El mundo en que vivimos
En una p¨¢gina especialmente inmisericorde de Un d¨ªa perfecto, Emma Tempesta se ve en un espejo "tirando a maltrecha" y se lamenta de que la vida sea "una novela sin argumento y sin h¨¦roes". Emma vive su particular drama familiar -separada, desquiciadamente amada por su marido, a¨²n no se ha repuesto de su fracaso matrimonial-, pero ignora que ese drama culminar¨¢ en tragedia. Podr¨ªa decirse que, a partir de cierta edad, todos vivimos m¨¢s o menos as¨ª, en una pausa dram¨¢tica que se dilata a fin de evitar la desgracia total. Y de esa pausa surge el personaje que somos, sin apenas relumbre literario, m¨¢s bien mediocre. La derrota de los afectos, la ruina del mundo compartido, no nos convierte en protagonistas de nuestra historia, y, al colocarnos en el lugar de la decepci¨®n, el vac¨ªo ocupado genera una enfermedad incurable. As¨ª lo siente Antonio Buonocore, el marido de Emma, polic¨ªa y guardaespaldas de un eminente pol¨ªtico; obligado a trabajar en Roma, Buonocore "odiaba a Roma tanto como a Emma y como a s¨ª mismo". El amor y el odio son aqu¨ª intercambiables; la pasi¨®n, destructiva o in¨²til, y la admiraci¨®n y el respeto nunca derivan en adhesi¨®n.
Un d¨ªa perfecto
Melania G. Mazzucco
Traducci¨®n de Xavier Gonz¨¢lez Rovira
Anagrama. Barcelona, 2008
440 p¨¢ginas. 21 euros
Melania Mazzucco ha retratado, en las veinticuatro horas del 4 de mayo de 2001, el mundo de frustraciones en que vivimos, emulando en cierto modo el Ulises de Joyce, pero no sirvi¨¦ndose de la mitolog¨ªa, sino de la cr¨®nica de sucesos. Sus personajes son m¨¢s tristes, err¨¢ticos y desolados, y carecen de devociones o ritos para hacer tolerable la ordinariez de la vida cotidiana. El microcosmos que refleja Un d¨ªa perfecto amplifica, con minuciosa precisi¨®n, las noticias dram¨¢ticas a las que tan acostumbrada est¨¢ nuestra conciencia civil, que cree que lo terrible siempre les sucede a los dem¨¢s. Mazzucco descompone ese b¨¢lsamo de hipocres¨ªa al incluir a todos sus personajes, de esferas sociales muy distintas, en una trama de implicaciones en la que cada uno, sin saberlo, puede acarrear consecuencias mort¨ªferas.
Como les suced¨ªa a los grandes novelistas del XIX, para quienes la verdad era tan seductora como la ambici¨®n art¨ªstica, y tal vez la misma cosa, la novelista italiana, que ya hab¨ªa explorado en Vita los quebrantos de la inmigraci¨®n italiana a Nueva York, y en Ella, tan amada, la pasi¨®n de la huida imposible en la ind¨®mita Annemarie Schwarzenbach, en Un d¨ªa perfecto la elecci¨®n de una ¨¦poca m¨¢s actual no hace sino prolongar el tema de fondo de toda su obra: la descomposici¨®n de la instituci¨®n familiar, fruto de la ineptitud de sus componentes para armonizar acatamiento, deseo y responsabilidad. El mosaico de personajes insertado en una Roma de la que se dice que es "una ciudad envolvente, que no sabe mantener las distancias, como una mujer demasiado exuberante" parece comportar todos los peligros y, a la vez, la obligaci¨®n de sucumbir. Lo cierto es que la trama de la novela, como la ciudad misma, envuelve a todos los personajes en una marea de deterioro tan implacable como el rencor que inspira un asesinato.
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