Bajo el terror del narco
M¨¦xico vive d¨ªas de plomo y sangre. Los narcotraficantes, infiltrados en la polic¨ªa y la pol¨ªtica, han respondido al acoso del Ej¨¦rcito y los federales con una guerra sin cuartel. Nadie est¨¢ a salvo
Baja la voz, mira de soslayo a una pareja que toma caf¨¦ en una mesa vecina y suelta la pregunta:
-?Le han contado lo que pas¨® en una peluquer¨ªa de Culiac¨¢n?
El ruido de un helic¨®ptero del Ej¨¦rcito volando muy bajo interrumpe todas las conversaciones en la plaza de Morelia, capital del Estado de Michoac¨¢n. La ciudad colonial est¨¢ tomada desde que, la noche del 15 de septiembre, coincidiendo con la celebraci¨®n del grito de la Independencia, dos granadas lanzadas contra la multitud causaran la muerte de nueve personas e hirieran a un centenar. Los soldados y los polic¨ªas, algunos de ellos encapuchados y portando rifles R-15, se cruzan con vendedores de globos y parejas de adolescentes que se dan la mano. Un segundo helic¨®ptero sigue el rastro del primero. Ya nadie levanta la vista. En una esquina de la catedral -frente al Palacio de Gobierno- siguen encendidas las velas que los vecinos plantaron para honrar a las v¨ªctimas del primer atentado narcoterrorista de la historia de M¨¦xico. La noche se va ti?endo de los destellos azules y rojos de los coches de polic¨ªa.
En Sinaloa, los sicarios ca¨ªdos en combate descansan en mausoleos de m¨¢rmol adornados con sus retratos
El primer atentado narcoterrorista en M¨¦xico caus¨® nueve muertos y destap¨® las verg¨¹enzas del pa¨ªs
El Gobierno de Felipe Calder¨®n est¨¢ haciendo de la lucha contra el crimen organizado el eje de su mandato
La sangr¨ªa no cesa. En lo que va de a?o han muerto asesinadas en M¨¦xico m¨¢s de 3.300 personas
-?D¨®nde?
-En una peluquer¨ªa de Culiac¨¢n, en el Estado de Sinaloa...
El peluquero est¨¢ atendiendo a una clienta habitual. Una segunda mujer aguarda su turno hojeando una revista. La clienta se queja con amargura de la ola de violencia inusitada que padece M¨¦xico, y muy especialmente algunos Estados norte?os. Entre ellos, la ciudad de Sinaloa, cuna de los m¨¢s afamados narcotraficantes; un lugar donde la mitad de los muertos lo son por bala y donde los j¨®venes sicarios ca¨ªdos en combate descansan bajo mausoleos de m¨¢rmol adornados con sus retratos. Hay murales de hasta cinco metros en los que se les puede admirar empu?ando un cuerno de chivo (el famoso rifle AK-47) o posando ante la avioneta Cessna que pilotaban cargada de droga. La mujer se queja en la peluquer¨ªa de lo que todo el mundo se queja en M¨¦xico. "Los narcos ya no s¨®lo se matan entre ellos". En su loca carrera por el control de las plazas, en sus enfrentamientos casi diarios con el Ej¨¦rcito, ya no les importa que caigan inocentes. El caso m¨¢s doloroso es el de Creel, un pueblo tur¨ªstico del Estado de Chihuahua. Un beb¨¦ y 12 adultos fueron acribillados con proyectiles capaces de agujerear blindados. La gente recogi¨® del suelo 170 casquillos. Y mucha sangre. La polic¨ªa no lleg¨® hasta mucho despu¨¦s. Sospechosamente, no hab¨ªa ning¨²n polic¨ªa cerca. El delito de las v¨ªctimas fue cruzarse en la calle principal del pueblo con dos j¨®venes sicarios en el mismo momento en que un c¨¢rtel rival les estaba dando alcance. Ciento setenta disparos.
-Aqu¨ª ya no se puede vivir -se queja la clienta ante su peluquero-, ni siquiera podemos dejar que nuestros hijos jueguen en la calle. Y todo por culpa del maldito narco...
Es en ese momento cuando la segunda mujer, que ha permanecido en silencio todo el tiempo, levanta la mirada y dice una palabra, una sola, dirigi¨¦ndose al peluquero:
-R¨¢pela.
El hombre, asustado, intenta mediar, pero la orden repetida es muy clara. Sobre todo porque viene subrayada por una pistola que la mujer acaba de sacar del bolso.
-R¨¢pela.
