desp¨®ticas.
Si aturdido no nos cree, citaremos a los log¨®cratas que Steiner identific¨® en uno de sus conocidos ensayos, a esos reaccionarios antiilustrados partidarios de ver en la lengua del hombre los or¨ªgenes sagrados que la colocan por encima de sus usuarios. Los herederos gallegos de los log¨®cratas tambi¨¦n han reconocido en su lengua patria el rango sacramental que hace sacr¨ªlega cualquier cr¨ªtica que un humano de carne y hueso se atreva a insinuar.
De este modo, amedrentando a los dem¨¢s con nuestras irascibles convicciones, los espa?oles conservamos intacto el legado religioso de nuestros fan¨¢ticos ancestros.
Basilio Baltasar es director de Relaciones Institucionales del Grupo Prisa y de la Oficina del Autor.
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