Curtida en el campo
Es a¨²n de noche cuando salen del pueblo. Caminan detr¨¢s de los mulos. Hombres, mujeres y ni?os. Uno de ellos, Anto?ita, de 13 a?os. Ha comenzado la campa?a del olivo. Durante tres meses, los hombres varean la aceituna. Las mujeres, de rodillas, sin guantes, soportando un fr¨ªo que corta el resuello, la recogen. En la clara, el manijero vigila. Volver¨¢n al pueblo, rendidos, al anochecer.
Anto?ita tiene hoy 48 a?os. Est¨¢ sentada en un peque?o despacho. A su espalda, una enorme foto muestra a tres j¨®venes mujeres paseando por una calle de Sevilla en los a?os cincuenta. "Caminando hacia la igualdad", reza el eslogan del cartel del D¨ªa de la Mujer del pasado a?o.
Han transcurrido 35 a?os desde que Anto?ita hiciera su primera campa?a completa de la aceituna. Antonia Martos Jim¨¦nez ha pasado todo ese tiempo luchando contra aquellas brutales jornadas de doce horas. Caminando hacia la igualdad de hombres y mujeres. Hoy es secretaria de la Mujer de Comisiones Obreras de Andaluc¨ªa (CC OO), y miembro de su comit¨¦ ejecutivo. Recuerda el largo camino recorrido.
"Tuve que dejar la escuela a los 12 a?os. Muchas veces llor¨¦ de rabia"
"Tenemos problemas en el trabajo por el modelo machista de reparto de roles"
- Yo hab¨ªa trabajado mucho antes en el campo, como todos los ni?os del pueblo. Pero cuando cumpl¨ª 13 a?os, mi hermano habl¨® con el manijero...
- ?Manijero?
- S¨ª, el que le quitaba la verg¨¹enza al se?orito. El que te contrataba y te desped¨ªa ... Porque el se?orito no acud¨ªa por el cortijo.
El lenguaje de Antonia Martos est¨¢ lleno de palabras con viejo sabor campesino. Igual que su relato. La necesidad hab¨ªa obligado a Anto?ita a buscar un trabajo de adulto. "Mi hermano le explic¨® al manijero la situaci¨®n de mi casa, con mi padre enfermo, inspirando l¨¢stima. Me cogieron de prueba el primer d¨ªa. Lo recuerdo como el peor de mi vida: de rodillas, cogiendo aceitunas como una loca, pero deseando que llegara la noche y me dijeran que pod¨ªa quedarme".
Super¨® la prueba. El manijero llam¨® al hermano: "Dile a la ni?a que puede venir". Volvi¨®. Tres meses que duraba entonces la campa?a de recogida. Sin descansos. Sin festivos. De sol a sol.
Por aquel trabajo, a Anto?ita le pagaban 100 pesetas al d¨ªa (60 c¨¦ntimos de euro).
All¨ª, en aquellos campos de Matas Viejas que rodeaban su pueblo cordob¨¦s, Castro del R¨ªo, Antonia Martos comenz¨® a "sentir las injusticias". La primera, no poder estudiar. Tener que dejar la escuela en 6? de EGB, con s¨®lo 12 a?os, porque la necesidad apretaba.
Nacida en el seno de una familia humilde, como tantas de la campi?a cordobesa, estaba condenada a ser carne jornalera de por vida. Con el objetivo puesto, como sus amigas, en buscar novio, casarse y reproducir el ciclo: tener hijos para mandarlos al campo. Pero se rebel¨®.
En su familia no se hablaba de pol¨ªtica. "Yo era el garbanzo negro". Se hablaba tan poco que apenas se recordaba la historia de la abuela Antonia, fusilada a los 41 a?os por los franquistas. Hoy yace en alguna fosa com¨²n del cementerio de C¨®rdoba. El abuelo, carnicero adem¨¢s de recovero, suministraba carne a las tropas nacionales. Pero los hermanos de la abuela Antonia militaban en las filas anarquistas. Un chivatazo le cost¨® la vida.
No es extra?o que la joven Antonia frecuentara a los descendientes de "aquellos rojos, como los llamaban en el pueblo". Y que a los 19 a?os, cuando se celebran las primeras elecciones municipales en democracia, en 1979, resultara elegida concejal de Cultura por el Partido Comunista de Andaluc¨ªa (PCA), en el que militaba. Su historia es desde entonces una pelea constante para aprender y superarse.
- Quer¨ªa estudiar, y no pod¨ªa. Muchas veces, lloraba de rabia.