S¨®lo cuando se cerciora de que el peluquero ya ha empezado a cumplir su orden, la desconocida se levanta y se dirige a la puerta. Antes de marcharse, encara a la mujer y le advierte:
-Y no se ponga peluca. Que si se la pone, la mato.
El polic¨ªa, sentado bajo los soportales de la plaza de Morelia, sonr¨ªe con la historia. Dice que, iguales o peores que ¨¦sa, tiene todo un repertorio. Historias de terror que demuestran que el narco mexicano -aqu¨ª todo el mundo lo pronuncia as¨ª, "el narco", en singular- est¨¢ dejando de ser un asunto lejano, un mito refugiado en las mansiones inaccesibles de la tierra caliente de Michoac¨¢n o en los narcocorridos de Los Tigres del Norte. El narco se hace cada d¨ªa m¨¢s presente en la vida diaria de muchos mexicanos. "Y la raz¨®n es muy sencilla y muy complicada a la vez", explica el agente, "pero no se apure, yo se la voy a explicar".
Su an¨¢lisis coincide con el de otras fuentes consultadas, y, aunque lleno de matices, se puede resumir as¨ª. Los narcotraficantes mexicanos cada vez tienen m¨¢s problemas para mover la droga por M¨¦xico y para introducirla en Estados Unidos. De lo primero tiene la culpa el Gobierno de Felipe Calder¨®n, que est¨¢ haciendo de la lucha contra el crimen organizado el eje de su legislatura. Se ha empe?ado en limpiar de corruptos la polic¨ªa -tarea nada f¨¢cil; dicen los estudios que el 80% lo es-, y entretanto ha embarcado al Ej¨¦rcito en la guerra contra los c¨¢rteles. La segunda dificultad con la que se encuentran los narcos -el declive del comercio hacia el norte- tiene a su vez dos motivos: los controles fronterizos cada vez m¨¢s dif¨ªciles de sortear y un descenso muy acusado de la demanda de coca¨ªna en Estados Unidos. El resultado de todo lo anterior es que grandes cantidades de coca¨ªna se est¨¢n quedando en M¨¦xico. Para abrir mercado, los c¨¢rteles la est¨¢n distribuyendo a precios tan asequibles que ya son muchos los mexicanos -sobre todo los m¨¢s j¨®venes- que se est¨¢n enganchando. Las principales organizaciones se han fragmentado en otras m¨¢s peque?as y ya no miran tanto hacia fuera como hacia el mercado interior. M¨¢s que mantener abiertas las tradicionales rutas de paso, lo que les interesa ahora es hacerse con el control de los Estados y de las ciudades. Pueblo a pueblo. Plaza a plaza. Del narcotr¨¢fico al narcomenudeo. Para ello necesitan controlar a los pol¨ªticos locales y mantener a raya a las bandas rivales. Para lo primero necesitan mucha plata. Para lo segundo, mucho plomo.
La pareja vecina se levanta, da las buenas tardes y se va. El polic¨ªa federal -adscrito a una unidad de investigaci¨®n- saca un l¨¢piz de memoria y lo introduce en el ordenador port¨¢til del reportero.
-?Quiere ver c¨®mo act¨²a el narco aqu¨ª en Michoac¨¢n? Pero no se me vaya a desmayar...
Lo primero que aparece en la pantalla del port¨¢til es un letrero que pone: "La Familia. Informe confidencial". La Familia es el nombre del c¨¢rtel m¨¢s poderoso que opera en Michoac¨¢n. Lo segundo, una fotograf¨ªa. En ella se ven las cabezas de cinco hombres j¨®venes cortadas de un tajo, todav¨ªa con sangre, desperdigadas por el escenario de un club de strip tease de la ciudad de Uruapan. "?Quieres ver m¨¢s o ya tienes suficiente?". Sin esperar respuesta, el agente va recorriendo con el cursor todo el informe. Hay m¨¢s fotograf¨ªas. Y un apartado muy extenso dedicado a los narcorrecados. Junto a cada ajusticiado, La Familia deja un cartel con los motivos de su asesinato (por sopl¨®n, por no respetar a La Familia, por no respetar los acuerdos), con los nombres, apellidos y mote de los pr¨®ximos en la lista negra (polic¨ªas, pol¨ªticos, periodistas, sicarios de c¨¢rteles rivales) y con la firma inconfundible: "El odio no se olvida. Esto es justicia divina. Atentamente, La Familia de Michoac¨¢n". Pero hay otro apartado en el informe que impresiona a¨²n m¨¢s que la imagen de los ejecutados. Es el que resume el poder del grupo armado. Opera en 87 de los 113 municipios del Estado de Michoac¨¢n. Controla directamente los cabar¨¦s, las m¨¢quinas tragaperras, el negocio millonario de la pirater¨ªa, muchos de los 2.100 puntos de venta de droga que hay en el Estado, los aserraderos ilegales, la venta de armas... Y ofrece protecci¨®n obligatoria a los due?os de gasolineras, a los productores de aguacate, a las tiendas de comestibles... La tarifa, de 2.500 a 25.000 d¨®lares. En efectivo. No se admite el no.
