Una pasi¨®n de Estado
Durante a?os, la prensa india la ha llamado "la esfinge". Lleva el cabello negro, ligeramente plateado por incipientes canas, cuidadosamente peinado hacia atr¨¢s y recogido en un mo?o. Tiene ojos grandes color casta?o oscuro, largas cejas finamente depiladas, nariz recta, labios carnosos, piel muy blanca y una mand¨ªbula bien marcada. Su silueta y su porte altivo evocan alguna diosa del pante¨®n romano, quiz¨¢ porque el sari que lleva con gran soltura se parece a las t¨²nicas de las mujeres de la antig¨¹edad. O quiz¨¢ por su f¨ªsico de italiana. A los 62 a?os sigue siendo una mujer guapa, como cuando era joven. Pero es una belleza que lleva la marca de las tragedias que la han golpeado. A veces le cuesta creerse que est¨¢ a la cabeza del Partido del Congreso, la mayor organizaci¨®n pol¨ªtica democr¨¢tica del mundo. Que es la mujer m¨¢s influyente del segundo pa¨ªs m¨¢s poblado de la Tierra. O que est¨¢ la primera en las listas de por lo menos una docena de organizaciones terroristas, aunque hace tiempo que ha tenido que acostumbrarse a vivir con el miedo pegado al cuerpo.
Curioso destino el de esta italiana de una timidez enfermiza, que ha renegado siempre de la pol¨ªtica, que siente un rechazo epid¨¦rmico a ser el foco de atenci¨®n, y que, sin embargo, reina en India. El mundo entero la recuerda, flanqueada por sus hijos, frente a la pira funeraria de su marido, el ex primer ministro Rajiv Gandhi, primog¨¦nito de Indira, nieto de Nehru, muerto en atentado terrorista.
?Qui¨¦n hubiera podido pensar que siete a?os despu¨¦s se lanzar¨ªa al ruedo de la pol¨ªtica en su pa¨ªs de adopci¨®n; ella, que hizo todo lo posible para apartar a su marido y a sus hijos de ese mundo? ?Qui¨¦n hubiera imaginado que arrasar¨ªa en unas elecciones generales? Y sobre todo... que renunciar¨ªa al poder nombrando ella un primer ministro y permaneciendo en la sombra como presidenta del Partido del Congreso. En una obra de ficci¨®n ser¨ªa un desenlace dif¨ªcil de creer: una mujer que no tiene ansias de poder, y que adem¨¢s es extranjera de origen, conquista el poder. Imag¨ªnenselo al rev¨¦s: que un indio de nacimiento ganase las elecciones en Espa?a o en Italia, por ejemplo, pudiendo, por tanto, ser presidente del Gobierno. M¨¢s de uno se rasgar¨ªa las vestiduras, como ocurri¨® en India, donde Sonia fue v¨ªctima de una violenta campa?a de calumnias y desprestigio a causa de "sus or¨ªgenes extranjeros".
Para entender a Sonia Gandhi y el sentido de su vida hay que remontarse a la historia de su familia pol¨ªtica, los Nehru-Gandhi. Y contar la vida de los Nehru es contar India: 1.200 millones de habitantes, 600.000 aldeas, 847 dialectos hablados y 17 lenguas oficiales... M¨¢s de 500 partidos pol¨ªticos, miles de candidatos. La segunda tasa de crecimiento econ¨®mico del mundo. En eso consisti¨® el reto de escribir El sari rojo: en entrelazar la historia de una mujer, la saga de una familia y la epopeya de una naci¨®n.
Es en las c¨¢rceles del imperio brit¨¢nico donde nace la saga din¨¢stica m¨¢s asombrosa de los tiempos modernos. En la soledad de su calabozo, el joven Jawaharlal Nehru recibe cartas de apoyo. Las que espera con m¨¢s ilusi¨®n son las de su hija Indira, que un d¨ªa le anuncia que se va a casar con un tal Firoz Gandhi. Nada que ver con el Mahatma Gandhi, amigo personal y mentor pol¨ªtico de su padre. La casualidad quiere que el apellido de su marido coincida con el del m¨¢s c¨¦lebre de los indios, aunque Indira todav¨ªa no es consciente de su fuerza. Nehru le contesta que va a hilar un sari para su boda, un sari rojo, el color de las novias. Hilar en una rueca se ha convertido en s¨ªmbolo de lucha por la independencia; por eso el regalo de boda es algo m¨¢s que un sari, es tambi¨¦n una bandera.
