El infierno seg¨²n Ingrid
Ingrid Betancourt, que posee m¨¢s de una nacionalidad y se defiende en tres o cuatro idiomas, ha vivido tambi¨¦n varias vidas, todas dichosas e intensas, excepto la que corresponde a su cautiverio en la selva, que s¨®lo fue intensa (y dolorosamente lenta, al contrario de las otras, marcadas por la velocidad). Hija de una familia acomodada, culta y cosmopolita, naci¨® en 1961 en Bogot¨¢, donde pas¨® sus primeros a?os y en cuyo Liceo Franc¨¦s hizo la secundaria. Luego estudi¨® Ciencias Pol¨ªticas en Par¨ªs, especializ¨¢ndose en comercio exterior y relaciones internacionales. All¨ª se cas¨® con el diplom¨¢tico Fabrice Delloye, de quien tuvo a Melanie y a Lorenzo, sus dos hijos, y all¨ª fij¨® su residencia (que altern¨® con estancias en Seychelles, Montreal o Los ?ngeles) hasta que en 1989, tras separarse de su marido, regres¨® a Colombia para iniciar una fulgurante carrera pol¨ªtica que en apenas cinco a?os la llev¨® a la C¨¢mara de Representantes, donde se convirti¨® en un azote de la clase pol¨ªtica, a la que denunci¨® por sus v¨ªnculos con el narcotr¨¢fico. Entretanto se cas¨® por segunda vez y escribi¨® La rage au coeur (La rabia en el coraz¨®n), originalmente aparecido en Francia, donde devino en un fen¨®meno de ventas. En Colombia, y como el libro volviera sobre los casos de corrupci¨®n y tr¨¢fico de influencias, disgust¨® a algunos sectores por la imagen que se daba del pa¨ªs en el extranjero. Su modo de hacer, descarado, rebelde, callejero, tan alejado de las convenciones al uso, hizo de Betancourt un personaje popular cuyos movimientos despertaban gran inter¨¦s en algunos sectores de la opini¨®n p¨²blica. En otros se la observaba con desconfianza, pues habiendo tenido una existencia privilegiada en un pa¨ªs donde no se conceb¨ªan m¨¢s privilegios que los de clase, se entend¨ªa mal que diera lecciones de moral a todo el mundo.
En 2001, tras calificar al Senado de "nido de ratas", renunci¨® a su esca?o y present¨® su candidatura a las elecciones generales de 2002. El 23 de febrero de ese a?o, en el transcurso de un arriesgado viaje electoral a San Vicente del Cagu¨¢n, donde su partido (Verde Ox¨ªgeno) hab¨ªa obtenido la alcald¨ªa en las elecciones regionales de 1999, fue raptada por las FARC, recibiendo la calificaci¨®n de "canjeable", lo que quer¨ªa decir que la guerrilla aspiraba a cambiarla por un n¨²mero determinado de guerrilleros detenidos. Durante los seis a?os, cuatro meses y nueve d¨ªas que dur¨® su secuestro intent¨® escapar en cinco ocasiones, convirti¨¦ndose en una presa inc¨®moda para sus captores, que la mantuvieron encadenada durante gran parte de su cautiverio. En diciembre de 2007, el diario Tiempo hizo p¨²blica una carta de Ingrid Betancourt, dirigida a su madre, que conmovi¨® al mundo por su dramatismo. Contaba en ella que se encontraba mal f¨ªsicamente, que hab¨ªa dejado de comer y que el pelo se le ca¨ªa en grandes cantidades. "Aqu¨ª estoy", a?ad¨ªa, "escribi¨¦ndote, mi alma tendida sobre este papel. No tengo ganas de nada, creo que eso es lo ¨²nico que est¨¢ bien; no tengo ganas de nada porque aqu¨ª, en la selva, la ¨²nica respuesta a todo es no. Es mejor entonces no querer nada para quedar libre al menos de deseos. Hace tres a?os estoy pidiendo un diccionario enciclop¨¦dico para leer algo, aprender algo, mantener la curiosidad intelectual viva. Sigo esperando que al menos por compasi¨®n me faciliten uno, pero es mejor no pensar en eso".
En la carta relataba tambi¨¦n sus condiciones de vida: "Vivo o sobrevivo en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima, que oficia de techo, con lo cual puedo pensar que tengo una casa. Tengo una repisa donde pongo mi equipo, es decir, el morral con la ropa y la Biblia, que es mi ¨²nico lujo. Todo listo para salir corriendo. Aqu¨ª nada es propio, nada dura, la incertidumbre y la precariedad son la ¨²nica constante. En cualquier momento dan la orden de empacar y duerme uno en cualquier hueco, tendido en cualquier sitio, como cualquier animal".
