La amenaza antiintelectual estadounidense
En los ¨²ltimos a?os, Estados Unidos ha sido m¨¢s una fuente de inestabilidad mundial que de resoluci¨®n de problemas en el mundo. Abundan los ejemplos: la guerra de Irak, iniciada por Estados Unidos con falsos argumentos; la obstrucci¨®n de los esfuerzos para reducir el cambio clim¨¢tico; la escasa ayuda al desarrollo; la violaci¨®n de tratados internacionales como los Convenios de Ginebra... Aunque son muchos los factores que contribuyeron a las acciones desestabilizadoras de EE UU, uno de ellos, muy poderoso, es la actitud antiintelectual, simbolizada recientemente en la gran popularidad que obtuvo en un primer momento la candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin.
Al decir antiintelectual, me refiero en especial a una perspectiva agresivamente anticient¨ªfica, apoyada en el desprecio por quienes defienden la ciencia y la necesidad de pruebas. Pero los retos que afronta una gran potencia como Estados Unidos exigen an¨¢lisis rigurosos de la informaci¨®n con arreglo a los mejores principios cient¨ªficos.
Desde Irak al cambio clim¨¢tico, el desprecio a la raz¨®n prima en ciertos republicanos
Es un mal presagio que Sarah Palin cite a Dios cuando habla de guerra
El cambio clim¨¢tico, por ejemplo, plantea graves amenazas para el planeta que es preciso valorar de acuerdo con las normas cient¨ªficas preponderantes y la creciente capacidad de las ciencias del clima. El proceso cient¨ªfico mundial denominado Panel Intergubernamental sobre el Cambio Clim¨¢tico (PICC), premiado con un Nobel, ha establecido la pauta del rigor cient¨ªfico en el an¨¢lisis de las amenazas que representa el cambio clim¨¢tico provocado por el ser humano. Necesitamos pol¨ªticos con conocimientos cient¨ªficos y capaces de ejercer un pensamiento cr¨ªtico basado en las pruebas para transformar esos hallazgos y recomendaciones en estrategias pol¨ªticas y acuerdos internacionales.
Sin embargo, en Estados Unidos, las actitudes del presidente Bush, los responsables republicanos y, ¨²ltimamente, Sarah Palin, son todo lo contrario de cient¨ªficas. La Casa Blanca ha hecho todo lo que ha podido durante ocho a?os para ocultar el abrumador consenso cient¨ªfico sobre el hecho de que los seres humanos est¨¢n contribuyendo al cambio clim¨¢tico. Intent¨® impedir que los cient¨ªficos del Gobierno hablaran con sinceridad en p¨²blico. The Wall Street Journal tambi¨¦n ha tratado de vender anticiencia y pseudociencia con el fin de oponerse a las pol¨ªticas dise?adas para luchar contra el cambio clim¨¢tico de origen humano.
Estas actitudes anticient¨ªficas afectaron no s¨®lo a la pol¨ªtica del clima, sino tambi¨¦n a la pol¨ªtica exterior. Estados Unidos emprendi¨® la guerra de Irak bas¨¢ndose en el instinto y las convicciones religiosas de Bush, no en pruebas rigurosas. Ahora Palin tambi¨¦n dice que la guerra fue "una tarea ordenada por Dios".
No estamos hablando de personas aisladas, aunque poderosas, que no tienen ni idea de la realidad. Son reflejo del hecho de que una parte importante de la sociedad estadounidense, que hoy vota, en general, a los republicanos, rechaza o simplemente ignora las pruebas cient¨ªficas b¨¢sicas relacionadas con el cambio clim¨¢tico, la evoluci¨®n biol¨®gica, la salud humana y otros ¨¢mbitos. Estos votantes no suelen renunciar a las ventajas de las tecnolog¨ªas que les proporciona la ciencia moderna, pero s¨ª rechazan las pruebas y los consejos que ofrecen los cient¨ªficos en relaci¨®n con las estrategias pol¨ªticas.
Los datos de una encuesta reciente llevada a cabo por la Fundaci¨®n Pew revelan que, mientras que el 58% de los dem¨®cratas cree que los seres humanos est¨¢n causando el calentamiento global, s¨®lo el 28% de los republicanos est¨¢ de acuerdo. En el mismo sentido, una encuesta realizada en 2005 descubri¨® que el 59% de los que se reconoc¨ªan republicanos conservadores rechazaban cualquier teor¨ªa de la evoluci¨®n, mientras que el 67% de los dem¨®cratas liberales aceptaban alguna de sus versiones.
