El arma secreta de Franco
Una investigaci¨®n de EL PA?S descubre en una oficina del Ej¨¦rcito de Tierra un lote de las m¨¢quinas Enigma, que, compradas a Hitler, permitieron al bando nacional encriptar mensajes
Franco cont¨® durante la Guerra Civil con un arma secreta que le permiti¨® estar conectado de forma segura y permanente con sus principales generales para coordinar las ofensivas b¨¦licas y mantener a los militares republicanos ciegos sobre sus intenciones. Era una especie de m¨¢quina de escribir que consist¨ªa en un sofisticado sistema de cifrado para su tiempo fabricado por la Alemania nazi y denominado Enigma. EL PA?S ha encontrado estas m¨¢quinas secretas espa?olas, que han permanecido ocultas m¨¢s de 70 a?os.
En una oscura oficina del cuartel general del Ej¨¦rcito de Tierra, muy cerca de la plaza de Cibeles, se acumulan 16 cajas de madera que hasta un chamarilero despreciar¨ªa. Sin embargo, el brigada que nos acompa?a las toma con cuidado. Una a una. No s¨®lo por su peso, unos 11,5 kilos, sino porque es consciente de que entre sus manos tiene una pieza de historia. Carecen de ca?ones y explosivos, pero desempe?aron un papel trascendental para que los nacionales ganaran la contienda. Las deposita sobre una larga mesa de madera de una sala de reuniones contigua. Todas son iguales. De 30 cent¨ªmetros de largo, 28 de fondo y 15 de alto. Sin marcas exteriores, pero con cerradura. Cuando ha puesto varias, las abre. Se asemejan a las m¨¢quinas de escribir de nuestros abuelos. Esas que guardamos como reliquia. De color negro, destacan tres filas de teclas con 26 letras del alfabeto y los guarismos del 0 al 9 en blanco. Carecen de carro y de rodillo para colocar el papel. En su lugar hay un panel con las mismas letras que se iluminan y, adem¨¢s, sobresalen varios rotores con muescas que giran y unas min¨²sculas ventanas, a trav¨¦s de las que se aprecia una letra o un n¨²mero. Estamos delante de uno de los objetos m¨¢s deseados y buscados por expertos, coleccionistas y, sobre todo, cript¨®grafos, los dedicados a ingeniar m¨¦todos para enviar y recibir mensajes de forma segura. La m¨¢quina Enigma es, por excelencia, la pieza m¨¢s deseada en ese mundo de secretos, a pesar de que no fuera la m¨¢s perfecta, ni la m¨¢s manejable ni, por supuesto, la m¨¢s segura. Casi todos hemos visto las pel¨ªculas Enigma (2003) y U-571 (2001), que cuentan c¨®mo los aliados obtuvieron m¨¢quinas Enigma para conocer las posiciones y movimientos de los temibles submarinos alemanes durante la II Guerra Mundial, pero pocos saben que esta guerra encubierta comenz¨® en los campos de batalla espa?oles, al ser nuestra Guerra Civil, la primera contienda donde se puso en pr¨¢ctica esta m¨¢quina de cifrado. Adem¨¢s, en muy escasas ocasiones se han descubierto tantas juntas porque hab¨ªa ¨®rdenes estrictas de destruirlas para que no cayeran en manos del enemigo. Espa?a fue un caso excepcional. Brit¨¢nicos, sovi¨¦ticos y estadounidenses recuperaron algunas al final de la guerra, pero hasta ahora se conoc¨ªa muy poco del destino de las Enigmas espa?olas. Y lo m¨¢s sorprendente es su perfecto estado.
Se sab¨ªa muy poco del destino de estos aparatos, que han permanecido ocultos m¨¢s de 70 a?os
Hitler ya hab¨ªa decidido dar su apoyo a Franco, pero en este campo de la criptograf¨ªa no fue tan generoso como en otros
La historia de estas Enigmas comienza en el verano de 1936. En esa ¨¦poca, Espa?a no era, ni mucho menos, una potencia criptogr¨¢fica, y la manera de ocultar sus comunicaciones telegr¨¢ficas y radiales -fueran militares o diplom¨¢ticas, entre Madrid y las embajadas en el mundo- consist¨ªa en libros de cifra que transformaban la informaci¨®n (texto claro para los expertos) en otro ininteligible (texto cifrado) seg¨²n una clave formada por conjuntos de n¨²meros y letras. Entonces se carec¨ªa de sistemas mec¨¢nicos.
