El hombre que amaban las mujeres
C¨®mo puedo estar fuera de peligro si no estoy muerta?". Esta frase que la protagonista de Rachel, Rachel dice al cirujano que la acaba de operar, bien podr¨ªa resumir el mundo inteligente y sensible que represent¨® Paul Newman en el cine. Tambi¨¦n su sentido del humor, pues la iron¨ªa era para ¨¦l la mejor defensa frente al sinsentido de la vida. Paul Newman encarn¨® a menudo a personajes tiernos y desvalidos, con una relaci¨®n problem¨¢tica con el otro y el mundo. Su Rocky Graciano, en Marcado por el odio de Robert Wise, o su Billy El Ni?o, en El zurdo de Arthur Penn, son personajes as¨ª. Fueron muy frecuentes en el cine americano de entonces, pero Paul Newman sol¨ªa concederles una cualidad especial. Es verdad que su Billy el Ni?o, por ejemplo, se complace leyendo las novelas populares que hablan de sus haza?as, y que elude plantearse qui¨¦n es de verdad y lo que quiere, pero no lo es menos que hay en ¨¦l un lado ingenuo que la interpretaci¨®n de Paul Newman expresa de forma admirable: como si lo ¨²nico que quisiera es jugar con las cosas. Nadie encarna mejor este esp¨ªritu, entre atormentado, burl¨®n e ir¨®nico, que Eddie Felson, el protagonista de El buscavidas, de Robert Rossen. Es uno de esos personajes problem¨¢ticos y amorales, incapaces de conocerse a s¨ª mismos, de los que, inexplicablemente, nos ponemos de su parte. Porque es cierto que juega para enga?ar, y sacar el dinero a sus incautos rivales, pero tambi¨¦n porque le gusta hacerlo, porque siente que tiene algo que los dem¨¢s no tienen, y el billar es su forma de hacerlo presente en el mundo. Se comporta en suma como un artista: alguien que ni en las situaciones m¨¢s adversas llega a ser pobre de verdad, y cuyo ¨²nico grito es pedir al mundo que le deje hacer las cosas lo mejor que sabe. ?sa fue la rara cualidad que Paul Newman supo infundir a sus personajes: su orgullo de artistas.
Paul Newman perteneci¨® a la misma generaci¨®n que Marlon Brando y James Dean, y, como ellos, fue al Actors Studio, bajo la direcci¨®n de Leo Strasberg, para encarnar en la pantalla a personajes complejos y atractivos que se enfrentaban a la dificultad de vivir y a la tentaci¨®n de la autocompasi¨®n: "Ese deporte de interior que tanto suele gustar a la gente". Pocos hombres han sido m¨¢s amados por las mujeres que ellos. Representan tres formas diferentes del imaginario amoroso femenino. James Dean, el amor adolescente, el amor a esos novios que a¨²n conservan el ego¨ªsmo y la locura de la infancia, y que suelen ser los que m¨¢s las hacen sufrir; Marlon Brando, el amor al extra?o, el amor a uno de esos hermosos desconocidos que nunca llegan para quedarse y en cuyas manos ellas se ponen sin preguntar. Y Paul Newman el amor al amigo, el amor a esos muchachos que crecen a su lado y que, a pesar de su inconstancia y su aire burl¨®n, no dudar¨¢n en acudir en su ayuda cuando los necesiten: el amor que sabe pedir a la vida las cosas que te puede dar.
Paul Newman no se conform¨® con su trabajo de actor y dirigi¨® tres buenas pel¨ªculas: Rachel, Rachel, El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas y El zoo de cristal, la m¨¢s hermosa de todas. Una maestra soltera, frustrada y algo neur¨®tica, una madre de familia divorciada, que quiere para ella el mundo entero, y otra que vive a la espera de un m¨ªtico visitante que se case con su hija, son los personajes que interpreta Joanne Woodward, su compa?era durante m¨¢s de cincuenta a?os. El zoo de cristal, su ¨²ltima pel¨ªcula como director, est¨¢ basada en una de las obras m¨¢s hermosas y dif¨ªciles del teatro contempor¨¢neo. La adaptaci¨®n de Newman fue ejemplar. El mundo fr¨¢gil, tejido de ensue?os de Tennessee Williams, le lleva a crear una obra de extra?o lirismo que habla de lo fr¨¢gil que puede ser lo que amamos y de esas luces que necesitamos encender a la irrealidad para seguir viviendo.
Paul Newman nunca dio demasiada importancia a su ¨¦xito ni a su vida de actor. Hizo 52 pel¨ªculas y a los 82 a?os anunci¨® que se retiraba del cine. Progresista, inteligente y simp¨¢tico, amaba los deportes, los coches y la velocidad. Su compromiso con los m¨¢s desfavorecidos, su amor a los ni?os y la dignidad con que afront¨® su enfermedad hablan de un hombre que, aun en medio de las dificultades, siempre supo sonre¨ªr a la vida. A causa de ello, y de su belleza, tan cercana como irrepetible, fue amado por todas las mujeres del mundo. La noticia de su muerte debe llenarnos de pena. -
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