Un sue?o llamado Palin
La campa?a dem¨®crata recuerda por estos d¨ªas un episodio sangriento entre Hillary y Obama, cuando ambos pugnaban por el favor de los votantes en la primaria de comienzos de a?o. "I'm your girl!". ("?Yo soy tu chica!"), vocifer¨® en una oportunidad la se?ora Clinton ante la multitud reunida para vitorearla, generando una reacci¨®n de incredulidad notoria entre sus propios partidarios. El tono severo, los modos enf¨¢ticos, la tiesa gestualidad de Hillary eran ya una dificultad reconocida por sus asesores cuando la precandidata clam¨® al cielo y mostr¨® ret¨®ricamente sus atributos femeninos, buscando la preferencia de los dem¨®cratas con una apelaci¨®n perfectamente sexista y contraproducente para su propia imagen. La pierna al aire no produjo, por supuesto, ning¨²n beneficio electoral. Al contrario; esa semana fue comentario obligado lo lejos que estaba llegando Hillary en su af¨¢n por obtener la nominaci¨®n.
Hoy aquel remoto episodio forma parte de la secreta reserva de rencores atesorados por el contingente dem¨®crata ante la mimada presencia medi¨¢tica de Sarah Palin en el bando republicano. Y la raz¨®n es que, antes de ser cualquier otra cosa en la retina p¨²blica -gobernadora de Alaska, madre de cinco hijos, compa?era de McCain, o una lun¨¢tica reci¨¦n llegada a las grandes ligas de la pol¨ªtica, seg¨²n desde d¨®nde se mire su actual situaci¨®n- Palin fue ese precioso lugar com¨²n que utilizan las animadoras de f¨²tbol americano para darse a entender durante los intermedios del partido: "?M¨ªrame! ?Yo soy tu chica!", claman como tarjeta de presentaci¨®n. Es la f¨®rmula de la juventud para una audiencia que s¨®lo cree en lo que ve.
No parece tener los modales de un vicepresidente, alegan los dem¨®cratas, cuidando milim¨¦tricamente cualquier descalificaci¨®n susceptible de desprestigiar al bando liberal. No importa, dice la audiencia: es veros¨ªmil. Y nadie duda de ella: ni de su incapacidad pol¨ªtica ni de su glamour personal. Exactamente lo contrario de Hillary, m¨¢s r¨¢pida y astuta que la mayor¨ªa de sus pares pol¨ªticos. Pero si algunos ven la falta de preparaci¨®n de Palin como una evidente debilidad, otros le asignan una fortaleza impensada por los mismos motivos. Para ellos, Palin es la reivindicaci¨®n de la cultura del justo medio, caracterizada por una autodindulgencia de corte campechano que nace con el sue?o americano de los a?os cincuenta y se extiende hasta nuestros d¨ªas con gesto de revancha, dispuesta a cobrar caras todas las desafecciones feministas, subculturas de g¨¦nero, movimientos pro-aborto y uniones homosexuales que hacen trizas la ideolog¨ªa conservadora.
Palin no s¨®lo es provida, sino que adem¨¢s predica y practica con el ejemplo de su hijo m¨¢s reciente. Palin se re¨²ne con Henry Kissinger y ¨¦ste la consagra como el ¨²ltimo afrodis¨ªaco norteamericano, superior al viagra y a las fiestas privadas en el Marriot. Palin va a la televisi¨®n y durante las entrevistas sabe que las c¨¢maras son su mejor aliado, el ¨²nico torniquete infalible que tiene a mano para responder a las preguntas dif¨ªciles y las insinuaciones torcidas. Ella mira, sonr¨ªe, gesticula y dobla los dedos sobre los hombros para expresar su deseo; ella est¨¢ tratando, est¨¢ haciendo lo posible, ella s¨®lo es una mujer madre de familia dispuesta a trabajar por el porvenir del pa¨ªs. En fin, ella no es m¨¢s que Sarah Palin queriendo hacer bien la tarea. La prensa ha captado perfectamente este juego: en la parodia de Saturday Nigth Live, una falsa entrevistadora le dice a Palin: "Disc¨²lpeme, pero parece que mientras m¨¢s acorralada est¨¢ usted, m¨¢s adorable es para los televidentes".
Es tal cual: todo lo que sabe Palin, y lo que m¨¢s sabe, lo aprendi¨® en sus muchos a?os de reportera para la cadena de televisi¨®n local, donde cubr¨ªa eventos deportivos y toda clase de ferias, que en Alaska no faltan. Desde entonces su mejor amigo es una c¨¢mara de televisi¨®n. Todo lo que tiene para decir se adivina en un arqueamiento de cejas, en la inclinaci¨®n asertiva de los hombros y la retracci¨®n del labio inferior cuando cree haber terminado una idea, como si propusiera conservar el hueso de aquella fruta. Puede que no valga nada lo que dice, pero los votos nunca son del sabio de la clase. Al cambio del horizonte que proponen los dem¨®cratas, Palin ofrece ser la chica del pa¨ªs en su versi¨®n m¨¢s cl¨¢sica, joven y retr¨®grada al mismo tiempo. Una bomba de la televisi¨®n.
Vista la profundidad de la crisis que afronta el pa¨ªs, sin embargo, el populismo republicano no podr¨ªa ofrecer nada mejor como acompa?ante de John McCain. Y esto porque la apuesta con Palin no es tanto pol¨ªtica como cultural, acaso porque tambi¨¦n los neocons oyeron el ag¨®nico llamado de Hillary para ser la chica de la cual se enorgullece todo el pa¨ªs. Ese lugar le correspond¨ªa en propiedad a un sue?o llamado Palin, el mismo que el bando republicano ha salido a vender en los Estados que decidir¨¢n la elecci¨®n, y que en ocasiones tan atribuladas como las actuales s¨®lo desear¨ªa sentarse a repasar las nost¨¢lgicas im¨¢genes de El show de Lucy en televisi¨®n.
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