CIA. Historia de un fracaso
El mejor amigo de James J. Angleton, el responsable de las operaciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, el tipo encargado de detectar a los agentes dobles, fue durante d¨¦cadas Kim Philby, esp¨ªa sovi¨¦tico y el topo m¨¢s famoso de todos los tiempos. El 20 de septiembre de 1949, la CIA, con unos despachos que todav¨ªa ol¨ªan a nuevo, informaba a Truman de que la URSS tardar¨ªa al menos cuatro a?os en hacerse con armamento nuclear. Tres d¨ªas m¨¢s tarde, el presidente anunciaba al mundo que Stalin ten¨ªa la bomba. El 30 de octubre de 1950, la CIA transmit¨ªa a la Casa Blanca que era "inveros¨ªmil" que China entrase en la guerra de Corea. Dos d¨ªas m¨¢s tarde, 300.000 soldados chinos cruzaron la frontera y casi echan a los estadounidenses al mar. En noviembre de 1956, el entonces director de la CIA, Allen Dulles, informaba al presidente Eisenhower de que "el 80% del ej¨¦rcito h¨²ngaro se hab¨ªa pasado a los rebeldes" que encabezaban la primera revuelta contra el poder sovi¨¦tico en Europa oriental. Los tanques de la URSS demostraron en pocos d¨ªas hasta qu¨¦ punto estaba equivocado: 2.500 h¨²ngaros murieron en la represi¨®n, 200.000 abandonaron el pa¨ªs, y se instal¨® en Budapest una dictadura de corte estalinista. Bah¨ªa Cochinos y todos los intentos para acabar con Fidel Castro, la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia, la revoluci¨®n iran¨ª de Jomeini o el auge del terrorismo isl¨¢mico tras la guerra de Afganist¨¢n, la ca¨ªda del muro y la desaparici¨®n de la URSS; por no hablar del mayor fallo de todos, el 11-S, ni de las inexistentes armas de destrucci¨®n masiva de Sadam Husein...
Esa interminable serie de fracasos es lo que el premio Pulitzer Tim Weiner llama Legado de cenizas, el t¨ªtulo de su historia del espionaje estadounidense, que la editorial Debate publica la pr¨®xima semana en castellano y que la prensa internacional ha saludado como el mejor libro sobre la Compa?¨ªa. "La mala informaci¨®n destruye naciones", explica Weimer, reportero experto en espionaje de The New York Times, en conversaci¨®n telef¨®nica desde su casa de Manhattan. "?Por qu¨¦ los troyanos aceptaron el caballo de los griegos? Por falta de informaci¨®n. La buena inteligencia salva vidas, la mala inteligencia mata a la gente. ?Qu¨¦ hacemos en Irak? Llevamos m¨¢s tiempo en ese conflicto que lo que estuvimos en la II Guerra Mundial. ?Usted cree que si la CIA hubiese dicho: 'Sadam no tiene armas de destrucci¨®n masiva, las elimin¨® en los noventa', Estados Unidos hubiese ido a la guerra? Lo dudo". Y este veterano periodista, que lleva a?os informando desde frentes de la guerra contra el terrorismo como Afganist¨¢n o Pakist¨¢n, prosigue: "El espionaje es amoral y no se puede juzgar desde criterios morales. Es la segunda profesi¨®n m¨¢s antigua del mundo. Todo el mundo esp¨ªa a todo el mundo, enemigos, amigos, aliados... Es lo que hacen todos los Gobiernos, y es ingenuo escandalizarse porque es algo que necesitamos. Sin una buena inteligencia no existe la defensa ni la pol¨ªtica exterior".
