Botafumeiro para Stephen Hawking
El f¨ªsico brit¨¢nico inicia en Santiago una semana de actos y homenajes
"?Hazle una foto, corre!", apremiaba una adolescente a otra, m¨®vil en mano. "Mira, si te levantas, lo ves, date prisa", dec¨ªa un padre a su hija, mientras que otro explicaba a su mujer: "Este hombre tiene muchos premios". La llegada del f¨ªsico brit¨¢nico Stephen Hawking a Santiago para recibir el I Premio Fonseca de Divulgaci¨®n Cient¨ªfica 2008, caus¨® ayer una inusitada expectaci¨®n en los alrededores de la catedral, tanto de turistas como de aut¨®ctonos. En su primer d¨ªa de estancia en Santiago, el prestigioso cient¨ªfico quiso realizar de forma simb¨®lica un breve tramo del Camino Franc¨¦s, apenas unos metros desde la Facultad de Medicina hasta el Obradoiro.
Hawking, de 66 a?os, es uno de los mayores especialistas del mundo en agujeros negros; conjetur¨® que pod¨ªan emitir radiaci¨®n y ha trabajado sobre la teor¨ªa del Big Bang, que explica la evoluci¨®n del universo a partir de una gran explosi¨®n inicial. Ha escrito adem¨¢s libros de divulgaci¨®n cient¨ªfica, como el c¨¦lebre Breve historia del tiempo. Sufre desde los 21 a?os esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA), una enfermedad degenerativa que ataca al sistema nervioso y para la que no existe cura. El paso del tiempo ha agravado la dolencia hasta el punto de que ahora la par¨¢lisis s¨®lo le permite mover los ojos.
El cient¨ªfico quiso recorrer de forma simb¨®lica un tramo del Camino Franc¨¦s
"Es un gran honor seguir las ¨²ltimas pisadas de tantos peregrinos"
Antes del revuelo que su presencia caus¨® en la catedral, Hawking descubri¨® una placa conmemorativa con su nombre en un ambiente m¨¢s tranquilo, en el mismo parque en el que el escritor brasile?o Paulo Coelho hac¨ªa lo propio meses atr¨¢s. Su hija Lucy, que le acompa?a en todo momento, fue la encargada hacer los honores.
El cient¨ªfico se comunica a trav¨¦s de una pantalla sujeta a su silla de ruedas, en la que va seleccionando palabra por palabra con el movimiento de los ojos que capta una peque?a c¨¢mara instalada en una patilla de sus gafas. Tras descubrir la placa, trat¨® de componer una frase, pero un molesto sol se reflejaba en la pantalla. Sam, uno de sus asistentes, se acerc¨® para solucionar el problema. "?Alguien tiene un paraguas?", pregunt¨®. Cuatro o cinco minutos despu¨¦s, se oy¨® una voz met¨¢lica en ingl¨¦s: "Es un gran honor seguir a Paulo Coelho y aceptar esta placa con mi nombre. Muchas gracias".
S¨®lo un ni?o se atrevi¨® a flanquear la barrera invisible, de apariencia intocable y fr¨¢gil, que rodea al prestigioso cient¨ªfico, cuando se acerc¨® para pedirle que le firmara su ¨²ltimo libro, La clave secreta del universo, algo que hizo en su lugar su hija Lucy. Ambos presentar¨¢n la obra el viernes en Santiago.
Lo cierto es que a Hawking le espera una semana ajetreada en Galicia. Hoy se re¨²ne con investigadores de la Universidad de Santiago en la Facultad de F¨ªsica. Ma?ana dar¨¢ una rueda de prensa para la que los periodistas han tenido que enviar sus preguntas semanas antes, con el objetivo de que tuviese tiempo de preparar las respuestas. El f¨ªsico s¨®lo saldr¨¢ de la ciudad para visitar el cabo Fisterra. Finalmente, el s¨¢bado recoger¨¢ por la tarde el Premio Fonseca 2008, que concede el programa ConCiencia creado por la Universidad de Santiago y el Consorcio. Inmediatamente despu¨¦s, impartir¨¢ una conferencia titulada Saliendo de un agujero negro.
Su voz se volvi¨® a escuchar a su llegada a la plaza del Obradoiro. "Es un gran honor seguir las ¨²ltimas pisadas de tantos peregrinos, desde hace mil a?os. Estoy muy contento de estar en Santiago de Compostela". Acto seguido, el alcalde, Xos¨¦ S¨¢nchez Bugallo, le otorg¨® el pergamino de Visitante Ilustre de la ciudad.
A pesar de lo aparatoso de su enorme silla de ruedas y de lo dif¨ªcil que supone moverse en esas condiciones, todo alrededor del cient¨ªfico parece fluir con relativa sencillez. Todo est¨¢ calculado para que resulte lo m¨¢s c¨®modo posible. No hay lugar a imprevistos, y el equipo de ocho personas que le rodea en todo momento se mueve de forma coordinada. Tres personas le bajan y suben del furg¨®n en el que se mueve en las distancias largas, otro gu¨ªa la silla de ruedas y la orienta a los puntos de inter¨¦s para que pueda ver, y un quinto colaborador comprueba que funcione la pantalla.
Justo antes de llegar a la plaza del Obradoiro, un d¨²o de gaita y guitarra amenizaba los alrededores de la catedral, en los que Hawking decidi¨® detenerse a escuchar. De forma inesperada, los papeles se intercambiaron cuando los m¨²sicos pararon de tocar sorprendidos al reconocer al cient¨ªfico y al s¨¦quito que le acompa?aba.
Ya en la catedral, se hizo volar el botafumeiro en honor del cient¨ªfico, que contin¨²a trabajando de forma incansable. Su p¨¢gina web oficial comienza con una declaraci¨®n de intenciones: "Trato de llevar una vida lo m¨¢s normal posible y no pensar en mi condici¨®n o en las cosas que me impide hacer, que no son tantas".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.