Por esas fechas, el Ej¨¦rcito colombiano incaut¨® a la guerrilla, junto a la carta citada anteriormente, unas fotograf¨ªas en las que se ve¨ªa a Ingrid Betancourt sumamente delgada, demacrada, envejecida, con s¨ªntomas de enfermedad y agotamiento. Aparec¨ªa encadenada a una silla rudimentaria y miraba tercamente al suelo, como si aquella prueba de que se encontraba viva estuviera obteni¨¦ndose contra su voluntad. Todo presagiaba lo peor, pues tambi¨¦n los testimonios de algunos liberados hablaban de una Ingrid consumida, aniquilada, rota. Este c¨²mulo de malas noticias logr¨® movilizar a las fuerzas pol¨ªticas de medio mundo, que tomaron como cosa suya la liberaci¨®n de la pol¨ªtica franco-colombiana.
Por fin, el 2 de julio de 2008 fue rescatada, junto a otros 14 prisioneros, en el transcurso de una operaci¨®n militar de las Fuerzas Armadas colombianas. La Ingrid liberada ten¨ªa poco que ver f¨ªsicamente con la de las fotograf¨ªas de 2007. Tampoco desde el punto de vista psicol¨®gico se parec¨ªa a la que hab¨ªamos deducido de la carta dirigida a su madre. Hab¨ªa ganado peso y se mostraba euf¨®rica. De hecho, apenas alcanzada la libertad y tras dedicar un tiempo a su familia, emprendi¨® una actividad fren¨¦tica dirigida a recordar al mundo que todav¨ªa quedaban muchos secuestrados. En apenas tres meses la hemos visto, entre otros l¨ªderes mundiales, con Ban Ki-moon, con Rodr¨ªguez Zapatero, con Benedicto XVI, con los Reyes de Espa?a y el pr¨ªncipe Felipe, adem¨¢s, claro, de Sarkozy, que es su anfitri¨®n en Francia, donde se ha instalado de momento, aunque asegura que regresar¨¢ a Colombia cuando se den las condiciones de seguridad para ese regreso. No hay jefe de Estado, presidente de Gobierno o rey que no quiera fotografiarse con Ingrid Betancourt, a quien se le acumulan los premios, que casi no tiene tiempo de recoger. En Espa?a se le ha otorgado el Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia y el Gobierno chileno la ha postulado para el Nobel de la Paz.
Invitada por el Gobierno de las islas Seychelles, que tambi¨¦n le ha concedido la nacionalidad de ese pa¨ªs, pas¨® all¨ª parte del verano con sus hijos, entregada al descanso y a la vida familiar. Pero apenas comenzado septiembre recuper¨® la actividad viajera anterior. As¨ª, el 23 de septiembre lleg¨® a Espa?a para presentar Infierno verde, libro de Luis Eladio P¨¦rez, pol¨ªtico colombiano y compa?ero de cautiverio durante cuatro a?os, al que le une gran amistad. Con ¨¦l inici¨® precisamente una de sus fugas, aunque al sexto d¨ªa de vagar por la selva, y debido en parte a la debilidad de Luis Eladio, que estaba muy enfermo, tuvieron que desistir y entregarse de nuevo a la guerrilla, por la que fueron castigados con gran dureza. En Infierno verde, escrito en colaboraci¨®n con el periodista Dar¨ªo Arizmendi, Luis Eladio narra la vida cotidiana de los secuestrados, deteni¨¦ndose en detalles escalofriantes, como cuando al referirse a las enfermedades m¨¢s comunes de la selva describe, por ejemplo, la leishmaniasis, causada por la intervenci¨®n indolora de un mosquito. Cuando uno descubre la costra provocada por la picadura y la levanta, aparece un hueco, un agujero, ya que la larva depositada por el insecto hace t¨²neles en la carne como la carcoma en la madera, sin provocar ninguna molestia (de ah¨ª su peligro). Ingrid Betancourt a¨²n no ha sido capaz de leer Infierno verde. Tampoco ha podido hablar de la experiencia del secuestro con nadie, ni siquiera con su madre o con sus hijos. Dice que tiene, en relaci¨®n a este asunto, un bloqueo por el momento insuperable.
El d¨ªa de su llegada a Espa?a cen¨® con Luis Eladio y con Dar¨ªo, que hab¨ªa reservado mesa en un conocido restaurante madrile?o. A punto ya de salir, Ingrid record¨® que en la selva, cuando ten¨ªan mucha hambre, Luis Eladio le hablaba de un restaurante madrile?o, El Sobrino de Bot¨ªn, donde serv¨ªan un cochinillo asado excelente y que ¨¦l describ¨ªa con gran detalle hasta que Ingrid, con el est¨®mago inundado de jugos g¨¢stricos, le ped¨ªa por favor que se callara. De modo que decidieron cambiar la reserva y acudir a El Sobrino de Bot¨ªn, donde pasaron una de las noches m¨¢s felices de su vida, llorando y riendo al recordar las im¨¢genes de aquel cochinillo imaginario que de s¨²bito se hab¨ªa hecho real ante sus ojos. Al regresar al hotel, el escolta de Ingrid se acerc¨® a ella y le dijo: "Se?ora, es la primera vez que la he visto re¨ªr de verdad desde su liberaci¨®n".