Como se?alaba The Economist, "muchos libros se han empe?ado en mostrar lo mal que se comporta la Agencia Central de Inteligencia. En este apasionante y persuasivo ensayo, Tim Weiner demuestra lo mal que hace su trabajo". A lo largo de a?os, este veterano periodista, que recibi¨® el Premio Pulitzer en 1988 cuando escrib¨ªa para The Philadelphia Inquirer y que desde hace dos d¨¦cadas es el corresponsal para asuntos de seguridad nacional de The New York Times, ha recopilado una cantidad ins¨®lita de informaci¨®n in¨¦?dita a trav¨¦s de documentos desclasificados o de entrevistas con cientos de agentes de la organizaci¨®n. El resultado es apabullante y tambi¨¦n desolador. No s¨®lo por las acciones encubiertas en los cinco continentes, que han costado la vida a miles de personas, sino porque, seg¨²n este autor, la agencia no ha llegado a cumplir su principal objetivo: defender a EE UU. La frase con la que empieza su libro lo dice todo: "En el presente volumen se describe c¨®mo el pa¨ªs m¨¢s poderoso en toda la historia de la civilizaci¨®n occidental ha sido incapaz de crear un servicio de espionaje de primera l¨ªnea, un fracaso que actualmente representa un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos".
El t¨ªtulo del libro de Weiner, que recibi¨® el National Book Award en EE UU, recoge una frase de Eisenhower, que le espet¨® a Dulles al final de su mandato: "La estructura de nuestros servicios de informaci¨®n no funciona. Nada ha cambiado desde Pearl Harbour. He sufrido una derrota de ocho a?os en esto. Dejar¨¦ un legado de cenizas a mi sucesor".
Sin embargo, sin este "legado de cenizas" no se puede entender el siglo XX; seguramente, tampoco el siglo XXI. La Compa?¨ªa tambi¨¦n ha dejado una profunda huella cultural, y no s¨®lo con los grandes cl¨¢sicos del espionaje, como John Le Carr¨¦ o Graham Greene, sino a trav¨¦s de much¨ªsimos autores, desde El inocente, de Ian McEwan, que transcurre en el Berl¨ªn de la guerra fr¨ªa con otro de los fracasos de la CIA como tel¨®n de fondo (un gigantesco t¨²nel excavado bajo el este para tratar de interceptar las comunicaciones sovi¨¦ticas), hasta la monumental El fantasma de Harlot (Anagrama), una saga sobre la agencia de la que Norman Mailer s¨®lo escribi¨® el primer tomo y en la que el genial narrador concentr¨® todo su conocimiento del siglo XX. Pel¨ªculas como Los tres d¨ªas del C¨®ndor; las de la serie Bourne, sobre un asesino de la agencia cazado por sus antiguos jefes y a su vez convertido en cazador; El buen pastor, el filme dirigido por Robert de Niro en el que retrata los primeros a?os de la Compa?¨ªa, o el ¨²ltimo t¨ªtulo de los hermanos Coen, Quemar despu¨¦s de leer, una comedia sobre las memorias de un agente, tambi¨¦n han mantenido vivo el mito del espionaje.
La otra gran novela sobre la CIA, La Compa?¨ªa, de Robert Littell, que supera los 1.000 folios, est¨¢ a punto de publicarse en castellano despu¨¦s de un lustro de espera: saldr¨¢ a principios de 2009 editada por Alea. Robert Littell es uno de los m¨¢s inteligentes autores de novelas de espionaje del panorama anglosaj¨®n. Sobre Legends, su ¨²ltimo relato de espionaje, escribi¨® John Updike en The New Yorker que reflejaba con maestr¨ªa el mundo ruso postsovi¨¦tico. "La CIA hizo algunas cosas bien y algunas realmente mal: nunca fue capaz de prever la bomba nuclear india, la ca¨ªda de la URSS o que un grupo de terroristas iba a secuestrar aviones y estrellarlos contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono", explica Robert Littell en una entrevista por correo electr¨®nico. "Tras la ca¨ªda de la URSS, la CIA perdi¨® su principal enemigo y, en cierta medida, su raz¨®n de ser. La moral se hundi¨® y se cerraron estaciones en todo el mundo. El n¨²mero de expertos dentro de la CIA en terrorismo isl¨¢mico y el n¨²mero de ling¨¹istas capaces de leer el Cor¨¢n en ¨¢rabe pod¨ªa contarse con los dedos de una mano antes del 11-S".