Cambridge, 1965. Una joven y muy guapa italiana llamada Sonia Maino viene a estudiar ingl¨¦s con la idea de hacerse azafata de congresos. Christian von Stieglitz, un amigo alem¨¢n, le presenta un d¨ªa a un estudiante indio llamado Rajiv Gandhi, el hijo mayor de Indira. Es el flechazo. Desde ese momento hasta el d¨ªa de su muerte se hacen inseparables. Prueba de ello es la foto que Christian les har¨¢, 24 a?os m¨¢s tarde, un mes antes de que Rajiv sea asesinado. Se les ve tan acaramelados como siempre, en el jard¨ªn de su casa de campo a las afueras de Nueva Delhi. Parece que la felicidad va a ser eterna.
La joven italiana entiende que, m¨¢s all¨¢ de la diferencia de raza o de nacionalidad, ese chico pertenece a un mundo al que ella nunca ha tenido acceso, ni siquiera mero conocimiento. M¨¢s que el hecho de ser de India, lo que m¨¢s le separa de ¨¦l es la ¨®rbita en la que ¨¦l gira, tan lejos de la vida de clase media de una italiana de los suburbios de Tur¨ªn como la Tierra de la Luna. A su lado, ?qu¨¦ son los Maino?, se pregunta Sonia. ?Qu¨¦ puede aportarle a Rajiv la hija de un peque?o constructor de provincias italiano? Est¨¢ segura de que Indira, la madre de Rajiv, se hace la misma pregunta, y eso le provoca una gran desaz¨®n. Tal es su angustia que el d¨ªa en que queda para conocerla, a Sonia le entra un ataque de p¨¢nico y no puede asistir a la cita. Lo vuelve a intentar unos d¨ªas m¨¢s tarde, ya serena.
Indira les recibe en su habitaci¨®n de la Embajada de India en Londres. El mech¨®n de pelo blanco que lleva en la frente, y que se convertir¨¢ en su se?a de identidad, le confiere una innegable distinci¨®n. Tiene una sonrisa llena de encanto, maneras delicadas y una prominente nariz que procura disimular con maquillaje bajo los ojos para atenuar las sombras. "Hizo todo lo posible para que me sintiese a gusto", dir¨ªa Sonia. "Me dijo que ella tambi¨¦n hab¨ªa sido joven, terriblemente t¨ªmida, y enamorada, y que me entend¨ªa perfectamente". Una corriente de simpat¨ªa pasa entre esas dos mujeres tan diferentes en todo, excepto en el amor por Rajiv.
Sonia no tiene la misma suerte con su propio padre, un hombre hosco que de joven ha sido pastor de vacas y que a base de trabajo se ha convertido en empresario en Orbassano, un pueblo del cintur¨®n industrial de Tur¨ªn. Que su hija se haya enamorado de un hombre de piel cetrina, que encima es indio y que adem¨¢s profesa, al menos oficialmente, la religi¨®n hind¨², es una p¨ªldora que no est¨¢ dispuesto a tragar, por muy primer ministro que haya sido el abuelo. Le propone esperar a la mayor¨ªa de edad antes de tomar una decisi¨®n. Sonia acata la recomendaci¨®n paterna, pero el 13 de enero de 1968, exactamente 34 d¨ªas despu¨¦s de haber cumplido la mayor¨ªa de edad, embarca rumbo a Nueva Delhi.