Hoy sabemos que Londres rompi¨®, como dicen los criptoanalistas, los c¨®digos y las claves espa?olas durante la I Guerra Mundial (1914-1918) gracias a penetrar clandestinamente en la Embajada espa?ola en Panam¨¢ y robar su libro de cifra. El 24 de agosto de 1918, los brit¨¢nicos entregaron fotocopias del mismo a la Oficina de Cifra de Estados Unidos -conocida como MI-8 o Black Chamber-, dirigida por el m¨ªtico cript¨®grafo Herbert O. Yardley, quien se puso inmediatamente manos a la obra. En escasas semanas y con la ayuda de una esp¨ªa infiltrada como secretaria en la delegaci¨®n espa?ola en Washington, a la que se bautiz¨® con el nombre de Se?orita Abbott, Yardley logr¨® descifrar la clave -que denomin¨® N¨²mero 74- y, a partir de entonces, los estadounidenses pudieron conocer los telegramas enviados por el presidente del Gobierno espa?ol, conde de Romanones, o su ministro de Estado (Exteriores), Eduardo Dato-. Algunos de ellos pueden hoy consultarse en las carpetas almacenadas en los Archivos Nacionales de Estados Unidos en Maryland.
Conscientes o no de estas debilidades, el Gobierno de la Rep¨²blica hizo gestiones para adquirir en Europa las m¨¢s modernas m¨¢quinas de cifra y mejorar la seguridad de sus comunicaciones. En 1931, el embajador en Berl¨ªn recibi¨® una oferta para adquirir m¨¢quinas Enigma, modelo A, a un precio unitario de 600 marcos (unos 1.000 euros actuales). Sin embargo, se desech¨® esta opci¨®n y se opt¨® por comprar tres m¨¢quinas tipo Kryha por 1.000 marcos cada unidad -una para el Ministerio de Estado, otra para la Embajada en Berl¨ªn y una de reserva-, que al final fueron del modelo de bolsillo Liliput. Tres a?os despu¨¦s, en 1934, el Ministerio de Estado autoriz¨® otra compra, esta vez a trav¨¦s del consulado en Copenhague, de dos aparatos m¨¢s por 414 pesetas.
El levantamiento del 18 de julio represent¨® un gran reto en el campo de las comunicaciones. Sus principales l¨ªderes -Mola, Franco, Queipo de Llano- necesitaban desesperadamente intercambiar informaci¨®n sobre su situaci¨®n y previsiones a trav¨¦s de la radiotelegraf¨ªa, al no estar conectadas sus zonas de operaciones. El problema radicaba en que ninguno de ellos pod¨ªa utilizar los c¨®digos y claves que ten¨ªan en servicio. Era imprescindible improvisar mecanismos mucho m¨¢s seguros que los anteriores para que no pudieran ser le¨ªdos por los republicanos. Las primeras semanas fueron de confusi¨®n y precariedad, hasta el extremo de utilizarse incluso diccionarios impresos comerciales para generar los mensajes cifrados. Confirmada la necesidad de prepararse para una larga contienda, ambos bandos pusieron ¨¦nfasis en la normalizaci¨®n de las cuestiones de cifra. Aun as¨ª no fue algo f¨¢cil, y el desconcierto lleg¨® hasta tal extremo, que durante los primeros ocho meses de Guerra Civil, las dos marinas -la nacionalista y la republicana- usaron los mismos c¨®digos (basados en el c¨®digo Perea), aunque con algunas variaciones.
El punto de inflexi¨®n en el bando nacionalista se produce en noviembre de 1936. Las tropas de Franco hab¨ªan tomado Badajoz y ampliado su ocupaci¨®n en el norte, pero quedaron detenidas en Madrid. El general¨ªsimo asumi¨® que la guerra requer¨ªa de ofensivas coordinadas en distintos frentes y una direcci¨®n centralizada. Por ello solicit¨® a Alemania la venta de 10 m¨¢quinas Enigma, que llegaron r¨¢pidamente para ser distribuidas: ocho entre las m¨¢ximas autoridades militares y dos para los representantes nacionalistas en Berl¨ªn y Roma "para su inteligencia" con el Gobierno de Burgos. Una de las unidades se qued¨® en el Gabinete de Cifra del Cuartel General del General¨ªsimo; otra, en la Secretar¨ªa General de Estado, y el resto fueron enviadas con extremas medidas de seguridad a las principales unidades militares (Ej¨¦rcito del Norte, jefe de las fuerzas militares de Marruecos, Ej¨¦rcito del Sur, Cuerpo del Ej¨¦rcito de Galicia, Comandancia General de Baleares, etc¨¦tera). Algunas de estas primeras m¨¢quinas forman parte del lote descubierto en el Estado Mayor del Ej¨¦rcito de Tierra, y tienen como n¨²meros de serie K-203, K204, K-205, K-206. K-207. K-208, A-1232, A-1233, A-1234, y A-1235.