Al d¨ªa siguiente, a las 9.30, comenz¨® su jornada con una entrevista para Cuatro realizada por I?aki Gabilondo. Despu¨¦s acudir¨ªa al programa radiof¨®nico de Carles Francino, y m¨¢s tarde, hacia el mediod¨ªa, a la Casa de Am¨¦rica, donde se hab¨ªan acreditado m¨¢s de 200 periodistas para asistir a la presentaci¨®n de Infierno verde. Si la imagen de la Ingrid Betancourt de antes del secuestro evocaba algunos aspavientos del mayo del 68 franc¨¦s, la de despu¨¦s de la liberaci¨®n remit¨ªa a la elegancia est¨¢tica de Jackeline Kennedy. Como todos los fen¨®menos medi¨¢ticos (e Ingrid Betancourt lo es en un grado dif¨ªcil de superar), despide un magnetismo que viene de todas las partes de su ser y de ninguna, quiz¨¢ por eso provoca adhesiones extraordinarias y rechazos exagerados, que en la mayor¨ªa de las ocasiones carecen de base racional.
Al magnetismo se?alado se a?ade la dificultad de atraparla en un solo registro desde el que tratarla o describirla. Por utilizar una imagen del mundo subat¨®mico, cuando te diriges a ella como materia, se comporta como energ¨ªa, o al rev¨¦s. Y cuando te has convencido de que es completamente europea, se manifiesta como una latinoamericana integral, o viceversa. Impecablemente vestida, con el pelo estirado y recogido en un elegante y sugestivo mo?o, se sienta siempre con la espalda muy recta y los brazos ca¨ªdos, sin abandonarse jam¨¢s, y cruza las piernas con un gesto que tiene algo de movimiento de prestidigitaci¨®n. Habla pausadamente, con sintaxis, llevando las oraciones compuestas hasta el final, con un vocabulario escogido (no en vano, en Colombia se habla el mejor espa?ol del mundo), provocando en el interlocutor una fascinaci¨®n de la que resulta dif¨ªcil sustraerse. La Ingrid Betancourt madura parece m¨¢s ingenua que la joven, pero da la impresi¨®n de tratarse de una ingenuidad trabajada, elaborada, como si fuera el resultado de una conquista moral. Aunque en las entrevistas a las que se someti¨® no eludi¨® ninguna pregunta, y dio las gracias por todas, uno se quedaba con la impresi¨®n de que sab¨ªa m¨¢s de lo que dec¨ªa, lo que es frecuente en el trato con personas misteriosas o que han vivido experiencias extremas, como si en las situaciones l¨ªmite se adquirieran ense?anzas imposibles de transmitir a quienes llevamos existencias normales.
Frente a los que piensan que con la guerrilla no hay que hablar porque son terroristas, Betancourt cree que hay que hacerlo precisamente por eso, porque son terroristas ("Hay que echarles una mano para sacarlos de ah¨ª; si no, ellos se enconchan en su locura"), y as¨ª lo afirm¨® entrevista tras entrevista aquella ma?ana del 23 de septiembre. Al referirse a los muchachos de 13 o 14 a?os que forman parte de las FARC, asegur¨® que no hay lugar para ellos en la sociedad colombiana, que se meten en la guerrilla porque all¨ª son alguien y comen tres veces al d¨ªa ("La guerrilla les da cosas que no sabe darles el Estado"). Dijo de Uribe que hab¨ªa sido un buen presidente para la guerra, pero que le parec¨ªa inh¨¢bil para la construcci¨®n de la paz. Asegur¨® que no volver¨ªa a la pol¨ªtica, al menos al modelo de pol¨ªtica vigente, marcado por la confrontaci¨®n y en la que los pol¨ªticos, m¨¢s que servir, se sirven ("Es un mundo de intereses escondidos, de mentiras, de agendas ocultas"). Asegur¨® que en la selva se hab¨ªa dejado mucha impaciencia, mucha bobada, y se hab¨ªa tra¨ªdo a Dios.
En este punto, su discurso adquiri¨® un registro algo m¨ªstico, un punto iluminado, que contrastaba con la racionalidad (y con la sabidur¨ªa diplom¨¢tica) con la que se refer¨ªa al resto de las cosas. Puntualiz¨®, no obstante, que hay poca tolerancia para las manifestaciones de orden espiritual, por otra parte muy ¨ªntimas, y que era consciente de lo f¨¢cil que resultaba rozar el rid¨ªculo hablando de ellas. Transmiti¨® la idea de que es posible un tipo de actividad pol¨ªtica diferente a la conocida e insinu¨® (o eso nos pareci¨®) que ella podr¨ªa inaugurarla. Manifest¨® que de momento iba a dedicar su vida a sus hijos, a su madre y a la liberaci¨®n de los otros secuestrados, por este orden, para que no los olvidemos, ya que, y tal como suele afirmar Luis Eladio P¨¦rez, ellos fueron secuestrados dos veces, una por la guerrilla y otra por el silencio de la sociedad colombiana. Las preguntas relacionadas con el proceso de animalizaci¨®n vivido en la selva le provocaron, indefectiblemente, l¨¢grimas.
