Hacer el Irwin
Ten¨ªa que frotarme los ojos para intentar demostrarme a m¨ª mismo que lo que acaba de ver no era una alucinaci¨®n. En bicicleta, tan campante ¨¦l por el sin par entorno del paseo de la bah¨ªa de la Concha, en una de las m¨¢s bellas ciudades que existen en el mundo -ni comparar con Cannes, M¨®naco o Capri (me deb¨¦is una donostiarras, que sean kokotxas)-, marchaba este barbudo personaje en un ejercicio de libertad en pelota picada. A Ibarretxe s¨®lo le queda proponernos hacer lo mismo, porque ya no le queda nada m¨¢s por hacer.
El lehendakari tuvo la mala suerte de que, el mismo d¨ªa en que el Tribunal Constitucional declaraba inconstitucional su consulta, el portavoz del PNV Josu Erkoreka preguntaba en el Congreso de los Diputados al presidente del Gobierno qu¨¦ medidas iba a adoptar para defender de los piratas somal¨ªes a la flota pesquera en aquellas costas, compuesta por muchos barcos vascos. Entre ellos el Playa de Anzoras, que se salv¨® ese mismo d¨ªa gracias a la gran pericia marinera que de siempre hemos tenido los vascos desde Elcano, Blas de Lezo o Churruca. La pregunta era una expresa aceptaci¨®n de que, de momento, la soberan¨ªa reside en el Estado, en el conjunto del pueblo espa?ol, por el que debe pasar cualquier reforma constitucional. Tuvo, adem¨¢s, Ibarretxe la mala suerte de calificar como una intromisi¨®n y muestra de dependencia pol¨ªtica la sentencia del Alto Tribunal, cuando hac¨ªa dos d¨ªas que su partido hab¨ªa presentado a Margarita Uria, reconocida ex diputada del PNV, como vocal del Consejo General del Poder Judicial de ese Estado opresor, desbaratando la legitimidad de la queja por no aplic¨¢rsela. Tambi¨¦n tuvo el infortunio de decir meses atr¨¢s que convocar¨ªa elecciones si se produc¨ªa un fallo en contra de la consulta, y ahora se olvida de las elecciones. Igualmente, dijo que plantear¨ªa la consulta en ausencia de violencia, pero pelillos a la mar.
Igualmente, dijo que plantear¨ªa la consulta en ausencia de violencia, pero pelillos a la mar
No demos importancia a esas contradicciones y negaciones, lo importante de verdad es que este pueblo tiene siete mil a?os y que el Josu¨¦ de la leyenda b¨ªblica es el propio lehendakari Juan Jos¨¦. Y como este pueblo est¨¢ en marcha, eslogan caro al propio Ibarretxe, y lehendakari significa aquel que va delante -a estas alturas esa marcha parece m¨¢s una maldici¨®n que una gesta-, resulta ahora que ¨¦l inicia el siguiente paso pastoreando al pueblo vasco para que plantee un recurso ante el Tribunal de Estrasburgo. Para hacerlo, Ibarretxe tendr¨¢ que vestirse de simple ciudadano, pues el tribunal no admite que una parte del Estado -es decir, ¨¦l como lehendakari- recurra contra el propio Estado. Tenga cuidado vuesa merced, que cuando las altas jerarqu¨ªas se ponen, jatorras, en plan ciudadano normal y bajan de sus carrozas pueden perder la cabeza. Esta reflexi¨®n se la debo a mi actual lectura de la Historia La Revoluci¨®n Francesa, de Michelet, que cuenta c¨®mo Luis XVI, que demag¨®gicamente se declar¨® el primer ciudadano entre los franceses, acab¨® en la guillotina por sus contradicciones y esa mentirijilla.
Pues bien, lehendakari, haga como Irwin. Deje de marear la perdiz fracaso tras fracaso, y realice algo sonado, de bella desnudez -las cosas claras-, est¨¦tico, simbolista, esperp¨¦ntico, surrealista, dada¨ªsta. Algo que llame la atenci¨®n, algo que ya prometi¨®: convoque elecciones.
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