La reconstrucci¨®n da esperanza
A pesar del recrudecimiento de la guerra, EE UU y la OTAN est¨¢n levantando poco a poco un pa¨ªs con escuelas, hospitales, carreteras y aeropuertos
"Esto no es Irak. Aqu¨ª no hay reconstrucci¨®n. Lo que hay en Afganist¨¢n es construcci¨®n, porque partimos de cero", dice el oficial Ron Schrock, uno de los responsables de la instrucci¨®n de los reclutas del nuevo Ej¨¦rcito afgano en Camp Alamo, en el centro de Kabul. El militar estadounidense asegura que las cosas avanzan -las fuerzas armadas afganas cuentan ya con m¨¢s de 60.000 hombres y esperan alcanzar los 122.000 en un futuro pr¨®ximo-, pero no elude las dificultades. Entre ellas, la diversidad de lenguas y etnias de Afganist¨¢n. Como dice Schrock, "la orden de abrir fuego se puede convertir en un aut¨¦ntico caos". Pero EE UU y otras 39 naciones aliadas bajo el paraguas de la OTAN est¨¢n empe?adas en crear un Ej¨¦rcito multi¨¦tnico como articulador del futuro Afganist¨¢n.
Cerca de all¨ª, cuatro sargentos afganos, con edades entre los 21 y 24 a?os, le dan otra dimensi¨®n al desaf¨ªo en el que se ha embarcado la comunidad internacional. Se quejan de su salario -100 d¨®lares al mes (71 euros) frente a los 370 que ganan los traductores-, reconocen que se quitan el uniforme cuando salen de Kabul por temor a la insurgencia y, cuando se les pregunta a qu¨¦ pa¨ªs les gustar¨ªa que se pareciera el Afganist¨¢n del ma?ana, responden un¨¢nimes: "A Ir¨¢n".
El a?o que viene se cumplir¨¢n 90 a?os desde que Afganist¨¢n recuper¨® su independencia tras derrotar a los brit¨¢nicos y, durante todo ese tiempo, las fuerzas del progreso sucumbieron ante el conservadurismo religioso, el tribalismo y el ego¨ªsmo de las ¨¦lites. Adem¨¢s, en los ¨²ltimos 30 a?os, bajo sovi¨¦ticos, se?ores de la guerra y talibanes, apenas se puede hablar de la existencia de un Gobierno. Afganist¨¢n hoy es el pa¨ªs del opio, de las minas, de los mutilados y tambi¨¦n del terrorismo. Sus datos abruman -un 70% de analfabetos, un 41% de pobres de solemnidad, un 40% de parados, un 30% de ni?os que no llegan a cumplir los cinco a?os...- y a pesar de eso, un grupo de Gobiernos y sobre todo de gente corriente, soldados y civiles, creen que es posible y que merece la pena construir este pa¨ªs.
Gente como el comandante George P¨¦rez, responsable del Equipo de Reconstrucci¨®n Provincial (PRT, en sus siglas inglesas) en Nurist¨¢n, una provincia al noreste de Kabul situada en las estribaciones de la sobrecogedora cordillera del Hindu Kush. Su campamento, un valle rodeado de monta?as de m¨¢s de 2.000 metros que anuncian picos de m¨¢s de 5.000, alberga a un centenar de soldados. P¨¦rez, un hombre de 41 a?os que ha perdido cualquier vestigio de sus or¨ªgenes mexicanos, afirma que cada mes las monta?as le parecen m¨¢s altas, pero acompa?¨¢ndole de patrulla se nota que le entusiasma su destino.
El trayecto del convoy militar por unas carreteras escalofriantes, propias de una versi¨®n de Spielberg de El salario del miedo, es como viajar en el tiempo. P¨¦rez comprueba los proyectos en marcha -una planta el¨¦ctrica, una escuela, etc¨¦tera- y se va parando para hablar con los notables de las aldeas de las monta?as. Le piden m¨¢s kil¨®metros de carretera y en las conversaciones hay algo muy parecido a la confianza.
El comandante P¨¦rez no se enga?a y reconoce que, cuando termine su misi¨®n el mes que viene, se ir¨¢ frustrado. "Se ha avanzado pero no es suficiente. A mi sucesor le aconsejar¨ªa que no espere arreglar Afganist¨¢n o Nurist¨¢n en nueve meses, que trabaje con una idea de futuro, que ponga atenci¨®n en las cosas peque?as".
En este sentido, el PRT que gestiona Espa?a en la provincia de Badghis, al noroeste del pa¨ªs, es un modelo para los funcionarios de EE UU. Los espa?oles han construido 130 kil¨®metros de carreteras, el aeropuerto y un hospital en la capital, Qal-e-Naw, y han tra¨ªdo el agua corriente a la ciudad, que cuenta hasta con aceras, algo nunca visto en Afganist¨¢n.
Estrategia e impaciencia son palabras que no combinan bien y, menos a¨²n, en una guerra asim¨¦trica como la que se libra en Afganist¨¢n. Ante el incremento de los atentados, en algunas capitales europeas se empieza a pensar que la mejor estrategia es la que se?ala la puerta de salida, pero Occidente se juega en este pa¨ªs de geograf¨ªa imposible su seguridad y su credibilidad. Abandonar a los afganos al fanatismo no es una alternativa. Como dijo Hemingway: "Hay cosas peores que la guerra y todas ellas vienen con la derrota".
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