Newman o la duda heterosexual
Su ¨²ltima presencia en el cine se llam¨® Camino a la perdici¨®n y eso ya plantea toda una paradoja, porque no otra cosa que perdici¨®n fue el inmenso Newman para un amplio segmento de la humanidad, el segmento de las mujeres que aman a los hombres y el de los hombres que tambi¨¦n aman a los hombres. La m¨¢s insensata y sincera de las perdiciones por la sencilla v¨ªa de unos ojos azules, un pelo canoso, unos p¨®mulos de dios griego y unas mand¨ªbulas simplemente perfectas.
Tantas y de tan diversa ¨ªndole son las razones por las que amamos a Paul Newman que, en el caso de los hombres que aman a las mujeres y de las mujeres que aman a las mujeres, y si se dejan al margen las motivaciones estrictamente art¨ªsticas -era, a secas, uno de los actores m¨¢s dotados que pas¨® por el cine-, a uno le entran casi dudas de su condici¨®n.
Fue, m¨¢s all¨¢ de la cuesti¨®n f¨ªsica, un tipo que gustaba a casi todo el mundo
Y eso no ocurre s¨®lo con Newman, aunque ocurre mucho con Newman. Gente variopinta e indiscutible como el Sean Connery de la madurez, el Brando del esplendor o el misterio Steve McQueen (uno de los m¨¢s bellos sin ser especialmente bello) han llegado a provocar en ciertos individuos machos de la especie que ama a las mujeres temporales pero serias dudas respecto a su heterosexualidad, y que cada cual lo interprete a su manera. Debe de tener que ver con eso que llaman aura, o con cierto halo de cercan¨ªa, o con la necesidad de protecci¨®n, y hasta con la man¨ªa que tenemos de establecer paralelismos entre nuestros ¨ªdolos y algunos de nuestros pr¨®ximos de carne y hueso. Y por supuesto, con la envidia sana del ufff, qui¨¦n fuera ¨¦l...
La cosa es que Paul Newman se especializ¨® en ponernos de acuerdo a casi todos, as¨ª que es realmente complicado toparse con alguien tan insensato como para, desde lo sexual o desde lo art¨ªstico, decir algo as¨ª como:
-A m¨ª no me gustaba Newman.
Era guapo, era atractivo, era fr¨¢gil, era vulnerable, estaba hecho para materializar la indescifrable sima que media entre los dioses todopoderosos y los pobres diablos... los perdedores (Marcado por el odio, La gata sobre el tejado de zinc, El buscavidas, La leyenda del indomable...). Pero Paul Newman era, adem¨¢s, querible, por contraposici¨®n a otras bellas bestias masculinas de la historia del cine como el propio Brando, el hur¨®n Daniel Day-Lewis, el muy inquietante Montgomery Clift o el frecuentemente chuloputas Alain Delon, gente fascinante y guapa pero de armas tomar.
Por si fuera poco, este actor inolvidable que ahora deja hu¨¦rfanos a los cin¨¦filos del mundo, se abri¨® en canal al firmar en 1984, como director, guionista, actor y productor, la conmovedora Harry e hijo, que no contaba exactamente su propia historia pero que era el espejo de su propio calvario: la muerte de su hijo. El colmo de la vulnerabilidad como apuesta personal.
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