El inquietante atractivo de la guerra
'Generation kill' (Canal +) sigue los pasos de un comando de 'marines' en Irak
Como ocurre cada vez con m¨¢s frecuencia en Hollywood, la guerra de Irak todav¨ªa no cuenta con una gran pel¨ªcula, con uno de esos filmes que consiguen que, incluso en la era de YouTube, llegue a confundirse lo real y lo imaginado; pero s¨ª tiene una gran ficci¨®n televisiva: se llama Generation kill, sus autores son David Simon y Ed Burns, los creadores de The Wire, y la estrenar¨¢ Canal + el 7 de octubre (21.30). A lo largo de siete episodios, la serie seguir¨¢ a una compa?¨ªa de reconocimiento de marines estadounidenses durante la invasi¨®n de Irak y est¨¢ labrada en la tradici¨®n del mejor cine de combate. De hecho, en algunos momentos aguanta la comparaci¨®n con Hermanos de sangre, la miniserie sobre la II Guerra Mundial que produjeron Steven Spielberg y Tom Hanks.
La serie refleja la confusi¨®n de la batalla, el horror absoluto
Los soldados de la Compa?¨ªa Bravo van hasta arriba de pastillas de cafe¨ªna
Generation kill (Generaci¨®n matar) est¨¢ basada en el libro del mismo t¨ªtulo del reportero Evan Wright, empotrado con los marines durante los dos primeros meses de la guerra, que comenz¨® el 20 de marzo de 2003. Ni el libro ni la serie ocultan ning¨²n detalle por desagradable que sea -ni?os muertos a tiros en controles en los que se dispara contra todo lo que se mueve, bombardeos de aldeas en las que s¨®lo hay civiles, mandos incompetentes- y muestran c¨®mo las normas de enfrentamiento se van endureciendo conforme avanza la invasi¨®n. Los periodistas espa?oles sabemos, tras la muerte del c¨¢mara Jos¨¦ Couso en el hotel Palestina de Bagdad, hasta qu¨¦ punto el Ej¨¦rcito de EE UU disparaba contra objetivos claramente civiles.
Sin embargo, y en eso se parece a la obra maestra del reporterismo sobre Vietnam, Despachos de guerra, de Michael Herr, el espectador no puede evitar oleadas de simpat¨ªa por unos t¨ªos que idolatran a la muerte, pero que se juegan la vida en los caminos polvorientos de una guerra absurda. Los soldados de la Compa?¨ªa Bravo van puestos hasta arriba de pastillas de cafe¨ªna, tienen problemas de suministros, est¨¢n obsesionados por encontrar el mejor momento para cagar, apenas cuentan con apoyo a¨¦reo, reciben las emboscadas "como plegarias atendidas", son obscenos hasta la verg¨¹enza ajena, comparan la guerra con el Grand Thef Auto o cualquier otro videojuego; pero son seres humanos, personajes de carne y hueso.
En el Bagdad de los saqueos, cuando un periodista compart¨ªa unas cervezas con soldados de EE UU, era frecuente que acabasen ense?¨¢ndole los v¨ªdeos grabados durante su avance por la tierra de los dos r¨ªos: y eran puro Generation kill. A veces retrataban el combate en medio de un ambiente de bromas de campamento de verano, otras eran escenas salvajes. Esta serie ha captado esa autenticidad, la guerra vista desde los ojos de una generaci¨®n que, como escribe Evan Wright, refleja una "naci¨®n que se hundi¨® desde el estado de gracia de Camelot (la Casa Blanca en la ¨¦poca de John Kennedy) hasta la verg¨¹enza del Watergate, unos j¨®venes que entraron en Irak con la idea de que las grandes mentiras son tan esenciales para el Estado como los impuestos".
Es una serie capaz de reflejar la peque?a historia de los soldados, la confusi¨®n de la batalla, el horror absoluto de la guerra, la locura de la violencia desatada, pero tambi¨¦n la fascinaci¨®n que todo aquello nos produce. Porque, como afirma un fot¨®grafo en el libro de Michael Herr: "?Quitarle encanto a la guerra! Bueno, dime, ?c¨®mo co?o vas a poder hacer eso?... No puedes quitarle atractivo a eso, es como intentar quit¨¢rselo al sexo o a los Rolling Stones". Cualquier muchacho de Generation kill subscribir¨ªa esta enloquecida declaraci¨®n de principios.
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