Indira es entonces primera ministra, una de las primeras mujeres en asumir un puesto de semejante responsabilidad. Tiene que gobernar un pa¨ªs gigantesco al borde de la anarqu¨ªa. Sequ¨ªas, hambrunas, escasez de alimentos enturbian el horizonte. Disturbios y revueltas del hambre estallan en el norte y en el sur. En Delhi, santones desnudos se manifiestan en las calles para detener la matanza de vacas sagradas. En Punjab, las reivindicaciones de los sijs se agravan. Valiente, decidida y despiadada, Indira se enfrenta a todos los problemas, solucion¨¢ndolos a su manera; lejos de cualquier teor¨ªa, ajena a cualquier modelo. La llegada de Sonia a Delhi le a?ade un problema m¨¢s porque la italiana provoca un se¨ªsmo en la sociedad local. "Lo m¨¢s raro de todo eran los ojos de la gente", dir¨¢ Sonia, "esa mirada de curiosidad que me segu¨ªa por todas partes". Su mera presencia, por ser la novia de quien es y porque es la primera vez que un Nehru va a casarse con una extranjera de otro continente, da pie a toda clase de conjeturas. Algunos comentarios aluden a su falta de pedigr¨ª: "Es de baja casta", sentencian las se?oras bien.
Indira les organiza una boda sencilla. Unos d¨ªas antes le entrega a Sonia un paquete cuidadosamente embalado en papel transparente. Es el sari que le dio su padre para su boda. El color rojo ha palidecido: "Me gustar¨ªa que lo llevases", le dice. Sonia se lo toma como un honor y una se?al de afecto, sin sospechar por un momento que al vestir ese sari entra a formar parte, ella tambi¨¦n, de la historia de India.
Durante 16 a?os, Sonia va a vivir a la sombra de Indira. Descubre en su suegra a una mujer dura y tierna a la vez, capaz de perseguir de manera implacable a los arist¨®cratas de India o de expulsar a los compa?eros de partido que no votan por ella, y al mismo tiempo de derretirse con sus nietos cuando vuelve a casa. Indira recorre el planeta, va de ¨¦xito en triunfo, consigue importantes victorias militares, se convierte en una de las mujeres m¨¢s admiradas del mundo. Esta India que ha recibido en herencia de su padre tiene que transmitirla a su vez a su descendencia. Su delf¨ªn es Sanjay, su hijo peque?o. Su ojito derecho. Al igual que su madre, le apasiona la pol¨ªtica. Sanjay se convierte en su principal consejero y en el personaje m¨¢s importante del pa¨ªs despu¨¦s de ella. El m¨¢s controvertido tambi¨¦n. A este joven aficionado a los coches y a los aviones no le falta talento. Tiene el don de hacer que las cosas se muevan en una India aplastada por la burocracia y el papeleo.
Pero Sanjay acaba arrastrando a su madre -y de paso a toda la familia- a abusos y terribles excesos. El estado de excepci¨®n proclamado en 1975, las esterilizaciones forzadas a gran escala, las expulsiones masivas de chabolistas en las grandes ciudades... hacen que el pueblo retire su apoyo a su gran sacerdotisa. Indira pierde el poder. Acaba en la c¨¢rcel. Es Sonia quien va todos los d¨ªas a llevarle comida porque Indira teme ser envenenada.
Tres a?os despu¨¦s de su ca¨ªda a los infiernos, Indira consigue recuperar el poder como s¨®lo puede ocurrir en India, con su querido hijo siempre a su lado. Es entonces cuando el destino da un vuelco. Sanjay se mata en un accidente de avioneta. Sonia presiente que ese accidente acabar¨¢ tambi¨¦n con la vida familiar y feliz que ha llevado hasta entonces. Para Indira es un golpe del que nunca se recuperar¨¢. "Si hubiera podido morir en su lugar, lo hubiera hecho", declara. Entonces, un coro de voces, tan antiguo como la India misma, y que parece surgir de las profundidades de ese pa¨ªs continente, reclama que Rajiv, el primog¨¦nito, de 36 a?os, sea el nuevo pr¨ªncipe heredero. Por una vez, la mujer m¨¢s poderosa del mundo no consigue imponer su voluntad. Rajiv odia la pol¨ªtica. Prefiere sobrevolar el pa¨ªs a los mandos de un 737 de Indian Airlines. De hecho, usa tan poco el poder m¨¢gico de su apellido que desde la megafon¨ªa del avi¨®n se presenta a los pasajeros como "el comandante Rajiv". M¨¢s que su ausencia de entusiasmo personal, es la hostilidad de Sonia lo que Indira debe vencer. La italiana siempre se ha negado a que su marido entre en pol¨ªtica. "Te matar¨¢n", le dice un d¨ªa, al borde de las l¨¢grimas.