Ingrid Betancourt ten¨ªa programada ese d¨ªa una comida con Luis Eladio P¨¦rez, Dar¨ªo Arizmendi y los responsables de Aguilar, la editora de Infierno verde, que tuvo que suspender porque recibi¨® una llamada del palacio de la Zarzuela: los Reyes quer¨ªan verla (y quiz¨¢, pensamos nosotros, absorber parte de su magnetismo).
Al d¨ªa siguiente concedi¨® a El Pa¨ªs Semanal la entrevista que reproducimos a continuaci¨®n. Durante el encuentro, que se llev¨® a cabo en una sala del hotel Palace, donde se alojaba, se mostr¨® cordial y colaboradora. En ocasiones llor¨® y en ocasiones respondi¨® al cabo de un largo silencio. Al terminar, dijo que le gustar¨ªa que volvi¨¦ramos a encontrarnos dentro de un a?o, cuando haya roto el bloqueo emocional que a¨²n le provocan ciertos recuerdos.
-?C¨®mo se encuentra?
-Magn¨ªficamente bien. F¨ªsicamente me encuentro bien y psicol¨®gicamente equilibrada. Tengo fragilidades, pero capacidad para afrontarlas. Las vivo sin angustia.
-?Qu¨¦ reflexiones le provoc¨® la decepci¨®n de algunas personas por su buena forma f¨ªsica y su excelente estado de ¨¢nimo tras la liberaci¨®n?
-No he tenido tiempo para leer todos los comentarios. Me he preservado de las cr¨ªticas. Entiendo que las personas tengan reflexiones de todo tipo y me parece bien que se hagan preguntas. Esa reflexi¨®n tambi¨¦n es ¨²til.
-En la carta de 2007 a su madre, usted se muestra abatida, desesperada, entregada. Por otra parte, todas las noticias sobre su salud eran muy malas. A¨²n tenemos en la memoria aquella foto en la que aparece delgada, demacrada y triste. ?Qu¨¦ ocurri¨® entre esa carta (y la foto) y su liberaci¨®n para que se produjera en usted un cambio tan espectacular?
-Es el resultado de una serie de milagros. Cuando escribo esa carta y se toma esa foto, yo estoy en una situaci¨®n muy complicada f¨ªsica y psicol¨®gicamente. El aspecto f¨ªsico siempre es la parte visible de nuestra alma. Cuando escribo esa carta estoy muy enferma del cuerpo, que ya no aguantaba m¨¢s. Ten¨ªa incapacidad para comer. Vomitaba todo lo que com¨ªa y vomitaba sangre. Toda mi relaci¨®n con el mundo era sangrienta. Ten¨ªa una debilidad muy grande que produjo en cascada enfermedades graves de tipo viral. A la enfermedad del cuerpo y a la tristeza infinita del alma lleg¨® tambi¨¦n la resignaci¨®n de la muerte. No llegaba respuesta, sab¨ªa que me estaba apagando y me pareci¨® que ten¨ªa que aceptar y preparar a mis ni?os y a mi mam¨¢. Yo creo que esa carta fue pr¨¢cticamente un testamento, quer¨ªa decirles lo que yo les amaba. Sobre todo quer¨ªa que supieran que estaba feliz y agradecida a Dios de lo que hab¨ªa vivido y no quer¨ªa que ellos tuvieran culpabilidad ni remordimientos. Quer¨ªa prepararlos. Sucedi¨® que en esos d¨ªas yo viv¨ªa muy sola, pese a estar entre mis compa?eros de cautiverio, porque lleg¨® un momento en que me postr¨¦ en la hamaca, dej¨¦ de ir al ba?o, no lavaba la ropa, la comida tampoco la recib¨ªa... Al cabo del tiempo, uno de estos compa?eros, William P¨¦rez, al que yo llamo "mi Willy" y que era enfermero, tuvo el gesto de acercarse a hablar conmigo y se dio cuenta de que necesitaba tratamiento. Pele¨® mucho con la guerrilla, pues ten¨ªa que ser un tratamiento especial y consigui¨® que me dieran antivirales y suero intravenoso, que fue para m¨ª una tortura adicional, pues tuve flebitis inmediatamente. El cuadro era muy complicado. En esa situaci¨®n, cuando el comandante llega y nos dice como gran noticia que vamos a hacer pruebas de supervivencia, yo no quer¨ªa porque ten¨ªa la experiencia de que la guerrilla usaba esas pruebas a su acomodo, las manipulaba y no quer¨ªa prestarme a ese circo. Hasta que el comandante dijo que no era un regalo, sino una orden. Proceder¨ªan a filmarnos lo quisi¨¦ramos o no. Entonces yo le dije que estaba dispuesta a escribir una carta, pero que no estaba