Abogada de los pobres
Se present¨® en la sede del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, y pidi¨® la lista de diputados espa?oles del PP. Hab¨ªa m¨¢s de veinte. Comenz¨® a llamar uno a uno:
- Hola, soy Rosario Soto, estudiante de Ciencias Pol¨ªticas. Me gustar¨ªa colaborar contigo.
La mayor¨ªa contestaba: Lo siento. Pero Rosario Soto, estudiante del Instituto de Estudios Pol¨ªticos de Estrasburgo, no se rindi¨®. Uno de los ¨²ltimos de la lista dijo: "Vale". Era el andaluz Jorge Hern¨¢ndez Moya. Rosario se convirti¨® en su asistente. Pas¨® el a?o de su beca Erasmus trabajando en el coraz¨®n del parlamentarismo europeo.
La an¨¦cdota retrata bien el car¨¢cter decidido de esta joven almeriense nacida en diciembre de 1975, reci¨¦n nombrada vicesecretaria de Pol¨ªtica Social del PP de Andaluc¨ªa. Dice sin tapujos: "Busco los caminos para conseguir lo que quiero y me pongo en marcha".
"Desde que le¨ª la biograf¨ªa de Ghandi decid¨ª dedicar mi vida a los dem¨¢s"
"Me gustar¨ªa que hubiera m¨¢s hombres trabajando en las pol¨ªticas sociales"
Aquel camino la ha llevado desde su Almer¨ªa natal a este sal¨®n de hotel de cinco estrellas de Sevilla, donde Javier Arenas, presidente regional del PP, acaba de decir ante el Comit¨¦ Ejecutivo de su partido: "El se?or Chaves se ha convertido en un presidente arrodillado".
En el extremo de la larga mesa donde escuchan atentos los m¨¢s altos dirigentes del PP, vestida de negro riguroso, con el pelo recogido, y aire de ejecutiva de empresa puntocom, est¨¢ sentada Rosario Soto. Una de las nacientes estrellas del PP andaluz. Una biograf¨ªa de Mahatma Gandhi que le dio a leer su madre cuando era adolescente, es en buena parte responsable de su presencia hoy en esta primera fila de dirigentes populares.
- Siempre he sido muy idealista. Por eso me impact¨® la vida de Gandhi, una persona que entreg¨® toda su vida a su pueblo. Desde entonces pens¨¦ que yo tambi¨¦n quer¨ªa dedicar mi vida a los dem¨¢s y que para ello estudiar¨ªa Ciencias Pol¨ªticas.
Un grupo de operarios est¨¢ desmontando las mesas y los equipos de sonido utilizados en el acto. Hacen un ruido considerable. Pero, por encima de ¨¦ste, se alza potente la voz de esta delgada mujer de ojos inquietos. No le importa si la escuchan. Habla de su familia con verdadero orgullo. De su padre, aparejador, como el abuelo. De su madre, profesora de preescolar, que la alimentaba de lecturas. Se emborrach¨® de Herman Hesse. "Lo le¨ª todo". Recuerda especialmente Siddhartha, palabra que, como ella sabe, significa Aqu¨¦l que alcanz¨® sus objetivos. Como parece que va alcanz¨¢ndolos ella. Se interes¨® por el budismo.
Rosario reconoce la fortuna que tuvo al crecer en un ambiente en el que las mujeres de la familia trabajaban, en el hogar y fuera. La abuela, viuda a los 45 a?os, ten¨ªa una tienda de comestibles. "Y les dio carrera a sus tres hijos". Claro que s¨®lo el var¨®n pudo salir fuera de Almer¨ªa, a licenciarse en Econ¨®micas. Su madre y su t¨ªa estudiaron carreras medias, que se impart¨ªan en la capital: Magisterio y ATS.
- Los valores que me inculcaron de honestidad, trabajo, respeto a los dem¨¢s, son los que han hecho que me realice como persona -dice orgullosa.
Ella s¨ª pudo viajar fuera. A Granada. A los 17 a?os se fue de casa. Vivi¨® en residencias y pisos compartidos con otras compa?eras. ?Buena estudiante? De matriculas y sobresalientes, no. Era una estudiante media, que sacaba los cursos sin problemas. Le gustaba vivir: "Intento aprovechar la vida al m¨¢ximo posible". Sal¨ªan. Iban al cine. A esquiar. Pero tambi¨¦n le¨ªan por las noches, poes¨ªa, historia, filosof¨ªa. "Me encant¨® El Pr¨ªncipe". Y se confiesa algo maquiav¨¦lica. Aunque no suscribe la sentencia falsamente atribuida a Maquiavelo de que el fin justifica los medios:
- S¨¦ que hay gente capaz de hacer cualquier cosa por ser poderoso. Yo no. Tengo unos principios y unos valores, que para m¨ª son muy importantes. Si ma?ana, por esos principios, tengo que dejar la pol¨ªtica, no lo dudar¨¦ un instante.
