La vertiente ignorada de Jonathan Swift
La desbordante imaginaci¨®n de Jonathan Swift es responsable de que Los viajes de Gulliver se haya considerado como un intrascendente pasatiempo, incluso como un libro indicado para ni?os o j¨®venes que se inician en la lectura. Como toda gran obra, en sus p¨¢ginas convive tal multiplicidad de registros que, sin duda, Gulliver no puede defraudar a quien s¨®lo busque en sus aventuras un relato ejecutado con portentosa maestr¨ªa. Pero tampoco, y ¨¦sta es quiz¨¢ la vertiente ignorada, a quien se proponga rastrear una de las cr¨ªticas m¨¢s certeras, m¨¢s atentas a las contradicciones en las que incurre la corriente principal del pensamiento europeo durante el siglo XVIII. Gulliver es la obra de un ilustrado, pero de un ilustrado que, lejos de limitarse a combatir los viejos prejuicios desde la raz¨®n, tambi¨¦n contempla desde la raz¨®n los propios principios ilustrados. Swift deb¨ªa de ser consciente de la tarea que emprend¨ªa y de los riesgos que arrostraba: aunque su autor¨ªa fue pronto descubierta, Gulliver fue publicado de forma an¨®nima en 1726.
Los viajes de Gulliver
Jonathan Swift
Traducci¨®n de Pedro Guardia Mass¨®
Mondadori. Barcelona, 2008
334 p¨¢ginas. 21,15 euros
Le¨ªdo como literatura cr¨ªtica, Gulliver revela desde las primeras p¨¢ginas su pertenencia a un g¨¦nero de obras reconocible por la adopci¨®n de determinados recursos narrativos que, como el manuscrito hallado, no son un banal aditamento, sino una forma de emborronar, incluso de romper cualquier v¨ªnculo directo entre las opiniones que aparecen en el texto y las propias del escritor. El hecho de que su autor¨ªa se tuviera por incontestable en la primera edici¨®n an¨®nima no impidi¨®, sin embargo, que Swift introdujera una significativa correcci¨®n en la segunda: una carta del personaje Gulliver al supuesto editor de Los viajes, otro personaje llamado Sympsom y que es presentado como amigo suyo, acus¨¢ndole de haber sido poco escrupuloso con el manuscrito que le confi¨®. Adem¨¢s, Gulliver informa a los lectores de que no guarda ninguna copia con la que probar la veracidad de sus reproches.
Pero las disputas acerca del manuscrito y de la fidelidad del texto publicado con el original no agotan, ni mucho menos, la n¨®mina de recursos narrativos que Gulliver comparte con un g¨¦nero de obras identificado con creciente nitidez a medida que avanza la novela. Seg¨²n escribe Swift, el prop¨®sito del relato que el personaje Gulliver redacta en primera persona no es otro que mostrar el car¨¢cter quim¨¦rico de la literatura de viajes, a la que tan aficionado es el siglo XVIII y de la que el propio Gulliver se confiesa apasionado lector en su juventud, antes de sentir "una repulsa generalizada" y "bastante indignaci¨®n al comprobar de qu¨¦ modo tan descarado se abusa de la credulidad humana". Esto es, Swift concibe a Gulliver no como una prolongaci¨®n, sino como una contestaci¨®n o una parodia de la literatura de viajes, y al mismo tiempo como un medio para desterrarla del aprecio de los lectores. Bastar¨ªa escribir "caballer¨ªa andante" donde Swift habla de "literatura de viajes" para advertir ciertos ecos transparentes, ciertas deliberadas reminiscencias en su narraci¨®n.