dispuesta a m¨¢s. Tuvo que consultar con los mandos y la respuesta fue que me autorizaban una carta, pero que de todos modos me iban a filmar. Para m¨ª era muy importante la carta porque yo quer¨ªa que las palabras m¨ªas fueran s¨®lo para mi mam¨¢ y que no fueran utilizadas de otra manera. Pensaba que se iba a respetar la intimidad de esa carta. Tambi¨¦n pens¨¦ que iban a grabar y que esa carta no la iban a dar. Y de hecho fue lo que sucedi¨®, porque si usted recuerda, fue el ej¨¦rcito colombiano el que encontr¨® ese material y lo hizo p¨²blico. Curiosamente, dos d¨ªas antes de esa prueba me hab¨ªan puesto un tratamiento intravenoso. Entonces llega el comandante, con su enorme cinismo, y dice que me ve muy bien y que mi familia iba a ponerse muy contenta de verme. Yo no era muy consciente de mi estado, lo sent¨ªa en el interior, pero no... Cuando poco antes de la liberaci¨®n vi esa foto en una revista vieja, porque all¨ª no ten¨ªamos espejos, entend¨ª el impacto que hab¨ªa tenido. Yo misma me asust¨¦ y en ese momento estaba un poco mejor de como hab¨ªa estado.
-?Hab¨ªa tirado usted la toalla?
-No era tanto tirar la toalla como resignarme a haber llegado al final del camino. Yo no me rend¨ª, pero acept¨¦ la muerte como una realidad y de pronto pens¨¦ tambi¨¦n que era una liberaci¨®n. En esas primeras im¨¢genes nuestras tras la liberaci¨®n, nuestro rostro es completamente distinto al del cautiverio. Hay en todos mis compa?eros una gran belleza. El anuncio de la libertad nos transform¨® a todos. ?se es uno de los milagros.
-Para quienes no conocemos la selva m¨¢s que por referencias, es dif¨ªcil imaginar c¨®mo era su cautiverio. Pensamos en las grandes privaciones cuando quiz¨¢ las realmente graves eran las en apariencia peque?as. Tengo entendido que uno de los castigos m¨¢s frecuentes de los guerrilleros era privarles de papel higi¨¦nico, por ejemplo. De otro lado, y como cuenta en Infierno verde Luis Eladio P¨¦rez, el olor a selva es muy particular, una mezcla de tierra y de humedad que lo impregna todo y que se manifiesta incluso en el sudor.
-Nosotros llev¨¢bamos el dolor del mundo a cuestas en todas sus expresiones. En la selva llev¨¢bamos una cruz completa. Conocimos el dolor en todas sus dimensiones. Primero, el dolor del alma por la p¨¦rdida de la libertad, que es como perder la dignidad. Lo que nos hace seres humanos es la posibilidad de tomar decisiones, todo el d¨ªa estamos tomando decisiones, decisiones de a qu¨¦ hora nos levantamos, qu¨¦ comemos, ad¨®nde vamos, a qui¨¦n vemos, qu¨¦ palabras usamos, c¨®mo nos vestimos, c¨®mo priorizamos nuestras actividades del d¨ªa. En un momento, el secuestrado pierde todo, no toma decisiones y se vuelve una cosa, un objeto al que llevan y traen y al que ninguna decisi¨®n le pertenece, ni la decisi¨®n de ir al ba?o, porque tienes que pedir permiso, ni la decisi¨®n de acostarte o levantarte, porque te la imponen, ni la de hablar con otro ser humano, porque tambi¨¦n te lo condicionan, te lo proh¨ªben o te lo permiten. Esa ausencia de uno mismo es el primer dolor que se lleva en el alma. A ¨¦se se le suman todos los dem¨¢s dolores, los peque?os y los grandes. La selva es un lugar hostil. Todo duele en ella. La piel no es un espacio de protecci¨®n, sino de dolor. En la selva, todo pica, todo rasca, todo incomoda. Tener un cuerpo en la selva es tener un peso adicional, porque el cuerpo es simplemente un espacio de dolor. Comer duele, ir al ba?o duele, ba?arse duele, vivir duele, respirar duele, no ver el cielo duele, no ver a las personas que uno ama duele.
-Para mucha gente, la idea de estar preso en la selva es la de un cautiverio al aire libre, cuando lo cierto es que ni siquiera les llegaba la luz del sol porque se encontraban siempre en lugares muy tupidos, para no ser vistos. Creo que incluso ten¨ªan que secar la ropa al fuego.
