"?Co?o!"
Se supone que t¨² no exclamas "?co?o!" y te metes en misa. Pero se hace.
Lo hacen los jueces, por ejemplo. O por lo menos lo hace el juez Ram¨®n Trillo. Le dijo a Carlos D¨ªvar, juez de jueces, "que eres el jefe, ?co?o!", y fueron a misa.
Otro Trillo, Federico, dijo "?manda huevos!", y procedi¨® a juntar a los diputados para que aprobaran una ley cuyo enunciado a ¨¦l le parec¨ªa un co?azo.
De todo esto, lo importante no es la exclamaci¨®n, sino la misa. Y antes de hablar de la misa, hablemos de lo otro. En mi infancia me ense?aron una copla que ven¨ªa del siglo XIX y que se hab¨ªa quedado en la memoria de las abuelas de Canarias.
Me da un poco de pudor escribirla, pero, habida cuenta de que los jueces dicen palabrotas y luego se meten en misa, seguro que mi madre no me toma en cuenta que recuerde esta delicada groser¨ªa.
Se dec¨ªa, para explicar de d¨®nde vienen los tacos: "El co?o es una maceta / donde se planta el carajo / y, si no reto?a el gajo, / dale parte a la pu?eta".
Dicho esto, vayamos a misa, como los jueces. Lo preocupante no es el taco, sino la misa. Este peri¨®dico ha puesto de manifiesto la vinculaci¨®n religiosa de D¨ªvar, que es respetabil¨ªsima. No hubiera estado nada mal que se fuera a misa, con Trillo, antes o despu¨¦s de decir tacos, si los dicen, pero lo que carece de sentido es que se vayan a misa como corporaci¨®n.
Con todos los respetos para la misa, esto es mezclar la Constituci¨®n con otra cosa; la Constituci¨®n dijo que ¨¦ste no es un pa¨ªs confesional, y, que se sepa, esos jueces, los que se sientan en el Consejo que ahora preside D¨ªvar, est¨¢n mandados por la Carta Magna y no por su real gana.
La gente no se confiesa de los pecados pol¨ªticos, y si fuera as¨ª, estar¨ªa el firmamento lleno de estrellitas descarriadas; as¨ª que ellos no se tienen que confesar ante ninguna autoridad laica sobre ese pecado de mezclar la misa con las leyes, pero s¨ª son sospechosos ahora de llevar a misa las leyes, algo que puede ser tremendamente contraproducente e injusto.
La misma persona que me cont¨® aquella cuarteta me contaba siempre lo que gritaba Ferrer i Guardia, el anarquista defensor de las escuelas laicas, cuando le iban a fusilar, a principios del siglo XX: "?No tengo miedo a la muerte! ?Vivan los ni?os! ?Vivan las escuelas laicas!".
Ferrer i Guardia no ha tenido, tampoco, la desdicha de vivir en estos tiempos en que la palabra laica es fusilada incluso por los que mandan en la justicia. Manda huevos, que dir¨ªa el otro Trillo.
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