La transubstanciaci¨®n
En Barcelona hay una bas¨ªlica dedicada a la Virgen de la Merc¨¨ (que es la misma virgen que todas las dem¨¢s, pero con nombre diferente). Ayer era su d¨ªa. Para celebrarlo, los cat¨®licos acudieron al templo a seguir la misa. Llegaron pronto, porque sab¨ªa que buena parte de los asientos hab¨ªan sido reservados para las "autoridades", es decir, los que mandan algo. El resto de los fieles se reparti¨® el espacio con caridad cristiana.
- ?Puede juntarse un poco se?ora?
- Es que no cabe nadie m¨¢s.
- S¨ª que se cabe.
- Con calzador.
- Se?ora, el asiento no es privado. No se puede guardar.
- Ya llega mi marido.
Di¨¢logos entre feligreses henchidos de amor fraternal y dispuestos a quitarse el pan de la boca para d¨¢rselo a su hermano. El pan, no la silla.
La laicidad bien entendida, dice el cardenal, consiste en apoyar la religi¨®n
Otros se consolaban:
- Tambi¨¦n te cansas de estar sentado.
- Cansa m¨¢s estar de pie.
Nadie entr¨® al trapo con el evang¨¦lico "dad y se os dar¨¢". Nadie cedi¨® el asiento.
El templo est¨¢ lleno hasta en los p¨²lpitos: tomados por c¨¢maras de televisi¨®n que no pierden ripio del espect¨¢culo.
Se inicia la misa: hay monaguillos con velas encendidas, aunque no se ha ido la luz. El introito, el kirie (cantado democr¨¢ticamente, es decir, mal) y el Gloria, que recuerda que el Hijo se sienta "a la derecha" del Padre. Cada cual en su sitio. Se lee un extra?o texto del profeta Jerem¨ªas en el que Dios anuncia que liberar¨¢ a su pueblo de yugos extranjeros. No es la ep¨ªstola (luego se lee la de Pablo a los hebreos). El Evangelio es el de Juan: las bodas de Can¨¢. "Siempre el mismo", comentar¨¢ un concejal descre¨ªdo que ignora que la lectura la marca el rito. En la homil¨ªa, el cardenal Llu¨ªs Mart¨ªnez defiende la laicidad, que no el laicismo. Es una par¨¢frasis de algunos antecesores suyos que bendec¨ªan a los defensores de la libertad, pero no del libertinismo. La laicidad bien entendida, dice Mart¨ªnez, consiste en apoyar la religi¨®n. El laicismo pretende una separaci¨®n entre Iglesia y Estado que relegue las creencias al ¨¢mbito privado, "que las privatice", afirma.
Luego la transubstanciaci¨®n. Para quien no domine la liturgia cat¨®lica: la transubstanciaci¨®n es el momento clave de la misa. Consiste en un milagro: el sacerdote dice unas palabras y el pan de la hostia y el vino del c¨¢liz se transforman de verdad en carne y sangre de Cristo, un jud¨ªo de la tribu de David al que se atribuye la fundaci¨®n del cristianismo. El dogma de la transubstanciaci¨®n fue decretado por el papa Inocencio III, en 1215. Los c¨¢taros no cre¨ªan en ella. Ni Berengario de Tours. Los cat¨®licos s¨ª creen. Es obligado.
A final de los sesenta, algunos cat¨®licos disintieron. Eran tiempos duros. Los que cre¨ªan que la comuni¨®n era simb¨®lica la tomaban de pie. Algunos sacerdotes impon¨ªan la adoraci¨®n, que se expresa con el fiel comulgando de rodillas, a base de pataditas en la espinilla. Ahora ya no. Todo el mundo come el pan transustanciado en pie.
A una se?ora se le qued¨® la hostia en la garganta:
- No puedo tragarla. Se me ha pegado.
- Un poco de agua - clam¨® el oficiante.
Le dieron agua y se le pas¨®. Pero ella reflexionaba:
- Es que me he comido antes un cruas¨¢n. ?Es pecado, padre?
A la transubstanciaci¨®n asistieron autoridades locales (el alcalde, concejales, salvo los de ICV), el presidente Jos¨¦ Montilla, militares y guardias civiles. Todos muy serios. "No hace falta ser cat¨®lico para ir a misa. Es una tradici¨®n", dec¨ªa una concejal socialista. "?Ir¨¢ a un ramad¨¢n? En Espa?a, ?el islam tiene una tradici¨®n de 800 a?os?", pregunt¨® un curioso.
- ?Hombre!
Pues eso.
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