-La selva es la prisi¨®n. En la selva no hay horizonte, est¨¢s rodeado de una vegetaci¨®n espinosa, agresiva, que te cierra el espacio. No hay caminos, no puedes salir...
-?Qu¨¦ sonidos se escuchan en la selva?
-Sonidos l¨²gubres. Tambi¨¦n es cierto que uno hace pasar esos sonidos por el tamiz de su dolor. En la selva no hay flores, no hay color, todo es verde: el verde con el que se viste la guerrilla, el mismo verde con el que lo visten a uno. Es un verde de enfermedad, es un verde de dolor. No es el verde de la alegr¨ªa, no es el verde esmeralda ni el verde del mar, es el verde de los pre¨¢mbulos de la muerte. No hay flores, no hay colores. No hay cantos de p¨¢jaros, hay gritos de p¨¢jaros. No es el canto mel¨®dico de un ruise?or, es el grito desgarrador de una guacamaya, el aullido de un mico, el zumbido incesante de los insectos, que lo agobian a uno. En la selva quieres silencio y no lo encuentras. Me cuesta trabajo hablar de ello, todav¨ªa no he podido [l¨¢grimas]. Yo pienso que el diablo vive en la selva [gran silencio]. Por las noches est¨¢ uno rodeado del gemido de los compa?eros que lloran dormidos y gritan sus pesadillas. Hay un inmenso sufrimiento y se puede hacer muy poco por aliviarlo.
-Usted naci¨® un 25 de diciembre, lo que por una parte parece una redundancia, y por otra, el anuncio de un destino, pues da la impresi¨®n, repasando su biograf¨ªa, de que ha nacido varias veces, de que ha tenido varias existencias.
-Todas esas vidas son la misma. Todo lo que viv¨ª antes era una preparaci¨®n para esto, yo no veo los cortes que usted se?ala. Es todo un proceso de crecimiento. Yo entend¨ª muchas cosas en la selva. Entend¨ª que todo lo que hab¨ªa vivido antes era necesario para esto que he construido hoy. Uno es el producto de sus decisiones y sus decisiones reflejan qui¨¦n es. Uno carga con el peso de sus decisiones. Todas son el producto de uno y tambi¨¦n la preparaci¨®n de lo que uno anhela ser, porque todos tenemos una imagen de ese yo ideal que quisi¨¦ramos ser y en la b¨²squeda de ese ser nos vamos puliendo. No hay coincidencias, no hay azar, uno carga con el peso de sus decisiones. Uno es el producto de todas ellas.
-Se pas¨® la mitad de su cautiverio pidiendo que le proporcionaran un diccionario enciclop¨¦dico, lo que es una buena met¨¢fora de su curiosidad, de su af¨¢n de saber, pero encierra tambi¨¦n un deseo algo loco de abarcarlo todo, ?no?
-Cuando yo era chiquita estuve enferma de bronconeumon¨ªa. Yo deb¨ªa de tener cinco a?os, pero me veo sentada en el suelo, jugando con algo, y llega mi mam¨¢, me mira y me dice: "Ni?a, est¨¢s enferma, tienes los labios morados". Yo le contesto que no estoy enferma, que estoy aburrida. ?sa es la clave para entender lo del diccionario enciclop¨¦dico, porque en esos a?os de cautiverio, hechos de segundos infinitos, desesperadamente aburridos, la idea de poseer un diccionario enciclop¨¦dico era lo que para un ni?o el juguete m¨¢s deseado que se pueda imaginar. Un diccionario era, en esas circunstancias, como Disneylandia, era el mejor juguete.
-Consigui¨® sin embargo una Biblia que cambi¨® su vida. ?Podemos hablar un poco de esa transformaci¨®n espiritual que sufri¨® en la selva?
-Me secuestraron el 23 de febrero y el 23 de marzo muri¨® mi padre. Mi padre era y es el gran amor de mi vida... La manera en que me enter¨¦, unos meses despu¨¦s, fue terrible. Eso fue un disparo, porque cuando uno siente que... [l¨¢grimas, silencio]. Yo siempre me hab¨ªa sentido bendecida por la vida, consentida por la vida. Cuando me llega todo esto -el secuestro, la muerte de mi padre, la soledad de mi madre- hay dos caminos: uno es el de negar a Dios y, por tanto, pensar que todo es fortuito, absurdo, un caos sin explicaci¨®n ni respuesta. El otro camino es buscar a Dios. En el dolor de la selva no puedes aceptar a cualquier Dios. El Dios ritual infantil no te basta. No te basta con pensar que Dios es amor o que no puedes explicarlo. En la selva necesitas un Dios racional. Si tu fe no es racional, si no est¨¢s seguro de que Dios existe, no puedes entablar una relaci¨®n con ?l. No te basta la tradici¨®n. La religi¨®n cat¨®lica no nos ha abierto a leer la Biblia, como si los creyentes fu¨¦ramos minusv¨¢lidos intelectuales, sin capacidad para grandes b¨²squedas teol¨®gicas, y eso estuviera reservado a los intelectuales.
