La secta del rock
Hay una pieza que es el alfa y omega de la exposici¨®n Rock My Religion, que por su tama?o y ambici¨®n resulta tan poli¨¦drica y desaforada como lo es la propia historia del rock. Se titula Don't Trust Anyone Over Thrirty (no conf¨ªes en nadie mayor de treinta) y es una versi¨®n de la ¨®pera rock con marionetas fruto del trabajo de Dan Graham y Tony Oursler que en su estreno de 2004 cont¨® con la colaboraci¨®n como letrista de Rodney Graham, del d¨²o pospunk Japanther y de las marionetas de Phillip Huber. O sea, con la de algunos de los nombres clave del arte, el cine y la m¨²sica actuales, unidos para poner en escena un nuevo cruce entre el arte de vanguardia y el rock, cuyo medio siglo de historia son recuperados en esta exposici¨®n. La elecci¨®n de esta pieza no es arbitraria: Dan Graham es autor de Rock My religion, un ensayo que el artista y te¨®rico americano realiz¨® a comienzos de los a?os ochenta del siglo pasado, tambi¨¦n es el t¨ªtulo del v¨ªdeo correspondiente y ahora lo es de esta muestra. El t¨ªtulo es una tesis: el rock es la religi¨®n de los adolescentes de las periferias urbanas americanas que, agobiados por la estricta moral puritana de sus padres, encontraban en la experiencia ext¨¢tica de los conciertos de Elvis Presley de los cincuenta y sesenta una v¨ªa de liberaci¨®n. La misma o semejante a la que hab¨ªan encontrado -seg¨²n Graham- los trabajadores del Manchester industrial del siglo XVIII que, agrupados en la secta de los Shakers, practicaban el reeling and rocking, el sacudirse y dar vueltas del cuerpo que limpiaba de penas y pesares el alma. Hab¨ªa tambi¨¦n una dimensi¨®n sexual subrayada por Ann Lee -una de las fundadoras de la secta- que ve¨ªa en estas convulsiones rituales una forma eficaz de sublimar las pulsiones sexuales reprimidas por el culto a la virginidad y al celibato. El rock and roll parec¨ªa cumplir la misma funci¨®n sublime, a juzgar por el adjetivo de "hist¨¦ricas" que los comentaristas de la ¨¦poca arrojaron sobre las multitudes de adolescentes enfervorizadas por las sacudidas de la pelvis de Elvis, "la pelvis", como lo apod¨® uno de ellos.
La exposici¨®n recupera medio siglo de historia y pone en escena un nuevo cruce entre el arte de vanguardia y el rock
Pero Rock My Religion hizo m¨¢s que subrayar el car¨¢cter religioso del movimiento: la obra misma es un collage audiovisual, centrado en la cantante y poeta Patti Smith, que yuxtapone textos, citas, lemas, documentos y grabaciones en directo y que remit¨ªa a las pel¨ªculas experimentales de Guy Debord o de Jean-Luc Godard e inclusive a tentativas como los collages de John Heartfield o los diarios de trabajo de Bertolt Brecht. La decisi¨®n de Dan Graham de utilizar el collage como medio de apropiaci¨®n y conocimiento de un fen¨®meno tan turbulento y complejo como el del rock marc¨® un antes y un despu¨¦s en las relaciones entre el arte de vanguardia y el rock. Antes, la relaci¨®n tend¨ªa a limitarse al registro fotogr¨¢fico y al dise?o de portadas de discos o de fanzines. De hecho, esta muestra incluye un retrato de Elvis de Ray Johnson fechado en 1957, otro de Andy Warhol del mismo cantante de 1962 y Swinging London, una serigraf¨ªa de Richard Hamilton de 1972 en la que vemos a dos m¨²sicos de rock esposados por la polic¨ªa. Y hay series fotogr¨¢ficas que documentan el contexto social y pol¨ªtico de la irrupci¨®n del rock en escena. La de Alfred Wertheimer est¨¢ dedicada a la primera gira costa a costa de Elvis Presley en 1956. Y la de Ernst C. Whiters, a los bluesmen afroamericanos sin cuyos logros hubiera sido poco menos que imposible el surgimiento del rock y que, sin embargo, fueron v¨ªctimas del racismo contra el que se puso en marcha el movimiento de los derechos civiles, igualmente captado por la c¨¢mara de Whiters.
Bruce Davidson opt¨®, en cambio, por documentar en 1959 la vida cotidiana y las andanzas de The Jockers, una banda juvenil de Brooklyn que es un ejemplo de la capacidad de la primera generaci¨®n de rockeros de impactar en las modas y los h¨¢bitos de las tribus urbanas que desde entonces se convirtieron en un componente inseparable del paisaje metropolitano. Y en origen y destino de movimientos de renovaci¨®n del rock del heavy metal al hip hop pasando por el punk.
