Final del capitalismo con Poeta en Nueva York
El 'crash' ya no es lo que era. Estoy en el cogollo del capitalismo, en el centro de la crisis y, con tanto guardaespaldas, tanto funcionario, tanta seguridad, tantos coches de lujo y tanta Asamblea General de la ONU, que no hay manera de ver el bosque de la gran depresi¨®n. Mi hotel es una Babilonia donde se cruzan armanis de temporada o de rebajas que se cruzan con esos trajes de seder¨ªas Carretas rescatados por ejecutivos de los pa¨ªses ¨¢rabes y suced¨¢neos. Un estilo inimitable.
Para ver la dimensi¨®n de la crisis, segu¨ª indicaciones de Enric Gonz¨¢lez, amante de esta bestia viva que es Nueva York, que aplicaba el marxismo de Groucho en los tiempos de la gran depresi¨®n: "No entiendo de econom¨ªa, pero s¨¦ que cuando los neoyorquinos alimentan a las palomas de Central Park, las cosas van bien; cuando las palomas de Central Park alimentan a los neoyorquinos, como ahora, las cosas van mal". Tranquilidad de reconvertidos izquierdistas, zapateristas, zapatistas y otros istas, temerosos por la ca¨ªda del capitalismo, las palomas siguen volando y cagando. Tan hermosas como ratas de los callejones de Wall Street. Los capitalistas resisten. Renacen, aunque haya que usar fondos del Estado. Aguantan m¨¢s que Kissinger, se despeinan menos que la Palin y mantienen el amor por los steakhouses del Peter Luger. Como homenaje a Francisco Ayala, tambi¨¦n me sacrificar¨¦, cruzar¨¦ el puente de Brooklyn por esas carnales y po¨¦ticas razones.
Prosaica ciudad para resistir la crisis. Esperar el amanecer en Nueva York, ese "marimacho de las u?as sucias"
Estoy aqu¨ª no por analista de crisis, sino por la gracia de Huelva, de Moguer y su poeta, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez. Recordado y homenajeado en esta ciudad que am¨® y detest¨®. Primero fue el amor; el poeta estaba reci¨¦n casado. Conoci¨® una ciudad que ense?aba su carne y su alma en a?os de esplendor cerca de los felices veinte. La confundi¨® con el epicentro del "comunismo capitalista", lugar de progreso ingenioso y donde cada d¨ªa se puede fabricar una religi¨®n. Ciudad perfecta si tuviera seis domingos y un lunes. Como casi todas. Centro de melanc¨®licos progresistas, de vivos que se mueven sin parar en "este cementerio c¨²bico". Se forj¨® con m¨¢s fe en los ricos, en los negociantes o en los piratas que en los predicadores y los poetas. Todav¨ªa mantiene la fe en los incr¨¦dulos.
Un mundo que conoci¨® otros viajes de Juan Ram¨®n, que no le recibi¨® como esperaba en sus a?os de destierro. Le cerr¨® algunas puertas, pero abri¨® los cementerios de sus colinas. Po¨¦ticos y encantadores espacios para el poeta. Llenos de vida y amables como para "alquilar una tumba ?sin criados! y pasar aqu¨ª la primavera". Ciudad ruidosa, oto?al de hablar bajo por la que nos gu¨ªa Eduardo Lago. Prosaica ciudad para resistir la crisis. Esperar el amanecer en Nueva York, ese "marimacho de las u?as sucias" que se despierta. El capitalismo est¨¢ salvado. -
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