-Hace unos meses -cuenta un abogado de Morelia- vino a la ciudad un espect¨¢culo muy famoso en todo M¨¦xico. Disculpar¨¢s que no te d¨¦ el nombre. Lo cierto es que, cuando lo estaban montando, unos tipos visitaron al empresario y le ofrecieron su protecci¨®n. El hombre, ajeno al d¨ªa a d¨ªa de aqu¨ª, les dijo que muchas gracias, pero que no la necesitaban, que ¨¦l ya contaba con la polic¨ªa y con la Cruz Roja en caso de incidencias. Ellos le respondieron que no era suficiente, que su espect¨¢culo necesitaba que lo protegieran. "Pero, ?de qui¨¦n?", se atrevi¨® a preguntar el empresario. "De nosotros", fue la respuesta... Tuvo que pagarles 5.000 d¨®lares. Y el espect¨¢culo, claro est¨¢, se desarroll¨® sin incidentes.
Sabiendo todo eso -no en vano ¨¦l naci¨® aqu¨ª, y aqu¨ª sigue viviendo su madre y su hermano-, el presidente Felipe Calder¨®n puso a Michoac¨¢n en la mira de la polic¨ªa federal y del Ej¨¦rcito. No s¨®lo para combatir el narcotr¨¢fico, tambi¨¦n -o sobre todo- para intentar evitar la desaparici¨®n paulatina del Estado a favor de los c¨¢rteles. Se produjeron aprehensiones importantes de droga y armas, se produjeron detenciones, y aun as¨ª el crimen organizado fue capaz de secuestrar a plena luz del d¨ªa a Maribel Mart¨ªnez Mart¨ªnez, secretaria del Ayuntamiento de Uruapan -a 45 minutos en coche de Morelia-. Se la llevaron a tiro limpio cuando sal¨ªa de un acto en la Casa de Cultura. Hirieron de gravedad a un escolta y a dos polic¨ªas. En toda la prensa local est¨¢ el presunto motivo de la acci¨®n: "La Familia financi¨® la campa?a electoral del presidente municipal, Antonio Gonz¨¢lez. A cambio quer¨ªan que la direcci¨®n de Seguridad P¨²blica, la de Obras P¨²blicas, la feria y el palenque cayesen en hombres de su confianza. Gonz¨¢lez -que pertenece al PAN, el mismo partido que sostiene al presidente de la Rep¨²blica- no cumpli¨® sus compromisos con la mafia y le est¨¢n pasando la factura". Maribel Mart¨ªnez lleva dos meses secuestrada. Seg¨²n fuentes de la polic¨ªa, a¨²n sigue viva.
As¨ª estaban las cosas cuando, a las once de la noche del 15 de septiembre, dos granadas estallaron frente al Palacio de Gobierno de Morelia. El primer atentado narcoterrorista de la historia de M¨¦xico se llev¨® por delante a nueve personas y dej¨® malheridas a m¨¢s de cien. Pero, adem¨¢s, destap¨® las verg¨¹enzas de un pa¨ªs que sangra por todos sus poros. En los d¨ªas siguientes al atentado se fueron conociendo detalles que no aguantar¨ªan por fantasiosos en la novela m¨¢s disparatada. El gobernador, Leonel Godoy, sab¨ªa que los narcos hab¨ªan amenazado con atentar contra el desfile del d¨ªa 16, pero -al menos de forma oficial- no se preocup¨® de reforzar la seguridad la noche del 15. Un destacamento de polic¨ªa cuya misi¨®n era confundirse de paisano entre la multitud para evitar altercados no se present¨® en la plaza. Uno de los jefes recibi¨® una llamada misteriosa y la obedeci¨® en bloque. Hay v¨ªdeos donde se ve a polic¨ªas de ¨¦lite alterar la escena del crimen y lavarse despu¨¦s las manos con una lata de refrescos. Un buen n¨²mero de testigos aseguran que los que aventaron la granada iban vestidos de uniforme negro -muy similar a los que viste el Grupo de Operaciones Especiales- y que a uno de ellos le llamaban El Zorro, pero ninguno de esos testigos es polic¨ªa. A las pocas horas del crimen -y para remate de macabro surrealismo-, el c¨¢rtel de La Familia coloc¨® pancartas por toda la ciudad de Morelia condenando el atentado, asegurando que no hab¨ªan sido ellos y comprometi¨¦ndose a "investigar los hechos". Todav¨ªa hoy, junto a las velas encendidas en el lugar del atentado, hay una pancarta gigante pegada en el suelo que pone "Paz", y que est¨¢ firmada por La Familia. Nadie, ni de uniforme ni de paisano, se ha atrevido a quitarla.