"S¨ª, ha sido un gran fracaso", corrobora Robert Baer, ex miembro de la CIA, veterano de mil batallas, experto en Oriente Pr¨®ximo y el agente en el que se inspira el personaje de George Clooney en Syriana, la pel¨ªcula de Stephen Gaghan que tambi¨¦n se sumerge en la fontaner¨ªa de la agencia, concretamente en sus operaciones en Oriente Pr¨®ximo. "Basta con mirar la informaci¨®n que se utiliz¨® para justificar la invasi¨®n de Irak: nunca debi¨® convertirse en un informe, era un panfleto para que la Casa Blanca pudiese vender su guerra", prosigue Baer. Su volumen de memorias, Soldado de la CIA (Cr¨ªtica), es un gran libro de aventuras, quiz¨¢ demasiado acr¨ªtico con los agentes de la Compa?¨ªa; pero tambi¨¦n representa un apasionante reflejo del mundo del espionaje en los a?os anteriores al 11-S.
Entre las muchas historias que cuenta Baer est¨¢ que, tras la guerra de los Seis D¨ªas, a un analista de la CIA se le ocurri¨® capturar un avi¨®n sovi¨¦tico, llenarlo de cerdos y soltarlos en La Meca, la ciudad m¨¢s sagrada del Islam, para arruinar las relaciones de la URSS con el mundo ¨¢rabe. En su novela, que mezcla la realidad y la ficci¨®n, Robert Littell tambi¨¦n recupera otra historia de la guerra fr¨ªa que no tiene desperdicio: a alguien en la Compa?¨ªa se le ocurri¨® la feliz idea de bombardear varias ciudades sovi¨¦ticas con preservativos descomunales, pero en los que pusiese la letra M (de tama?o medio) para deprimir a las amantes esposas comunistas con las comparaciones. Afortunadamente no cuajaron. Pero la guerra fr¨ªa era as¨ª: un combate silencioso y peligros¨ªsimo en todos los frentes, incluso en el del surrealismo.
Preguntado sobre c¨®mo es posible que, con unos servicios de informaci¨®n tan desastrosos, EE UU pudiese ganar la guerra fr¨ªa, Weiner responde: "Los sovi¨¦ticos la perdieron. El sistema sovi¨¦tico era terrible desde el punto de vista social y econ¨®mico. El Estado sovi¨¦tico se suicid¨®".
La CIA fue creada por el presidente Harry S. Truman en 1947, como heredera de los servicios de inteligencia que EE UU puso en marcha durante la II Guerra Mundial, la Oficina de Servicios Estrat¨¦gicos (OSS en sus siglas en ingl¨¦s). El principal objetivo era prevenir otro Pearl Harbour: evitar un ataque sorpresa como el que, el 7 de diciembre de 1941, permiti¨® a Jap¨®n destruir una parte importante de la flota estadounidense en el Pac¨ªfico. Aunque, como r¨¢pidamente apunta Weiner, "el 11-S fue un segundo Pearl Harbour; esperemos que no haya un tercero". Sin embargo, desde el momento mismo de su creaci¨®n, otros vieron algo m¨¢s que una red para conseguir buena informaci¨®n sobre enemigos y amigos. Uno de los congresistas que votaron el acta inaugural de la CIA, el futuro presidente Richard Nixon, que tuvo que dimitir por su afici¨®n a escuchar a los dem¨¢s, afirm¨® entusiasmado ante la nueva criatura del Leviat¨¢n: "Es legal, es secreto". Un documento del Consejo de Seguridad Nacional desclasificado en 2003 revelaba los principales objetivos de la CIA: "Pagar sobornos; abrir frentes anticomunistas; subvencionar movimientos guerrilleros, ej¨¦rcitos clandestinos, sabotajes, asesinatos...".