Pero la Biblia es un instrumento extraordinario. Hay que leer la Biblia con tranquilidad, sin orejeras que te condicionen a leerla por encima, sin entender el retrato humano de la relaci¨®n de Dios con el hombre. Es muy dif¨ªcil de explicar, pero lo que quiero decir es que entend¨ª, leyendo la Biblia, que Dios no es energ¨ªa, ni luz ni part¨ªculas de gas en el cosmos, sino que Dios es un ser humano, en otras palabras, que lo que nosotros tenemos de humanos es lo que tenemos de Dios, y, por tanto, que su relaci¨®n con nosotros es una relaci¨®n de palabras, y creo que eso es fundamental: entender que somos seres de palabras. Entonces, a trav¨¦s de la Biblia llega la palabra de Dios con una riqueza infinita de c¨®digos humanos y con unos retratos psicol¨®gicos impresionantes, como el de Abraham. Todos los personajes de la Biblia est¨¢n retratados con sus debilidades, sus miserias, sus peque?eces. Todos estamos retratados ah¨ª. Yo descubr¨ª un Dios con sentido del humor, con sentido de la autoridad, un Dios que educa, un Dios que ama, pero sobre todo, que es un Dios en el sentido de que lo puede todo. Y pudi¨¦ndolo todo, Dios podr¨ªa haber hecho, en vez del ser humano, un robot perfecto, sin defectos, un robot programado para hacer el bien. La pregunta es por qu¨¦ Dios hizo al hombre libre, por qu¨¦ no lo hizo como un robot. La respuesta es muy hermosa, y es que un robot puede estar programado para amar, pero si no tiene la libertad de no hacerlo, el amor no tiene valor.
-?Qu¨¦ Dios le gusta m¨¢s, el del Antiguo o el del Nuevo Testamento?
-Son el mismo, es un espejo. Lo que sucede es que el Nuevo Testamento nos hace el camino hacia Dios mucho m¨¢s f¨¢cil. El Antiguo Testamento es Dios hacia el hombre. El nuevo es el hombre hacia Dios. En el Antiguo Testamento, Dios nos busca; en el Nuevo Testamento, nosotros buscamos a Dios. Esa transformaci¨®n ha cambiado mi vida porque si uno es consecuente y su racionalidad acepta a Dios, todo cambia, porque deja uno de ser pasivo y se vuelve activo frente a uno mismo. Es una enorme liberaci¨®n pensar que uno es libre, que puede cambiar, que puede ser mejor humano.
-Usted respetaba en un principio el pensamiento que dio origen a las FARC, no as¨ª su evoluci¨®n ni los medios empleados posteriormente para lograr sus fines, que las han deslegitimado. Cuando usted comenz¨® su carrera pol¨ªtica, el poder establecido tambi¨¦n estaba deslegitimado porque hab¨ªa creado, con sus abusos y su corrupci¨®n, las condiciones para que apareciera la guerrilla. ?Cree que ese poder oficial, al contrario que el que representa la guerrilla, est¨¢ hoy m¨¢s legitimado que entonces? ?Es m¨¢s justa la sociedad colombiana actual, m¨¢s equilibrada, menos corrupta?
-[Tras pensar mucho la respuesta] Yo pensaba que las FARC eran una respuesta a las contradicciones del sistema. Despu¨¦s de vivir dentro de las FARC he comprendido que son un subproducto de ese sistema, ¨¦sa es la gran decepci¨®n. Cuando yo hac¨ªa pol¨ªtica en Colombia, pensaba que hab¨ªa que cambiar las estructuras del poder. Hoy pienso que hay que cambiar el alma del pueblo colombiano, del pueblo colombiano como entidad colectiva y, m¨¢s a¨²n, la de cada uno de nosotros en nuestra identidad individual. Cuando pienso en Colombia, pienso que somos el resultado de una civilizaci¨®n que tiene un inmenso malestar. Entonces acabas pensando que no s¨®lo hay que cambiar los corazones, sino que tambi¨¦n hay que cambiar el mundo. Lo incre¨ªble de esto es que pienso que es posible, adem¨¢s de necesario y urgente.
-Se lo pregunto de otro modo: ?est¨¢ hoy m¨¢s clara la l¨ªnea que separa a los malos de los buenos?
-Hace a?os, las cosas me parec¨ªan claras: hab¨ªa blanco y hab¨ªa negro. Hoy d¨ªa me doy cuenta de que no hay ni negro ni blanco, sino una situaci¨®n en la cual todos podemos aportar, todos podemos ser v¨ªctimas, pero todos podemos ser parte de la soluci¨®n. Por eso en mi coraz¨®n no hay rencor ni deseo de venganza; m¨¢s all¨¢ del perd¨®n, hay un inmenso amor por el ser humano.