-Pero, ?fueron ellos?
-Tal vez. O tal vez fueron Los Zetas [una banda de sicarios en guerra abierta con La Familia]. O tal vez no fueran los narcos...
Los fantasmas andan sueltos por un pa¨ªs que se conoce al dedillo el ¨¢rbol geneal¨®gico de sus narcotraficantes. A dos semanas del atentado, nadie sabe a ciencia cierta ni qui¨¦n ni por qu¨¦ atent¨® de esa forma en Morelia. Hay quien dice que fue un aviso para Calder¨®n: somos capaces de atentar a tres cuadras de la casa de tu madre. Y hay quien -citando fuentes de mucha solvencia- asegura que la llamada de atenci¨®n era para Leonel Godoy, el gobernador de Michoac¨¢n, en recuerdo de alguna oscura deuda pendiente con La Familia. Otros se inclinan por apostar que el toque de advertencia es para el Ej¨¦rcito: miren qu¨¦ podemos llegar a hacer si ustedes siguen presion¨¢ndonos. Porque el Ej¨¦rcito -y en esto todo el mundo coincide en M¨¦xico- se ha convertido en el principal basti¨®n de Calder¨®n en su lucha desigual contra el narcotr¨¢fico. Hasta los m¨¢s cercanos -eso s¨ª, en privado- reconocen que el presidente de la Rep¨²blica pec¨® de ingenuo o de atrevido cuando anunci¨® la guerra abierta contra el narco. "Todos estamos contra ¨¦l. Y desde luego limpiar el pa¨ªs de delincuentes es vital para nuestro futuro. Pero s¨ª, tal vez debi¨® contar las balas de que dispon¨ªa antes de sacar la pistola", comenta un dirigente del PAN -el partido del presidente-, sin duda alarmado por el desgaste
Todos los d¨ªas, en los principales peri¨®dicos de M¨¦xico aparece un recuadro con dos cifras. El Universal titula el recuadro "Bajas por narco". La primera cifra se refiere a los muertos el d¨ªa anterior. El mi¨¦rcoles pasado cayeron ejecutadas o fruto de tiroteos 25 personas. La segunda informa del total. En lo que va de a?o, en M¨¦xico han muerto asesinadas 3.337 personas. Debajo de esas dos cifras suele haber una columna -no m¨¢s de 30 l¨ªneas- en la que se resume lo sucedido el d¨ªa anterior. La que El Universal public¨® el mi¨¦rcoles se titulaba Pepenador halla cr¨¢neo en Ju¨¢rez. Un pepenador -como bien explica un diccionario al que en M¨¦xico se le saca m¨¢s partido que en Espa?a- es una persona que rebusca entre los desperdicios. El texto dec¨ªa as¨ª: "La espiral de violencia en Chihuahua dej¨® 11 homicidios y un polic¨ªa municipal levantado [secuestrado] en las ¨²ltimas 24 horas. En Ciudad Ju¨¢rez, un grupo de hombres encapuchados acribill¨® a balazos a Miguel ?ngel Ram¨ªrez y a Efra¨ªn Gallardo Ram¨ªrez, quienes viajaban en un autom¨®vil Cadillac. En otro caso, Francisco Cevallos G¨¢lvez muri¨® baleado frente a su esposa e hijo. Y F¨¦lix Antonio Garc¨ªa Ram¨ªrez, de 17 a?os, falleci¨® en un hospital, al que ingres¨® herido de bala. En el basurero municipal de Ciudad Ju¨¢rez, un pepenador hall¨® un cr¨¢neo que a¨²n ten¨ªa la piel en el rostro. El cuerpo no ha sido localizado. Mientras que en las inmediaciones de la capital chihuahuense se localizaron cinco cuerpos del sexo masculino...". Lo anterior es s¨®lo el 30% de una columna perdida en el peri¨®dico. S¨®lo cuando el crimen alcanza connotaciones especiales viaja hasta la primera p¨¢gina. Y, para desgracia de los mexicanos, el mes de septiembre ha sido especialmente negro. Una camioneta llena de hombres sin cabeza. Veinticuatro j¨®venes abandonados en La Marquesa -un parque natural a las puertas de Ciudad de M¨¦xico- maniatados, torturados y con el tiro de gracia. Un mot¨ªn en Tijuana con un n¨²mero de muertos y desaparecidos a¨²n por determinar...