Las operaciones secretas fueron innumerables: unas veces, los presidentes de Estados Unidos estuvieron al tanto; en otras ocasiones, los grandes jerifaltes de la CIA ocultaron informaci¨®n esencial y s¨®lo mostraron una peque?a parte del cuadro global a sus superiores. Algunas han sido reflejadas en decenas de libros y pel¨ªculas, como la de bah¨ªa Cochinos, o el golpe de Estado que llev¨® al poder a Pinochet en Chile, o el que permiti¨® recuperar el trono a Mohammad Reza Pahlevi, el ¨²ltimo sha de Persia; otras, en cambio, han logrado permanecer fuera de los radares de la memoria colectiva durante d¨¦cadas, como los bombardeos contra Indonesia en 1958 para apoyar una guerrilla contra Sukarno. El resultado fue un completo desastre, tanto por el coste en vidas como porque no consiguieron su principal objetivo, ni siquiera lo rozaron. Aunque no todos estaban de acuerdo. Al Pope, uno de los agentes que participaron en la operaci¨®n, y que se salv¨® de milagro de ser ejecutado tras haber sido capturado por el ej¨¦rcito indonesio, afirm¨®: "Dijeron que Indonesia fue un fracaso. Pero les dimos bien de hostias. Matamos a cientos de comunistas, aunque seguramente la mitad de ellos ni siquiera sab¨ªan lo que significaba el comunismo".
"Las operaciones encubiertas de la CIA -tratar de cambiar el mundo en secreto- han solapado su misi¨®n m¨¢s importante: tratar de conocer el mundo y sus secretos", explica Tim Weiner. "La agencia nunca fue la fuerza omnipresente que muchos imaginaron que era. Nunca tuvo una edad de oro, y su historia est¨¢ llena de peque?os ¨¦xitos y fracasos de largo alcance. Es verdad que sus ¨¦xitos fueron importantes: por ejemplo, tratar de convencer a los presidentes Johnson y Nixon de que la guerra de Vietnam era un conflicto pol¨ªtico que no se pod¨ªa ganar por medios militares. Los triunfos de la agencia han salvado algunas vidas americanas, pero sus fracasos se han demostrado fatales. Primero, para los cientos de agentes de la CIA, para los miles de soldados y esp¨ªas extranjeros, en cierta medida para las 3.000 personas que murieron el 11-S y para los cerca de 5.000 militares que han muerto en Irak y Afganist¨¢n. El crimen de consecuencias m¨¢s duraderas ha sido la incapacidad de la CIA para llevar a cabo su misi¨®n m¨¢s importante: informar al presidente de lo que ocurre en el mundo".
Una de las operaciones encubiertas m¨¢s famosas fue la de bah¨ªa Cochinos, la frustrada invasi¨®n de Cuba, uno de los momentos cumbres de la guerra fr¨ªa. La historia es conocida: el 12 de abril de 1961 unos 1.200 cubanos y estadounidenses, entrenados por la CIA, desembarcaron en una bah¨ªa pantanosa para acabar con la revoluci¨®n castrista. En apenas tres d¨ªas fueron borrados del mapa. No hubo supervivientes. El presidente en aquellos momentos era uno de los grandes mitos de la pol¨ªtica mundial, y su papel en la invasi¨®n es todav¨ªa controvertido. ?Qu¨¦ sab¨ªa John Fitzgerald Kennedy (JFK) de lo que se preparaba? ?Hasta qu¨¦ punto estaba informado de que era imposible que el pu?ado de tipos mal entrenados por la CIA acabase con Castro? La imagen de Camelot -el nombre con el que se conoc¨ªa a la Administraci¨®n de Kennedy por su aura casi m¨¢gica- que aparece tanto en el libro de Weiner como en el de Littell est¨¢ muy lejos del mito de la Casa Blanca que cambi¨® para siempre un pa¨ªs y el mundo. Ambos describen una cara oculta; una enorme obsesi¨®n de los hermanos por el secretismo, el control del espionaje y las operaciones encubiertas. Quiz¨¢ si JFK no hubiese sido asesinado en Dallas el 22 de noviembre de 1963 y Robert F. Kennedy en Los ?ngeles el 6 de junio de 1968, el rostro menos amable de los hermanos ser¨ªa mucho m¨¢s conocido.