Hitler ya hab¨ªa decidido entonces su firme apoyo a Franco, pero en este campo de la criptograf¨ªa no fue tan generoso como en otros y no envi¨® a Espa?a sus modelos m¨¢s avanzados. Al contrario que con los carros de combate o los cazas, Berl¨ªn vendi¨® a los nacionalistas el modelo comercial de la Enigma, muy inferior a los usados poco despu¨¦s por la Wehrmacht, la Abwehr y las SS. El Alto Mando Alem¨¢n era consciente del riego que corr¨ªa si alguna de las m¨¢quinas ca¨ªa en manos de brit¨¢nicos o sovi¨¦ticos y, probablemente, no ten¨ªa demasiada confianza en los espa?oles, pues cualquier descuido dejar¨ªa esta arma secreta al descubierto.
La m¨¢quina Enigma fue creaci¨®n de Hugo Alexander Koch, un ingeniero holand¨¦s que la patent¨® en 1920, pero que, por problemas econ¨®micos, tuvo que venderla a Arthur Scherbius y a Richard Ritter, quien a su vez se asociaron con el berlin¨¦s Willie Korn para crear la empresa Enigma Chiffiermaschinen AG. La primera versi¨®n A, orientada para asegurar las comunicaciones empresariales, se present¨® en Berna en 1923. A pesar de su poco ¨¦xito, fabricaron tres modelos m¨¢s comerciales (B, C, y D) antes de poner las miras en las Fuerzas Armadas y el Gobierno alem¨¢n. La primera en adoptarlo para cifrar sus comunicaciones fue la Kriegsmarine en 1926. Dos a?os despu¨¦s lo hizo el Ej¨¦rcito de Tierra, y a partir de 1935, el del Aire, la Gestapo, las SS y todas las organizaciones p¨²blicas alemanas, incluido su servicio secreto y de inteligencia. El Ej¨¦rcito alem¨¢n lleg¨® a contar con m¨¢s de 30.000 en funcionamiento, aunque se calcula que se llegaron a fabricar m¨¢s de 200.000 unidades de todos los modelos.
La versi¨®n militar de la Enigma se distingue de la comercial por disponer de panel de conexiones y, en algunos casos, de un rotor m¨¢s. Era considerado como un invento genial porque creaba para cada mensaje su propia clave, por lo que algunos opinaban que era el cifrador ideal, al considerarse imprevisible e indescifrable. Hay que recordar que entonces no exist¨ªan ordenadores y todo el c¨¢lculo de posibilidades ten¨ªa que hacerse a mano. Los alemanes introdujeron durante la guerra innumerables modificaciones, lo que impidi¨® que Mosc¨² lograra su desciframiento, aunque s¨ª lo lograron brit¨¢nicos y estadounidenses.
El modelo vendido a los espa?oles fue el D, es decir, el m¨¢s avanzado dentro de la gama comercial y similar al que Berl¨ªn cedi¨® a los italianos antes de que comenzara la guerra mundial, y posteriormente, a los suizos. En diciembre de 1939, los marinos italianos cedieron algunas a la Armada espa?ola para coordinar junto con Alemania el supuesto bloqueo de las costas espa?olas acordado por la Sociedad de Naciones.
El cifrado con la m¨¢quina Enigma representaba un proceso largo y pesado. Requer¨ªa dos operarios que deb¨ªan trabajar conjuntamente: uno pulsaba las letras, operaci¨®n relativamente lenta, ya que las teclas deb¨ªan presionarse con mucha fuerza para girar los rotores, y otro registraba la letra cifrada, que se encend¨ªa en el panel superior de bombillas. Las m¨¢quinas comerciales como las espa?olas contaban con tres rotores, mientras que el modelo militar redise?ado contaba con otros sistemas a?adidos. Para descifrar los mensajes enviados se usaba el mismo sistema, pero al rev¨¦s.