Por supuesto, algunos de los que niegan estas cosas son sencillamente ignorantes, v¨ªctimas de la mala calidad de la educaci¨®n cient¨ªfica en Estados Unidos. Pero otros son fundamentalistas b¨ªblicos, que rechazan la ciencia moderna porque consideran que la palabra de la Biblia es una verdad literal. Rechazan las pruebas geol¨®gicas del cambio clim¨¢tico porque rechazan la ciencia de la geolog¨ªa como tal.
No se trata de enfrentar religi¨®n contra ciencia. Todas las grandes religiones tienen tradici¨®n de relaciones fruct¨ªferas e incluso apoyo a la investigaci¨®n cient¨ªfica. La Edad de Oro del islam, hace un milenio, fue la era en la que la ciencia isl¨¢mica mandaba en el mundo. El papa Juan Pablo II declar¨® su respaldo a los principios cient¨ªficos b¨¢sicos de la evoluci¨®n, y los obispos cat¨®licos son muy partidarios de limitar el cambio clim¨¢tico provocado por el ser humano, a partir de las pruebas cient¨ªficas.
Varios cient¨ªficos destacados, incluido uno de los principales bi¨®logos del mundo, E. O. Wilson, han tendido la mano a comunidades religiosas para colaborar en la lucha contra el cambio clim¨¢tico causado por el ser humano y por la conservaci¨®n biol¨®gica, y esas comunidades religiosas han respondido trabajando en armon¨ªa con la ciencia.
El problema es el fundamentalismo agresivo que niega la ciencia moderna, la actitud agresivamente antiintelectual que considera que los expertos y los cient¨ªficos son el enemigo. ?sas son las opiniones que pueden acabar mat¨¢ndonos. Al fin y al cabo, ese tipo de extremismo puede incluso derivar en una guerra, si parte de la opini¨®n distorsionada de que una guerra concreta es deseo de Dios, y no un fracaso de la pol¨ªtica y la cooperaci¨®n. En muchas de sus declaraciones, Palin parece empe?ada en invocar a Dios cuando opina sobre la guerra, un mal presagio para el futuro si resulta elegida. Desde luego, dar¨ªa excusas a muchos enemigos de EE UU, que recurrir¨ªan a sus propios fundamentalismos. Los extremistas de ambos signos acaban poniendo en peligro a esa gran mayor¨ªa de personas que no es ni extremista ni fundamentalista.
Es dif¨ªcil saber con certeza lo que est¨¢ despertando el fundamentalismo en tantas partes del mundo. Lo que ocurre en Estados Unidos, por ejemplo, no ocurre en Europa, pero s¨ª es t¨ªpico, como es l¨®gico, de algunas zonas de Oriente Pr¨®ximo y Asia central. El fundamentalismo parece surgir en ¨¦pocas de cambios trascendentales, cuando las estructuras sociales tradicionales se ven amenazadas. El crecimiento del fundamentalismo estadounidense moderno en la pol¨ªtica se remonta a la era de la lucha por los derechos civiles, en los a?os sesenta, y refleja, al menos en parte, una reacci¨®n de muchos blancos contra la fuerza pol¨ªtica econ¨®mica, cada vez mayor, de grupos minoritarios no blancos e inmigrantes en la sociedad norteamericana.
La ¨²nica esperanza de la humanidad es que se sustituya el c¨ªrculo vicioso del extremismo por una interpretaci¨®n mundial com¨²n de los enormes retos del cambio clim¨¢tico, las reservas de alimentos, la energ¨ªa sostenible, la escasez de agua y la pobreza. Los procesos cient¨ªficos de ¨¢mbito mundial como el PICC son fundamentales, porque son nuestra mejor posibilidad de elaborar un consenso basado en las pruebas cient¨ªficas.
Estados Unidos debe reincorporarse al consenso mundial basado en datos cient¨ªficos comunes y dejar la actitud antiintelectual. ?sa es la tarea m¨¢s urgente que tiene hoy la sociedad estadounidense.
Jeffrey Sachs es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y director del Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. ? Project Syndicate, 2008.
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