"Fue un terrible error de c¨¢lculo, en el que JFK tuvo una gran responsabilidad", explica Robert Littell sobre la Operaci¨®n Bah¨ªa Cochinos. "El plan de invadir Cuba con un grupo guerrillero apoyado por Estados Unidos fue trazado por el general Eisenhower y fue heredado por Kennedy. Cuando se lo contaron por primera vez no ten¨ªa ni la experiencia ni la seguridad en s¨ª mismo para anular una invasi¨®n ideada por el gran h¨¦roe de la II Guerra Mundial. Defendi¨® que el plan original era demasiado ruidoso y lo cambi¨® por un ataque en una zona pantanosa llamada bah¨ªa Cochinos. Pero, incluso sobre el papel, la idea de que un grupo de guerrilleros pod¨ªa invadir Cuba y derrotar al ej¨¦rcito de Castro era totalmente absurda", prosigue Littell.
Tim Weiner es todav¨ªa m¨¢s duro: "Los Kennedy pensaban que la pol¨ªtica exterior funcionaba como los enfrentamientos a pu?etazos en las habitaciones inundadas de humo del Partido Dem¨®crata: retorciendo brazos, haciendo pactos y tomando decisiones a sangre fr¨ªa. Utilizaron la CIA como una especie de polic¨ªa. Y los resultados no fueron buenos". En Legado de cenizas, bas¨¢ndose en documentos desclasificados, Weiner revela que "mucho antes de que Nixon crease su unidad de fontaneros con veteranos de la CIA, Kennedy utiliz¨® la agencia para espiar a los estadounidenses". La afici¨®n de los Kennedy hacia las operaciones encubiertas se tradujo en cifras: Eisenhower orden¨® 170 en ocho a?os de mandato, los Kennedy ordenaron 163 en apenas tres.
?Y el presente? Tras el 11-S, dentro de la guerra contra el terrorismo de la Administraci¨®n de Bush, la CIA recuper¨® su licencia para matar o, en palabras de un veterano de la organizaci¨®n, "se quit¨® los guantes". Eso se ha convertido en los vuelos secretos, en la tortura de sospechosos, en los secuestros de ciudadanos en terceros pa¨ªses y, en general, en uno de los mayores esc¨¢ndalos en los que se ha visto envuelta la agencia en toda su existencia. No es que la implicaci¨®n de la CIA en malos tratos sea algo nuevo, como demuestra Gordon Thomas en su ¨²ltimo libro, Las armas secretas de la CIA, que acaba de publicar Ediciones B, pero nunca hab¨ªa alcanzado esta escala.
La incapacidad para prever el 11-S demostr¨® que EE UU carec¨ªa de fuentes y de informaci¨®n fiable en el n¨²cleo duro del terrorismo isl¨¢mico y de Al Qaeda. Un antiguo miembro de la divisi¨®n para Oriente Pr¨®ximo dijo: "La CIA probablemente no tiene ni un solo agente que pueda hacerse pasar por un musulm¨¢n fundamentalista y que est¨¦ dispuesto a pasar varios a?os de su vida con comida de mierda y sin mujeres en las monta?as de Afganist¨¢n. Por Dios, si la mayor¨ªa vive en Virginia". Un oficial, todav¨ªa en activo, afirm¨®: "Las operaciones que incluyen la diarrea como forma de vida no existen". Siete a?os despu¨¦s, la situaci¨®n no parece haber mejorado, y, de hecho, Osama Bin Laden segu¨ªa en libertad en el s¨¦ptimo aniversario del 11-S.
"Rusia, China e incluso Ir¨¢n son nuevas superpotencias, que cada d¨ªa son m¨¢s poderosas. Y no s¨®lo eso: la CIA no sabe casi nada sobre los talibanes o incluso sobre los narc¨®ticos que fluyen desde Afganist¨¢n", afirma el veterano Robert Baer, que se muestra tajante sobre la tortura: "No vale para nada, s¨®lo sirve para destruir las leyes internacionales".
"Bush y Cheney han debilitado a la CIA y a Estados Unidos", se?ala Robert Littell. "Y se tardar¨¢n muchos a?os antes de que una nueva Administraci¨®n sea capaz de deshacer el da?o que han infligido". El legado de cenizas sigue vivo.
Legado de cenizas. La historia secreta de la CIA+ (Barcelona, Debate, 2008) de Tim Weiner sale a la venta el 3 de octubre.
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