Y otro tanto sucede con las peripecias de Gulliver en Liliput y en Brobdingnag, el reino de los gigantes: Swift le hace decir a su personaje que, por fidelidad a los hechos, no prescindir¨¢ en el relato de "ninguna circunstancia material". Son entonces los ecos, las reminiscencias de Rabelais las que resuenan en Los viajes, tanto en los detalles escatol¨®gicos diseminados en sus p¨¢ginas -resulta significativa la escena de Gulliver galopando sobre un pez¨®n o la repugnante visi¨®n a escala de un lunar- como en la concepci¨®n de algunas aventuras. Es dif¨ªcil no evocar, en este sentido, las batallas que libran los gigantes Gargant¨²a y Pantagruel usando como arma sus orines y ventosidades cuando Gulliver, enfrentado al fuego que devasta el palacio real de Liliput, lo apaga por el infalible procedimiento de desahogar su vejiga. La corte se dividir¨¢ entre quienes ven en este gesto la haza?a de un salvador y quienes, por el contrario, se sienten humillados, y alegan en contra de Gulliver una ley que proh¨ªbe orinar en el recinto del palacio.
La doble interpretaci¨®n del episodio del incendio no es la ¨²nica de la que dan cuenta Los viajes. En realidad, la estancia sucesiva de Gulliver en Liliput y en Brobdingnag parece ilustrar una reflexi¨®n caracter¨ªstica del siglo XVIII, la que afecta a los valores. Swift da a entender que la pol¨¦mica entre relativismo y universalismo no debe obviar, en cualquier caso, el riesgo de que se tomen por universales valores que s¨®lo son producto de un punto de vista y de que, al tomarlos equivocadamente por universales, se acabe por ceder a la tentaci¨®n de imponerlos por la fuerza, alegando su superioridad. Para Swift, este error estar¨ªa en el origen de algunas de las m¨¢s dram¨¢ticas paradojas del pensamiento ilustrado en su relaci¨®n con los no europeos, como perpetrar la injusticia en nombre de la justicia o sojuzgar en nombre de la libertad. Gulliver se revela, as¨ª, como un expl¨ªcito dicterio contra la empresa colonial, adelantando r¨¦plicas y argumentos que no volver¨¢n a aparecer hasta bien entrado el siglo XX. "Un barco pirata es arrastrado por una tempestad con rumbo desconocido", escribe Swift al t¨¦rmino de Los viajes, "hasta que un grumete, desde lo alto del m¨¢stil, descubre tierra a lo lejos. Desembarcan para robar y expoliar; encuentran a gente inofensiva, se les acoge con amabilidad, dan al pa¨ªs un nombre nuevo, toman, en nombre de su monarca, formal posesi¨®n del mismo y erigen, en recuerdo, un madero podrido o una piedra; asesinan a dos o tres docenas de nativos, cogen de muestra a un par m¨¢s por la fuerza, regresan a la patria y obtienen el indulto". La conclusi¨®n es terminante: "Tan piadosa expedici¨®n es una colonia moderna enviada para convertir y civilizar a un pueblo b¨¢rbaro e id¨®latra".
Pero hasta llegar a esta terminante condena de la empresa colonial, Swift invita a un largo recorrido a trav¨¦s de reinos como Laputa, Balnibarbi, Glubbdubdrib, Luggnagg o su admirado pa¨ªs de los houyhnhnms -sin olvidar, adem¨¢s, una breve incursi¨®n en Jap¨®n-, en los que van apareciendo pr¨¢cticas, usos, creencias, conflictos o profesiones que trazan un cuadro cr¨ªtico completo del siglo XVIII europeo. Los lectores contempor¨¢neos de Swift reconocieron de inmediato que Los viajes de Gulliver no retrataban lejanos territorios, sino su propia e inmediata realidad, coloc¨¢ndolos ante la evidencia de que la frontera entre la Ilustraci¨®n y el oscurantismo, entre la civilizaci¨®n y la barbarie, no era tan n¨ªtida como imaginaban. La fuerza del relato de Swift, su cr¨ªtica velada aunque incontestable, hizo que se le tomara por un loco dotado de una portentosa imaginaci¨®n. Tan portentosa, que todav¨ªa hoy se la celebra sin advertir que no era fruto de la locura, sino de una lucidez que se ha mantenido intacta.
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