La familia de Rosario no estaba especialmente politizada. Aunque su madre sol¨ªa decirle: "eres la abogada de los pobres". ?C¨®mo cay¨® entonces en las redes del PP? Rosario salta como gacela:
- ?No tiene nada que ver! Yo nunca llamo al PSOE socialista, ni obrero... Eleg¨ª al PP en 1992 porque era un momento hist¨®rico. El PSOE estaba haciendo una gesti¨®n nefasta. Yo estaba de acuerdo con los principios de Aznar.
As¨ª que, un buen d¨ªa, reci¨¦n llegada a Granada, se plant¨® en la sede del PP y se afili¨®. Termin¨® sus estudios, se larg¨® a Estrasburgo. Trabaj¨® unos meses en una empresa hortofrut¨ªcola. Hizo un master en el Reino Unido. Dio clases de espa?ol en una escuela de Manchester. Trabaj¨® en la organizaci¨®n de los Juegos del Mediterr¨¢neo. Y llegaron las elecciones de 2003. El PP la incluy¨® en sus listas. Ganaron. A los 28 a?os era concejala de su ciudad, Almer¨ªa. Desde entonces ha pasado por departamentos relacionados con la juventud y, sobre todo, con las pol¨ªticas sociales y de igualdad.
- Parece que la mujer est¨¦ destinada a esas ¨¢reas...
- Lamentablemente, la mujer, en efecto, ocupa esos puestos. Digo lamentablemente, porque me gustar¨ªa que tambi¨¦n hubiera hombres, para que conozcan los problemas sociales como nosotras.
A¨²n as¨ª, est¨¢ encantada con el encargo que le ha hecho Arenas: dirigir la pol¨ªtica social del partido en Andaluc¨ªa. Aunque ello le quite tiempo y posiblemente tenga que dejar su otra gran pasi¨®n: la m¨²sica. Porque Rosario hace sus pinitos con el grupo almeriense de rock La extra?a enfermedad de Sarah Perkins. Ha intervenido como artista invitada en algunos de sus conciertos. Cantando viejas canciones de Rod Stewart, de REM y de los m¨¢s lejanos Creedence Clearwater Revival.
Es la otra cara de Rosario. Una cara que tiene forma de estrella de cinco puntas y que lleva tatuada en la base del cuello. ?Una estrella jud¨ªa?
- ?No, qu¨¦ va! Es el pentagrama de la buena estrella. Los cinco puntos de dolor de Jesucristo.
Y se larga a toda mecha hacia Almer¨ªa en coche.
"A veces tengo mi propia religi¨®n"
Salen del sal¨®n los pesos pesados del PP: Arenas, Sanz, Mart¨ªnez. Acaba de finalizar la reuni¨®n del comit¨¦ ejecutivo regional. ?Se puede hablar de renovaci¨®n si siguen los de siempre? Dispara Rosario Soto:
- La experiencia es un grado. Adem¨¢s, admiro a Arenas. Es una de las personas que m¨¢s trabaja, de todas las que conozco. Por eso tiene que seguir, y dios quiera...
Se interrumpe brevemente y exclama: "?Soy muy creyente, creo en dios!, ?vale?"
OK. Ninguna objeci¨®n. ?Cat¨®lica? "S¨ª, creo en Jesucristo". ?Practicante? "No, soy poco practicante. Pero creo en la existencia hist¨®rica de Jesucristo, y en la existencia de dios".
- ?Qu¨¦ opini¨®n le merecen algunos derechos como el aborto o los matrimonios entre homosexuales?
Rosario se detiene a pensar unos instantes, por vez primera en la entrevista. Sus respuestas anteriores han salido como balas de su cerebro. Hasta el punto de que en alguna ocasi¨®n pregunta: "?voy muy deprisa?". Esta vez mide m¨¢s sus palabras:
- Soy creyente, pero a veces tengo mi propia religi¨®n. Las personas deben elegir libremente su camino de acuerdo con determinadas circunstancias. Creo en la libertad individual.
- ?Quiere decir que esos temas pertenecen al ¨¢rea de la vida privada?
"Efectivamente", dice. Siguiente pregunta: ?entonces los gobiernos deben posibilitar legalmente a los ciudadanos el uso de esos derechos individuales, por ejemplo en el aborto, cuya reforma se debate de nuevo?
- Tendr¨ªa que pensar m¨¢s profundamente la respuesta. No quiero decir algo de lo que quiz¨¢s luego me arrepienta.
Pero afirma muy ufana que ella apoya "al cien por cien" los matrimonios entre homosexuales. "He casado a much¨ªsimas parejas en Almer¨ªa".
Sincera y directa.
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