Una novela genial
A los suplementos literarios, y no s¨®lo a los espa?oles, se les critica que "encuentran" una novela genial todas las semanas. Bueno, esta semana es verdad. La ninfa inconstante, de Guillermo Cabrera Infante, es una novela sencillamente genial. Es bella, es conmovedora, es profunda, es, voluntaria e inevitablemente, Literatura. Con may¨²sculas.
Era un libro muy esperado, que ahora ya est¨¢ aqu¨ª. Cabrera Infante, que escrib¨ªa las novelas despacio, pero que no ten¨ªa la superstici¨®n de quienes no hablan de sus proyectos, anunci¨® La ninfa inconstante despu¨¦s de la todav¨ªa in¨¦dita Cuerpos divinos, y antes de la tambi¨¦n in¨¦dita El mapa hecho por un esp¨ªa. Las cinco -con Tres Tristes Tigres y La Habana para un infante difunto- cuentan en novela toda la experiencia cubana del escritor, que es la ¨²nica experiencia que ¨¦l consider¨® novelable. Su novela nunca dej¨® Cuba, pero toda ella fue escrita desde el recuerdo, desde el exilio. De hecho, las tres que conocemos ya, con las dos que faltan pero que aparecer¨¢n, constituyen una suerte de memorias, que estar¨ªan pegadas a su autobiograf¨ªa si no levantaran el vuelo gracias a ese lenguaje prodigioso que hace que los libros vivan por s¨ª mismos, m¨¢s all¨¢, y ahora literalmente, de la vida misma del escritor. Pero es que no se trata de la vida, que parodiando al propio Cain, en literatura siempre es "vida", sino de la memoria, que es la materia de la literatura, y el gran tema de esta ?pentalog¨ªa?
La ninfa inconstante
Guillermo Cabrera Infante
Galaxia Gutenberg / C¨ªrculo
de Lectores. Barcelona, 2008
283 p¨¢ginas. 21 euros
La ninfa inconstante narra la aventura sentimental de un cr¨ªtico de cine y una adolescente, recorriendo La Habana. Ella huye de su casa, ¨¦l de su matrimonio. Ella, Estela, es una casi ni?a, hura?a, arisca y de rara belleza. Obstinada, con una ferocidad er¨®tica y un desapego sentimental suicida, que, unidos a un notable analfabetismo, contrastan con la pasi¨®n un poco incomprensible de ¨¦l y, desde luego, con su lenguaje, cult¨ªsimo, lleno de referencias, de latines y de ingleses. As¨ª que La ninfa... cuenta una historia disim¨¦trica. En la edad, en los sentimientos, en la conversaci¨®n, y precisamente la conversaci¨®n es la que hace la novela: memoria de las palabras pronunciadas, por ¨¦l, y nunca entendidas por ella; de los viajes de antro en antro, de los actos. Y actos quiere decir actos, pero el sexo, con ser el ¨²nico motor de la historia narrada, no es lo m¨¢s importante de la novela. Tiene una presencia fr¨ªa, casi ajena: yo dir¨ªa que es un pretexto (y literalmente lo es) para justificar ese largo soliloquio contado rigurosamente en primera persona. ?Qu¨¦ piensa Estela, Estelita? Eso se lo pregunta el narrador protagonista antes, durante y despu¨¦s de su relaci¨®n amorosa, llam¨¦mosle as¨ª. Y que no nos lo cuente, sino s¨®lo sus palabras anticlim¨¢ticas, habla de ese rigor del escritor respecto a su trabajo, monumento aut¨®nomo de palabras, pero mirada dentro de los l¨ªmites del conocimiento real. ?C¨®mo saber qu¨¦ piensa Estela?, ?c¨®mo saber qu¨¦ piensa nadie m¨¢s que uno? Pues si no se sabe, no se cuenta.
Si se cuenta lo que le pasa a uno: esa secuencia de enamoramiento, enco?amiento, celos, desilusi¨®n. Ah, la desilusi¨®n, tan presente en el recuerdo como el amor. El hast¨ªo. Y el final, que no es el olvido. Precisamente de este no olvido es de lo que trata la novela. Narrada por un sujeto que puede ser y es, sin disfraces innecesarios, el propio Cabrera Infante, el periodista de Carteles que fue, el autor juega constantemente con esa convenci¨®n gracias a la cual podemos leer novelas: la verosimilitud. S¨®lo que introduce la duda sistem¨¢tica, hipercr¨ªtica, metapo¨¦tica, sobre los delgados l¨ªmites entre lo que pas¨® realmente, lo que se recuerda, lo que se escribe. Y los silencios entre unos y otros. Y los referentes literarios. Es decir, lo que hay entre la biograf¨ªa y la novela, y el constante cuestionamiento de las dos.
Vista desde la perspectiva de La Habana para un infante difunto y Tres Tristes Tigres, La ninfa inconstante cubre el espacio cronol¨®gico entre una y otra. Se sit¨²a, como los tigres, en La Habana anterior a la revoluci¨®n, exactamente en 1957, aunque los "hechos" debieron suceder, seg¨²n Miriam G¨®mez, un a?o antes. Y, cosas de la historia, al rigor de la primera persona y del protagonismo femenino, que la vuelve continuaci¨®n directa de La Habana..., se a?ade ahora un mundo conversado que anuncia la coralidad de TTT. Lo anuncia, aunque, como La Habana..., haya sido escrita despu¨¦s. Cosa de la que Cabrera Infante es bien consciente. Las autorreferencias, las reflexiones en torno al propio texto en proceso, y a los dem¨¢s, son continuas. Se trata de un mismo mundo. Se trata de un mismo hombre y de una misma ciudad.
Y efectivamente est¨¢n aqu¨ª todas las obsesiones y todos los recursos del novelista. El plano de La Habana, que habla de esa voluntad de nombramiento, cargada de nostalgia. La m¨²sica, sobre todo el bolero pero no s¨®lo, que suena insistente, conforma los ritmos, se cita literal y oblicuamente, ir¨®nicamente. El cine, que es un oficio y un beneficio, una bendici¨®n, y que carga todas las cartas. Y la actitud del sujeto narrador. Ese humor que muchas veces es negro, esa especial¨ªsima manera de jugar con las confusiones y fusiones fon¨¦ticas, con los desplazamientos sem¨¢nticos y los huecos en los que salta la chispa de la risa inteligente... El lenguaje, en fin, que es aqu¨ª, adem¨¢s de otras cosas, una frontera infranqueable entre los dos protagonistas de la historia -que hablan diferente: inevitable- y un puente de complicidad con el lector.
Decir que tiene muchos niveles de lectura ya no est¨¢ de moda, pero los tiene. Y que tiene, intocable, un misterio final, en la profundidad. Habr¨ªa que tener todas las referencias de que dispone el autor para poder comprenderla enteramente. Algunas, muchas, nos son asequibles. Otras no. Otras est¨¢n en el secreto del creador, en sus vivencias, en sus fantasmas. Pero asomarse a ellas es un privilegio, porque se trata de una gran novela. Una novela genial.
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