Bomberos pir¨®manos / 2
Las m¨²ltiples intervenciones estatales para apuntalar a los bancos m¨¢s averiados y envilecidos y a los sistemas bancarios que los albergan, pueden considerarse como premios a la trampa y al chanchullo. Pero adem¨¢s esas intervenciones no conseguir¨¢n detener la desbandada, si no van acompa?adas de un conjunto de medidas rigurosas y radicales que impidan, m¨¢s all¨¢ de la mano salv¨ªfica de los mercados que evidentemente no funciona, primero, el mantenimiento de las pr¨¢cticas actuales y luego, una transformaci¨®n total del orden capitalista actual.
Y digo transformar y no sustituir, porque los que como yo estamos frontalmente contra la explotaci¨®n capitalista y defendemos la igualdad en y desde la libertad, sabemos que, hoy por hoy, no tenemos una propuesta cabal, ni siquiera una hip¨®tesis v¨¢lida que poner en su lugar. Esa incapacidad es nuestra mayor frustraci¨®n, nuestra m¨¢s lacerante impotencia, que no nos obliga, sin embargo, a aceptar las pr¨¢cticas generales de latrocinio en que ha derivado hoy. ?C¨®mo ha sucedido esto?
El remedio de inyectar m¨¢s dinero en el circuito que lo ha malversado es un desatino
Decir capitalismo es constituir al capital en piedra angular del edificio econ¨®mico, cuyo prop¨®sito esencial es obviamente generar beneficios, pero respetando una serie de reglas y cumpliendo la funci¨®n social de satisfacer las necesidades, expresadas t¨¦cnicamente en demandas, de los miembros de la comunidad. Satisfacci¨®n que comporta la producci¨®n de las mercanc¨ªas y servicios que estas necesitan para su subsistencia y desarrollo y que se inscriben en la esfera que se califica como econom¨ªa real. Esta a su vez reclama la cooperaci¨®n auxiliar de una estructura que la dote de los mecanismos de financiaci¨®n que reclama su ejercicio. Ahora bien, esta econom¨ªa financiera, en posici¨®n subordinada ha abandonado su funci¨®n instrumental y se ha erigido en matriz privilegiada de la riqueza, autonomiz¨¢ndose de los riesgos y servidumbres de los procesos de producci¨®n y consumo y suplantando, mediante la manipulaci¨®n de las cifras y las finanzas, la rigidez f¨¢ctica de lo real por la flexibilidad de lo virtual y abstracto.
Entre los obreros y las m¨¢quinas por un lado y los apuntes contables por otro, no cabe duda de que la b¨²squeda del beneficio se inclinar¨¢ siempre por lo segundo. Pero el triunfo de lo financiero ha sido tan total, que ha perdido el sentido de los l¨ªmites y ha provocado, por sus excesos y abusos, su propia hecatombe. Intentar salir de ella mediante una apelaci¨®n al sentido de responsabilidad de los actores econ¨®micos, en una situaci¨®n de desmoralizaci¨®n tan completa de nuestras sociedades, no tiene sentido alguno, cuando han desaparecido principios y valores y hoy s¨®lo priman el enriquecimiento y el ¨¦xito, el disfrute. De ah¨ª que el remedio que se ha puesto en marcha, que pretende apagar la hoguera ech¨¢ndole m¨¢s le?a al fuego, digo, inyectando m¨¢s dinero en el circuito que lo ha malversado y entreg¨¢ndolo adem¨¢s a los propios malversadores confiando en su s¨²bita conversi¨®n a la decencia, es un desatino. M¨¢s cuando cabr¨ªa venir directamente en ayuda de los depositarios y cuentacorrentistas a quienes se priva de sus ahorros, mediante un dispositivo general de garant¨ªas personalizadas.
De igual manera es insensato pretender que, sin un marco r¨ªgido de disposiciones compulsivas, el mundo de las finanzas renunciara a sus tan rentables pr¨¢cticas. Pues como apuntaba el s¨¢bado pasado si los mecanismos de titrizaci¨®n, mercados a t¨¦rmino, t¨¦cnicas del LBD se ponen dif¨ªciles, pronto surgir¨¢n otras. O mejor ya han surgido, dado que las Credit-Default Swap o seguros de impago, mediante los cuales uno se asegura por los riesgos de un tercero, permiten una desmultiplicaci¨®n casi ilimitada de dichos riesgos y de su operatividad, y representan ya un volumen de 62. 000 millardos de d¨®lares.
Si los Estados quieren de verdad adecentar el mundo financiero en vez de recapitalizar a las entidades fulleras, ?por qu¨¦ no crean un Servicio financiero p¨²blico y se dejan de nacionalizaciones parciales e interesadas? ?Por qu¨¦ no acaban con las cuentas n¨²mero y ponen fin definitivamente al secreto bancario que cubre tantas ignominias y hace posibles tantas impunidades? ?Por qu¨¦ no se establece una Autoridad Mundial de Control que asegure el cumplimiento de las normas y, entre otras cosas, designe unos expertos p¨²blicos responsables del rating de los mercados financieros? Y sobre todo ?por qu¨¦ no se clausuran los 37 para¨ªsos fiscales m¨¢s conocidos, lugares para el confortable acomodo del bot¨ªn de la criminalidad organizada sin los cuales las mafias de la droga y las armas y las bandas especializadas en la evasi¨®n fiscal y el blanqueo tendr¨ªan la vida mucho m¨¢s dif¨ªcil? Esa clausura s¨®lo depende de los Estados. ?Por qu¨¦ no lo hacen? Y para terminar, ?por qu¨¦ no volvemos a la propuesta del Premio Nobel de Econom¨ªa James Tobin en 1983, de crear una tasa del 0,5% sobre todas las transacciones financieras para limitar la atractividad de lo financiero y con su producto alimentamos un Fondo para el logro de los Objetivos del Milenio?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.