Aprendi¨® en la lucha. Trabaja como voluntaria en todo tipo de movimientos: de mujeres, de vecinos, de padres de alumnos, de inmigrantes. Deja poco a poco el PCA y se implica en la Fundaci¨®n Paz y Solidaridad y en CC OO. Todo ello, atendiendo a la familia, trabajando en el campo, cosiendo para cooperativas de confecci¨®n, o en la hosteler¨ªa. Las cinco fanegas de tierra que hab¨ªa heredado no dan mas que para una "ayudita". Y consigue a los 30 a?os, cuando ya tiene dos hijas, el Graduado Escolar en la escuela nocturna.
- Sus hijas han llegado a la universidad: Azahara ha terminado Ciencias Ambientales, y la menor, Tamara, har¨¢ Trabajo Social. ?Se ha avanzado en el camino de la igualdad?
- Hemos avanzado en derechos. Hoy las chicas de cualquier pueblo pueden estudiar, ir a la universidad. Otra cosa es la entrada en el mercado de trabajo: ah¨ª nos encontramos con la discriminaci¨®n, aunque est¨¦n mejor formadas que los hombres.
El "modelo machista del reparto de roles" sigue vigente, afirma Antonia. Y es que algunas cosas no cambian. Curioso: en el pueblo de Antonia se celebr¨® en 1918 un Congreso de Sociedades Campesinas, al que acudieron jornaleros de C¨®rdoba, Ja¨¦n y Sevilla. Ped¨ªan el fin del trabajo a destajo, un jornal m¨ªnimo (3,75 pesetas en esa ¨¦poca), una hora para comer en la aceituna, y salir al tajo y volver al pueblo con la luz del d¨ªa ... Lo mismo, casi, que piden los trabajadores noventa a?os despu¨¦s.
Estos d¨ªas, Antonia se ocupa de los preparativos de la Jornada Mundial por el Trabajo Decente que se celebra el 7 de octubre. Las reivindicaciones pendientes se parecen como gotas de agua a las del 18: derogaci¨®n de la directiva comunitaria de 65 horas laborables a la semana, es decir, jornadas de sol a sol; luchar contra la siniestralidad laboral (muchas veces, resultado del trabajo a destajo); extensi¨®n de la ense?anza primaria, abolici¨®n del trabajo infantil y eliminaci¨®n de la discriminaci¨®n de la mujer.
Lo de siempre. Lo acaba de leer Antonia en Peregrinaciones de un paria, de Flora Trist¨¢n. Hace ya siglo y medio que la feminista francesa denunciaba que las ni?as de 12 a?os dejaban de ir al colegio, "porque se les saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para acunar a los ni?os, hacer recados o cuidar la comida". O trabajar de rodillas recogiendo aceitunas como Anto?ita.
"El sindicato es un mundo varonil"
Antonia Martos fue "liberada" por CC OO en 1996. Dej¨® su trabajo en el campo y se dedic¨® al sindicato. Un trabajo hasta entonces voluntario y no retribuido. Ese a?o, entr¨® en la comisi¨®n ejecutiva del sindicato en C¨®rdoba y asumi¨® la secretar¨ªa de Pol¨ªtica Social, Migraci¨®n, Mujer y Juventud. ?Ha estado la mujer segregada en el mundo sindical?
- El sindicato es tambi¨¦n un mundo muy varonil y masculino, igual que los partidos. Es un reflejo de la sociedad -afirma Antonia Martos.
Cree sin embargo que CC OO "va por delante, aunque le queda mucho por avanzar". Es necesario que las mujeres ocupen m¨¢s puestos de responsabilidad, dice. Hoy, la comisi¨®n ejecutiva de CC OO en Andaluc¨ªa se compone de doce hombres y nueve mujeres. El congreso que se celebra a final de a?o asumir¨¢ la ley: habr¨¢ un m¨ªnimo de 40% y un m¨¢ximo de 60% en todos los ¨®rganos de direcci¨®n.
Como responsable ahora de la Secretar¨ªa de la Mujer, Antonia ve con preocupaci¨®n la situaci¨®n de las inmigrantes.
- Me recuerdan a nuestras propias mujeres, cuando en los a?os sesenta emigraban a Madrid o a Barcelona, a trabajar de chachas.
Antonia se pregunta a costa de qui¨¦n se est¨¢ liberando la mujer espa?ola. "Para que nosotras podamos salir al mercado de trabajo fuera de casa, tenemos que contratar a una inmigrante que se ocupe de nuestros ni?os, nuestros mayores, nuestros dependientes, por un salario m¨ªsero". Por ello, concluye rotunda: "Eso no es avanzar. Porque tenemos que avanzar, pero todas".
Lo mismo que se ha avanzado en la lucha contra la violencia de g¨¦nero: "Aunque m¨¢s lentamente de lo que quisi¨¦ramos". La ley no es mala, pero hay que desarrollarla y dotarla de fondos. Y en paralelo "hay que cambiar la mentalidad, porque la ra¨ªz del problema est¨¢ en el machismo".
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