-El recuerdo que tenemos de la Ingrid Betancourt de antes del secuestro es el de una rebelde permanentemente enfrentada al poder, al que calificaba de corrupto. Desde alg¨²n punto de vista se podr¨ªa pensar que la guerrilla nos ha devuelto a una mujer sumisa a ese poder. Me explico: desde su liberaci¨®n, usted no ha hecho otra cosa que fotografiarse con los seres m¨¢s poderosos del planeta. No hay jefe de Gobierno ni ministro ni rey que no quiera aparecer junto usted. Esos poderosos la colman de honores, de premios, de agasajos. Podr¨ªamos decir que usted ha hecho muchos gestos al poder, pero muy pocos a los desfavorecidos, a la gente humilde, la que rezaba por su liberaci¨®n y llen¨® las calles con su alegr¨ªa cuando fue liberada.
-En estos casi tres meses de libertad me he tomado muchas fotos con gente que encuentro por la calle y que se abraza a m¨ª. Esas fotos est¨¢n en los ¨¢lbumes familiares, pero no las reproduce la prensa. La visi¨®n que tiene el mundo es probablemente la que da la prensa. La visi¨®n que tengo yo es la visi¨®n de ese amor infinito de mucha gente, unos muy potentes, unos muy conocidos, otros mucho menos, otros ciudadanos de a pie, y para m¨ª todos son iguales y a todos les agradezco por igual.
-?D¨®nde hay m¨¢s peligro para la integridad intelectual y moral, en la selva o en los grandes salones?
-Yo creo que el peligro est¨¢ en uno mismo, en perderse, en salir de foco. El ser humano es un ser social. Lo que se ve en la selva, a nivel humano, no difiere mucho de lo que se ve fuera, salvo porque el contraste es mayor porque las relaciones son m¨¢s dram¨¢ticas. Yo soy muy consciente de que en la selva fui utilizada, fui instrumentalizada, fui manipulada, y soy consciente de que aqu¨ª, en el mundo real, hay quien quiere probablemente tambi¨¦n manipular, instrumentalizar. Pero ¨¦se es un nivel que no me interesa. Lo que estoy haciendo, lo que hago, es la consecuencia de decisiones que se nutren de las prioridades de mi coraz¨®n. Entonces me siento inmune. Estoy en un espacio donde cosas que cuentan para muchas personas ya no cuentan para m¨ª. Tengo una gran libertad.
-Cuando era una activista pol¨ªtica, usted se mov¨ªa muy bien en el registro simb¨®lico. Parte de su ¨¦xito se deb¨ªa a actuaciones (como la huelga de hambre que llev¨® a cabo en el Congreso o el reparto de condones por las calles de Bogot¨¢) que conectaban de forma directa con una parte del electorado. Ahora, quiz¨¢ de tanto utilizar los s¨ªmbolos, ha devenido usted misma en un s¨ªmbolo. Precisamente le han concedido el Pr¨ªncipe de Asturias de la Concordia como "s¨ªmbolo" de la lucha por la democracia y por la libertad, adem¨¢s de por la fortaleza, dignidad y valent¨ªa con que se enfrent¨® a su cautiverio. Resulta curioso que de tanta gente como ha secuestrado la guerrilla y de tanta como, por unos medios u otros, ha sido liberada, le haya tocado a usted ese papel de s¨ªmbolo. ?A qu¨¦ cree que se debe?
-No s¨¦, no lo s¨¦. Cuando estaba en la selva, ser s¨ªmbolo se pagaba a un precio muy alto. Uno no escoge ser s¨ªmbolo, pero tampoco puede quedarse en la parte negativa del s¨ªmbolo, diciendo yo no soy esto, yo no soy lo otro, por qu¨¦ me toca a m¨ª... Yo lo tomo de manera diferente. Sin entender las razones por las que me toc¨® a m¨ª, entiendo que es una responsabilidad. Ese espacio especial que me ha conseguido el mundo no me lo ha conseguido a m¨ª. Como ser humano, no tengo ninguna caracter¨ªstica especial o diferente a la de los miles de secuestrados en Colombia o en el mundo. Sobre alguien ten¨ªa que caer, como ha sucedido con otros que tambi¨¦n son s¨ªmbolos. Lo que s¨ª tengo claro es que es una responsabilidad y, por tanto, implica ponerse al servicio de los dem¨¢s, lo que me viene muy bien porque lo ¨²nico que me hace a m¨ª feliz es ayudar a los dem¨¢s.
-D¨ªgame, para terminar, ?no se ha cortado el pelo todav¨ªa?
-Hablando de simbolismos, el pelo es un s¨ªmbolo, es un calendario. Son d¨ªas de secuestro, meses, a?os. Es una forma de recordar que los otros siguen all¨¢, de que no se me olvide a m¨ª, de que no se le olvide al mundo.
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