La delincuencia organizada y la desorganizada parecen haberse confabulado para convertir el pa¨ªs -y muy especialmente el Distrito Federal- en un lugar poco recomendable. A las cifras de los m¨¢s de 3.000 ejecutados se unen las v¨ªctimas de secuestros para cobrar rescate. Seg¨²n cifras oficiales, en lo que va de a?o han sido secuestradas 650 personas, y, de ellas, 130 a¨²n contin¨²an en poder de los criminales, nadie sabe si vivas o muertas, a la espera de acordar el precio del rescate. Pero esa cifra est¨¢ seguramente muy por debajo de la real. Todo el mundo sabe aqu¨ª que denunciar sirve para muy poco, que el 85% de los hechos delictivos se quedan sin resolver y que acudir a la polic¨ªa es a veces m¨¢s peligroso que lanzarse en brazos del atracador. De hecho, algunos bancos -uno de ellos el Santander- recomiendan a sus clientes que, en caso de ser parado por una patrulla, lo primero que se tiene que hacer es echar el seguro "de todas las puertas del auto".
El presidente Calder¨®n se ha pasado la semana en Nueva York. All¨ª ha vuelto a solicitar la complicidad -y los fondos- del vecino del norte para ganar la batalla al narcotr¨¢fico. En el pa¨ªs, mientras, los miembros de su Gobierno relacionados con la seguridad han sido vapuleados por la oposici¨®n, que -a su manera- tambi¨¦n les pide plata o plomo. Soluci¨®n o dimisiones. Ante el acoso, uno de los hombres fuertes del Gobierno, el secretario de Gobernaci¨®n, Juan Camilo Mouri?o, lleg¨® a reconocer desde la tribuna de la C¨¢mara de Diputados: "No podemos garantizar la seguridad. Las polic¨ªas est¨¢n infiltradas por el crimen organizado. Y por eso, hasta que no lo solucionemos, ni podremos garantizar la seguridad, ni gozar de la confianza de los ciudadanos".
Mientras el alto representante del Gobierno pronunciaba tan sincera declaraci¨®n de impotencia, ?d¨®nde estaban los mexicanos? ?Escondidos debajo de la cama? ?Encerrados en sus casas con siete vueltas de cerrojo? ?Tal vez cruzando la frontera despavoridos? Nada m¨¢s lejos de la realidad. Es verdad que la preocupaci¨®n crece y que ya hay empresarios que est¨¢n intentando poner sus vidas y sus haciendas fuera de peligro, pero la realidad que retratan los datos y los peri¨®dicos no es toda la realidad. M¨¦xico sigue siendo un pa¨ªs amable, ca¨®tico en el tr¨¢fico y exquisito en las formas; de una belleza dif¨ªcilmente igualable; colocado en un lugar fundamental para el futuro de Am¨¦rica y, quiz¨¢ a partir de ahora, concienciado m¨¢s que nunca del peligro que el narco entra?a para su propio desarrollo. Una corriente, a¨²n t¨ªmida, de indignaci¨®n ha empezado a recorrer el pa¨ªs. Unas velas encendidas en la plaza de Morelia. Una manifestaci¨®n de unos miles de personas en el Distrito Federal. Una presi¨®n casi un¨¢nime de los medios de comunicaci¨®n para que el presidente Calder¨®n, una vez destapada la caja de los truenos, no caiga en la tentaci¨®n de pactar o claudicar ante el terror.
El narco -tan celebrado hasta ahora en novelas y corridos- ya no s¨®lo asusta a los que son como ¨¦l. Su miedo se ha desparramado, ha bajado a la calle, y los mexicanos, colocados frente al espejo, empiezan a tener miedo de su imagen ante s¨ª mismos y ante el mundo.
Hay un cartel a la entrada de Ciudad Ju¨¢rez -donde este a?o ya han muerto ejecutadas m¨¢s de mil personas- que explica muy bien esa preocupaci¨®n, ese miedo a infundir miedo:
-Bienvenido a Ciudad Ju¨¢rez. No somos como dicen que somos.
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