El encargado de recepcionar las m¨¢quinas y adiestrar a los operarios nacionales fue el comandante Antonio Sarmiento, miembro del Estado Mayor y jefe de la Oficina de Escuchas y Descifrado del Cuartel General del General¨ªsimo, y cuyo nombre ha sido desconocido hasta hace muy poco. En un informe redactado en Salamanca en noviembre de 1936 y guardado en el EMAD, Sarmiento describe c¨®mo usar las m¨¢quinas y explica los ajustes necesarios para el correcto cifrado de los mensajes. "Para dar una idea del grado de seguridad que se consigue con estas m¨¢quinas", afirma, "basta decir que el n¨²mero de combinaciones posibles de acordar se eleva a la fabulosa cifra de 1.252.962.387.456". En este documento se menciona otra m¨¢quina m¨¢s, la K-202, que algunos afirman fue la usada por el Gabinete de Cifra del Cuartel General de Franco.
No hay fotos de operarios utiliz¨¢ndola, ni documentaci¨®n alguna sobre los mensajes que se cifraron, pero est¨¢ claro que fueron usadas para las comunicaciones m¨¢s sensibles entre Franco y sus generales m¨¢s significativos. Tambi¨¦n est¨¢ probado que el General¨ªsimo la llevaba cuando se trasladaba al frente en su puesto de mando m¨®vil Terminus y siempre la mantuvo muy cerca. Su funcionamiento fue tan satisfactorio -los republicanos nunca pudieron des-cifrarla- que, en enero de 1937, coincidiendo con la toma de M¨¢laga por el cuerpo expedicionario italiano y la ofensiva nacionalista sobre Jarama, el Gobierno de Burgos adquiri¨® 10 unidades m¨¢s del mismo modelo (de la K-287 a K-294, m¨¢s las K-225 y K-226).
Josep Ram¨®n Soler Fuensanta, uno de los mayores conocedores de temas criptogr¨¢ficos espa?oles y autor de un reciente libro sobre el tema en uni¨®n de Francisco Javier L¨®pez-Brea Espiau, afirma, asimismo, que la Legi¨®n C¨®ndor, la fuerza a¨¦rea enviada por Hitler a Espa?a, utiliz¨® para sus comunicaciones m¨¢quinas Enigma del modelo comercial, y no las militares que usaron durante la II Guerra Mundial. Hay constancia de que el Grupo Imker, el componente terrestre de la Legi¨®n, manej¨® cinco m¨¢quinas Enigma que factur¨® a Espa?a a un coste de 617 marcos, o su equivalente de 2.122,48 pesetas, y 22 Enigma para el Ej¨¦rcito a un coste unitario de 525 marcos alemanes. Al ser facturadas por Berl¨ªn se supone que se quedaron en Espa?a tras abandonar las tropas alemanas nuestro territorio en 1939.
El caso m¨¢s curioso relacionado con estas m¨¢quinas durante la contienda civil espa?ola se refiere a la desaparici¨®n de una de ellas, la n¨²mero K-203, adquirida dentro del primer lote y asignada en un principio a la Secretar¨ªa General de Estado. Poco despu¨¦s se decide que tiene que ser enviada a Roma. Se acord¨® remitirla a finales de noviembre o a principios de diciembre de 1936 y en dos env¨ªos distintos, por un lado, la m¨¢quina, y por otro, el manual de funcionamiento. Sin embargo, en diciembre de 1937 se echa en falta que la delegaci¨®n contin¨²e utilizando s¨®lo claves y libros de c¨®digos y nunca haya enviado telegramas con cifrado mec¨¢nico. Al final se decidi¨® dar carpetazo al asunto.
El n¨²mero exacto de Enigmas espa?olas contin¨²a siendo una inc¨®gnita. El criterio m¨¢s extendido es que se adquiri¨® aproximadamente medio centenar, aunque lo m¨¢s probable es que hayan sobrevivido cerca de 30, algunas incluso en manos privadas. Las investigaciones de EL PA?S aseguran que, adem¨¢s de las 26 localizadas en el Cuartel General del Ej¨¦rcito -algunas de las cuales han sido ya distribuidas por diversos museos militares regionales y pronto ser¨¢n accesibles al p¨²blico-, existe m¨¢s de una docena en lo que hoy es el Estado Mayor Conjunto (EMAD) y en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Se supone, incluso, que la Armada pueda custodiar varias m¨¢s.
Es una inc¨®gnita hasta cu¨¢ndo las m¨¢quinas Enigma estuvieron en servicio en Espa?a. Seg¨²n algunas fuentes, fueron retiradas a comienzos de la d¨¦cada de los cincuenta. A partir de entonces fueron recogidas y abandonadas en una buhardilla del Palacio de Buenavista, hasta que hace unos meses, haciendo un inventario, alguien descubri¨® esas cajas de madera y decidi¨® conservarlas.
Rafael Moreno Izquierdo es profesor de Periodismo en la Universidad Complutense
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