A ver si nos enteramos
Si no existiera Wall Street habr¨ªa que inventarlo" deben pensar Zapatero y quienes le aconsejan en esta atribulada hora. Porque, en efecto, habr¨ªa que medir en barriles -como el petr¨®leo- la cantidad de tinta de calamar que las peripecias de los bancos de inversi¨®n patroneados por tiburones, las aseguradoras imprudentes, o las venales agencias de rating han proporcionado al discurso oficial de que la crisis viene de fuera (de Estados Unidos, para ser m¨¢s precisos), no incumbe al Gobierno responsabilidad alguna en su g¨¦nesis y, que, por tanto, las reclamaciones hay que dirigirlas al maestro armero (es decir, a Bush). V¨¢lgame Dios, el l¨ªo que le hemos armado a la gente entre las hipotecas subprime, los derivados, las collateralized debt obligations, los credit default swaps y toda la parafernalia financiera -que, mejor en ingl¨¦s, que as¨ª se l¨ªa m¨¢s- sirve para el indisimulado prop¨®sito de que nadie entienda nada.
El crecimiento espa?ol -demasiado ladrillo y apalancamiento- se encaminaba al desastre
Si no cambiamos el mapa de incentivos al empleo, el paro volver¨¢ a ser nuestra maldici¨®n diferencial
Porque lo que hay que entender, mejor que no se entienda. A saber, que Espa?a se enfrenta a una grave crisis econ¨®mica y social que ha coincidido en el tiempo con una de las m¨¢s graves crisis financieras internacionales, si no la m¨¢s grave de ellas, que, por supuesto, profundiza y complica la crisis dom¨¦stica, pero que no puede servir para disimular los elementos aut¨®ctonos de aquella, so pena de equivocar radicalmente el diagn¨®stico y, por consiguiente, errar diametralmente la terapia y hasta los paliativos.
Espa?a atraviesa una crisis esencialmente basada en la simult¨¢nea presencia de dos graves desequilibrios: un crecimiento explicado en una proporci¨®n insana (por insostenible) de la construcci¨®n residencial, y un exceso de consumo e inversi¨®n favorecidos por la dilatada presencia de unas condiciones financieras muy benignas que han llevado el d¨¦ficit exterior hasta un ins¨®lito 11% del PIB, el m¨¢s alto de los pa¨ªses de la OCDE. Espa?a ha crecido mucho en los ¨²ltimos a?os, pero lo ha hecho mal, por no decir que muy mal. Todos sospech¨¢bamos que el modelo de crecimiento -demasiado ladrillo, demasiado apalancamiento- se encaminaba hacia el desastre, pero nadie se atrev¨ªa a ponerle el cascabel al gato. Y no ser¨¢ que no nos avisaron: ya hace un a?o y medio que The Economist ("The pain in Spain", abril de 2007) avisaba de que la burbuja estaba madura para estallar.
Por tanto, nos enfrentamos -en un contexto internacional nada favorable y bajo unas condiciones financieras mucho m¨¢s tensas- a resolver un problema grave de ca¨ªda de la actividad, que tiene una traducci¨®n inmediata y presente en el empleo. Esa situaci¨®n se complica mucho m¨¢s por razones demogr¨¢ficas que est¨¢n sorprendentemente ausentes de buena parte de las argumentaciones pol¨ªticas sobre la situaci¨®n.
Entre agosto de 2007 y agosto de 2008, de acuerdo a los datos de Eurostat, el paro en el conjunto de la UE a 27 ha descendido desde el 7,1% al 6,9%. En el entorno m¨¢s restringido del ¨¢rea Euro ha crecido del 7,4% al 7,5%, es decir, ha experimentado un aumento relativo del 1%. En Alemania ha bajado un 13%, en Francia un 3%, en Italia ha crecido un 10% (hasta junio) y en Espa?a ha aumentado nada menos que un 36%, desde el 8,3 al 11,3 % de la poblaci¨®n activa. Hace un a?o, la tasa de paro de Espa?a era un 17% superior a la media de la UE y apenas un 12% m¨¢s alta que la media del ¨¢rea Euro. Hoy, Espa?a -con la tasa de desempleo m¨¢s alta de los Veintisiete pa¨ªses- presenta una tasa 51% m¨¢s alta que la media del ¨¢rea euro y 64% superior a la media de los Veintisiete.
