Nueva banca y nuevos l¨ªderes
Aunque todav¨ªa est¨¢ lejos de conocerse c¨®mo se resolver¨¢ este crash financiero que se ha llevado por delante la a la banca de inversi¨®n estadounidense -Lehman est¨¢ quebrado, Merrill Lynch vendido, Morgan Stanley y Goldman reconvertidos a bancos comerciales-, ya se puede decir que en Estados Unidos han fracasado los reguladores financieros, los supervisores y los gestores de riesgo. Este fracaso mancha adem¨¢s la capacidad pol¨ªtica de la Administraci¨®n Bush para conseguir que se apruebe el plan de rescate patrocinado por el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. De esta cadena de frustraciones, todas ellas peligrosas para la estabilidad financiera internacional, tiene que salir forzosamente una banca mejor supervisada, m¨¢s regulada y m¨¢s preocupada por el riesgo. Podr¨ªa decirse, en t¨¦rminos del cl¨¢sico ?Que bello es vivir!, que los banqueros estadounidenses se parecer¨¢n cada vez m¨¢s al desagradable Mr. Potter y cada vez menos al rooseveltiano George Bailey.
Pero no hay que descartar que nunca llegue a aplicarse ese mayor rigor en el control del riesgo. La facci¨®n m¨¢s fundamentalista del partido republicano se niega a reconocer la eficacia de la intervenci¨®n, sea en forma de la compra de activos t¨®xicos que propone el plan Paulson-Bernanke, sea el mayor control federal de las instituciones bancarias. Los economistas republicanos rechazan el m¨¦todo de compra de activos depreciados y prefieren la f¨®rmula de inyecci¨®n directa de fondos p¨²blicos en el capital de los grupos afectados. Pero, florituras aparte, ambos procedimientos son una intervenci¨®n en toda regla. Por ello, las cautelas del partido dem¨®crata al plan de rescate est¨¢n justificadas. Si el contribuyente tiene que poner 700.000 millones de dinero p¨²blico para salvar a entidades que han operado de forma irresponsable, es l¨®gico que se limiten los sueldos de los presidentes que avalaron esas decisiones, que una agencia vigile el destino correcto de los fondos y que las entidades financieras se sometan a regulaci¨®n y supervisi¨®n m¨¢s estricta para que los errores que han causado esta cat¨¢strofe no vuelvan a producirse. La pregunta es si la nueva administraci¨®n norteamericana ser¨¢ capaz de mantener una voluntad de reforma del sistema financiero, de "limpiar Wall Street" como gusta decir John McCain; y si, en el caso de que mantenga ese impulso reformista, podr¨ªa vencer la evidente resistencia el poder financiero a sufrir cualquier tipo de regulaci¨®n.
Adem¨¢s del modelo de banca de inversi¨®n y de los bancos sin control, la crisis tambi¨¦n est¨¢ minando el liderazgo econ¨®mico de los Estados Unidos en el mundo. El ministro alem¨¢n de Finanzas Peer Steinbr¨¹ck, lo expres¨® rotundamente el jueves ente el Bundestag: "Parece probable que Estados Unidos perder¨¢ su estatus como potencia del sistema financiero internacional". La afirmaci¨®n tiene visos de exageraci¨®n, pero no carece de fundamento. En estos momentos, Estados Unidos apenas cumple los requisitos m¨ªnimos exigibles a un l¨ªder de la econom¨ªa internacional. Ni es capaz de coordinar pol¨ªticas macroecon¨®micas, ni tiene fuerza para impulsar la estabilidad cambiaria ni tiene habilidad para actuar como prestamista de ¨²ltima instancia en una crisis financiera mundial.
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