Andy Warhol es otra figura imprescindible del cruce de caminos entre el rock y las artes. S¨®lo que su modelo de actuaci¨®n tiene poco que ver con el reflexivo e interrogativo de Dan Graham. Sus primeros contactos con la m¨²sica de ra¨ªz afroamericana son de cuando siendo un perfecto desconocido colabor¨® con Blue Note -un sello especializado en jazz- dise?ando m¨¢s de veinte portadas para m¨²sicos como Johnny Griffin o Kenny Burell. Luego vinieron sus retratos m¨²ltiples o intervenidos de Elvis Presley o Mick Jagger. Pero donde la relaci¨®n de Warhol con el rock alcanz¨® una intensidad inusitada fue en sus trabajos conjuntos con la banda The Velvet Underground. Dicen que fue su amigo Paul Morrissey quien lo invit¨® a escucharla una noche al Caf¨¦ Bizarre de Nueva York y que Warhol qued¨® tan impresionado con su sonido ¨¢spero y dislocado y sus letras cargadas de exaltaciones de las drogas, el sadomasoquismo y el travestismo que de inmediato les propuso hacer cosas juntos. Warhol hizo una pel¨ªcula con los ensayos del grupo y dise?¨® la portada del ¨¢lbum. Despu¨¦s Warhol, con la colaboraci¨®n de Morrissey, dise?¨® el espect¨¢culo multimedia Andy Warhol's Exploiding Plastic Inevitable, en el que la actuaci¨®n de la banda se combinaba con danzas, proyecciones y luces de efectos psicod¨¦licos. Eran los a?os de la oposici¨®n a la guerra de Vietnam pero tambi¨¦n del hipismo, las comunas y el amor libre, el LSD y la psicodelia, que Warhol promovi¨® mediante experimentos esc¨¦nicos que llevaban a extremos insospechados las tesis del teatro biomec¨¢nico de Meyerhold. Para recordarlo el director de cine Ronald Nameth ha montado, en una de las salas de Rock My religi¨®n, una instalaci¨®n de m¨²ltiples pantallas y fotograf¨ªas de gran formato, que reconstruye la experiencia de "desarreglo de los sentidos" de esos espect¨¢culos, algunos de los cuales ¨¦l grab¨® en su momento.
Pero estas experiencias, con todo lo intensas y espectaculares que fueron entonces -aunque hoy no lo parezcan tanto-, no pueden compararse con la experiencia de la primera edici¨®n de 1969 del Festival de Woodstock. Esas experiencias quedan reducidas a pura m¨²sica de c¨¢mara cuando se las compara con la impactante experiencia de ese megaconcierto pionero, en el que el "desarreglo de los sentidos" avant garde cedi¨® el paso a una experiencia de inmersi¨®n total, en la que los cientos de miles de espectadores reunidos al aire libre y por tres d¨ªas en una granja situada en el Estado de Nueva York se confundieron con sus semejantes y con la naturaleza que les rodeaba. Los m¨²sicos de rock que desfilaron continuamente por el escenario se transformaron en esa clase de m¨¦diums que -seg¨²n William Burroughs- son los cantantes de rock, que atraen sobre s¨ª las energ¨ªas liberadas en los individuos por la m¨²sica y la proyectan sobre la multitud anim¨¢ndola de una manera extraordinaria, ext¨¢tica. Michael Wadeleigh dirigi¨® entonces una pel¨ªcula memorable -editada, por cierto, por Martin Scorsese- que desgraciadamente no est¨¢ incluida en esta exposici¨®n. Su lugar lo ocupa una muestra de las fotograf¨ªas que Baron Wolman hizo del festival para la revista Rolling Stone y una muestra colectiva titulada Psychedelic Underground que re¨²ne m¨¢s de un centenar de portadas de discos y de carteles psicod¨¦licos realizados entre 1966 y 1977.
Es lo que tiene la museizaci¨®n de las experiencias extraordinarias: que los documentos que quedan de ella no son m¨¢s que restos venerables o reliquias de las mismas, destinadas m¨¢s a alimentar la nostalgia que a promover el entusiasmo. Aparte de que las reducen a tal punto que perdemos el contexto efectivo en el que se produjeron. Y por lo mismo pasamos por alto que el Festival de Woodstock se realiz¨® en contra de la hostilidad de mucha gente. Esa hostilidad hacia los movimientos contraculturales que documenta la m¨ªtica pel¨ªcula Easy Rider es la que dio pie a la realizaci¨®n en 1968 de la pel¨ªcula Wild in the streets (El presidente), dirigida por Barry Shear y escrita por Robert Thom, que es una caricatura y a la vez una s¨¢tira del culto hippy a la juventud. La pel¨ªcula cuenta c¨®mo un jovencito promueve, con la consigna de Don't Trust Anyone Over Thrity, disturbios que obligan a los legisladores a reducir a 14 a?os la edad de votar. Entonces se presenta a las elecciones, es elegido presidente e impone medidas como las de internar en campos de reeducaci¨®n a los adultos a los que se les suministra regularmente LSD. La pel¨ªcula tuvo en su d¨ªa mucho ¨¦xito pero habr¨ªa quedado en el olvido de no ser porque Dan Graham decidi¨® recuperarla en 2004 para componer la ¨®pera rock de marionetas mencionada arriba. Y que mereci¨® un ¨¢cido comentario de Quintan Skinner, quien en las p¨¢ginas de Citypage no le hall¨® ning¨²n sentido a renovar la cr¨ªtica al infantilismo de los sue?os hippies en una Am¨¦rica como la de hoy donde la juventud simplemente carece de ellos.
Quiz¨¢s tenga raz¨®n. Pero queda la posibilidad de que el blanco de la pieza de Graham no sean en realidad los hippies sino el estado actual del rock que, despu¨¦s de transitar por el lado salvaje ha terminado completamente adocenado por la industria cultural. Convertido en poco m¨¢s que un entretenimiento para toda la familia. -
Rock My Religion. Cruce de caminos entre el rock y las artes visuales (1956-2006). Da2. Domus Artium. Salamanca. Hasta el 7 de enero de 2009.
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