Pero Sonia acaba por comprender que las fuerzas contra las que lucha son mucho m¨¢s poderosas que sus argumentos a favor de la felicidad individual y de la armon¨ªa familiar. ?Qu¨¦ peso puede tener el bienestar burgu¨¦s de una familia de cuatro individuos comparada con el destino de India? Esas fuerzas son las mismas que en su d¨ªa empujaron a Indira al ruedo de la pol¨ªtica y que ahora exigen la presencia del heredero. "Era mi Rajiv", dir¨ªa Sonia, "nos quer¨ªamos, y si pensaba que deb¨ªa ofrecer su ayuda a su madre, yo me plegar¨ªa ante esas fuerzas que ya eran demasiado poderosas para que yo las pudiera combatir, e ir¨ªa con ¨¦l all¨¢ donde le llevasen". Acepta seguirle adonde sea, al infierno de la pol¨ªtica si es preciso. Aunque ambos acaben ardiendo entre sus llamas.
Nada consigue detener el ascenso de Rajiv, que sube al trono despu¨¦s de unas elecciones triunfales. Encarna una nueva generaci¨®n, m¨¢s joven, m¨¢s occidentalizada, m¨¢s inclinada hacia la tecnolog¨ªa. Aporta savia nueva a la sociedad india, trastoca los tab¨²es. Si hoy d¨ªa India es una potencia en inform¨¢tica es gracias a Rajiv, porque vio venir la revoluci¨®n digital. Sonia asume con reticencia el papel de primera dama, se empapa de la India profunda que conoce en sus numerosos desplazamientos, y poco a poco se va haciendo m¨¢s y m¨¢s india. Hasta que de nuevo el destino tr¨¢gico de esta familia, que parece tan maldita como la de los Kennedy en Estados Unidos, da otro vuelco. Rajiv salta en pedazos en un atentado terrorista. Paga con su vida el precio de un poder que nunca dese¨®.
Diecisiete a?os despu¨¦s, los Gandhi siguen en la brecha. En India no les quieren tanto por pertenecer a una familia excepcional, sino por lo que tienen de gente normal. Si la mayor¨ªa de las familias vive sus dramas en la intimidad de sus hogares, los Nehru-Gandhi los han vivido siempre a la luz p¨²blica, y encima manejando el destino de la mayor democracia que se haya conocido jam¨¢s. Para muchos habitantes de los campos de India, la saga de los Nehru-Gandhi, que recorre el siglo XIX y tiene visos de perdurar bien entrado el siglo XXI, es el puente que vincula su pasado feudal al presente democr¨¢tico y, ojala, a un futuro que se adivina m¨¢s pr¨®spero. Si antes las dinast¨ªas serv¨ªan para preservar el orden social, ahora sirven para reforzar el v¨ªnculo de los habitantes de una misma naci¨®n. Tienen un poco el papel que asumen las familias reinantes en las monarqu¨ªas constitucionales.
En India son muchos los que critican la pol¨ªtica din¨¢stica de "la familia", instaurada por Indira, tild¨¢ndola de poco democr¨¢tica; pero eso es olvidar que, aunque una gran parte del electorado sea analfabeta, no significa que sea ignorante. En las dinast¨ªas modernas de los pa¨ªses democr¨¢ticos, ya sean los Kennedy, los Bush o los Gandhi, el puesto no se hereda autom¨¢ticamente, hay que gan¨¢rselo, como lo han hecho Indira, Sonia y ahora muy probablemente, en las pr¨®ximas elecciones de abril de 2009 (que el Partido del Congreso quiere adelantar a finales de 2008), lo tenga que hacer su hijo Rahul -el vivo retrato de su padre- o, en el futuro, su hija Priyanka, altiva y voluntariosa como lo era su abuela Indira a la misma edad. Priyanka, que el d¨ªa de su boda luc¨ªa majestuosa el sari rojo hilado por Nehru en la c¨¢rcel... La mayor saga pol¨ªtica de los tiempos modernos no ha dicho la ¨²ltima palabra.
'El sari rojo', de Javier Moro, editado por Seix Barral, sale a la venta el pr¨®ximo d¨ªa 14 de octubre.
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