?A qu¨¦ se debe una evoluci¨®n tan excepcionalmente desfavorable del paro, sobre todo en comparaci¨®n con nuestros socios? Desde luego a la desaceleraci¨®n econ¨®mica, singularmente a la ca¨ªda en la construcci¨®n, pero no s¨®lo a ella, sino a su combinaci¨®n con un patr¨®n de crecimiento demogr¨¢fico provocado esencialmente por el mantenimiento de un flujo migratorio intenso de poblaci¨®n activa, que agrava singularmente el cuadro.
En el segundo semestre de 2007, cuando en el empleo se empiezan a manifestar s¨ªntomas de debilidad, ten¨ªamos en Espa?a algo m¨¢s de 3,128 millones de extranjeros en la poblaci¨®n activa, de los que 2,754 estaban ocupados y 374.000 estaban parados. Un a?o m¨¢s tarde, los extranjeros activos han crecido hasta los 3,523 millones (casi 400.000 m¨¢s, un incremento del 13%), y su aumento representa el 58% del aumento total de la poblaci¨®n activa. Los ocupados son 2,943 millones y los parados 580.000, habiendo aumentado los ocupados en casi 200.000 y los parados en poco m¨¢s de 100.000. En cambio, entre los espa?oles, el n¨²mero de parados ha crecido en algo m¨¢s de 400.000, mientras que el n¨²mero de ocupados, a diferencia de lo que sucede con los extranjeros, ha disminuido en m¨¢s de 130.000.
Los parados en la construcci¨®n han crecido en este per¨ªodo un 170% en t¨¦rminos relativos, frente a incrementos del 50% en la industria y del 31% en el sector servicios. Esto significa que el resto de los sectores productivos es incapaz de absorber en t¨¦rminos de empleo la abrupta ca¨ªda en la construcci¨®n. Pensar en la industria como motor alternativo del empleo, con la ca¨ªda en la inversi¨®n y la p¨¦rdida de competitividad que apareja nuestra inflaci¨®n diferencial con los pa¨ªses de destino de nuestras exportaciones, es una quimera. Tampoco los servicios, por el momento menos castigados relativamente en t¨¦rminos de desempleo, pueden ni remotamente absorber ese incremento del paro. Es evidente que el crecimiento tiene que reequilibrarse, pero no es menos evidente que eso lleva tiempo y plantea problemas estructurales de adecuaci¨®n de la oferta de mano de obra capacitada.
As¨ª las cosas, tanto en el plano de las soluciones a medio plazo como en el de las medidas de ajuste a corto plazo, todo lo que no pase por una reforma del mercado de trabajo no toca la m¨¦dula del problema. Sin embargo, el Gobierno ha dado en instalarse en la fantas¨ªa de que es posible dejar ese mercado como est¨¢ y esperar que regresemos a una senda de crecimiento robusto como consecuencia del cambio de signo del ciclo econ¨®mico internacional. Si no cambiamos el mapa de incentivos para la creaci¨®n de empleo y el de desincentivos para buscarlo, el paro volver¨¢ a ser nuestra maldici¨®n diferencial. Ya lo es, pero puede ser mucho peor. La recesi¨®n puede ser aqu¨ª m¨¢s larga y m¨¢s dolorosa socialmente que en los pa¨ªses a los que aspiramos a igualar o a superar.
Y claro est¨¢, casi todo lo que debe hacerse en este terreno lleva sobre s¨ª una fuerte carga de impopularidad. La flexibilizaci¨®n del mercado de trabajo, una pol¨ªtica seria de retorno de los inmigrantes que no pueden ser absorbidos por la oferta de trabajo, una revisi¨®n de la pol¨ªtica de subsidios son medidas antip¨¢ticas y ocasionan costes sociales dolorosos y costes pol¨ªticos serios. Pero el contrafactual, la inacci¨®n, resulta mucho peor. La complacencia de hoy equivale a resignaci¨®n ma?ana.
De esto es de lo que tendr¨ªan que hablar en serio el Gobierno, la oposici¨®n y los agentes sociales. Si no se atreven a afrontar la situaci¨®n, ser¨¢ la situaci¨®n la que nos afronte. A ver si nos enteramos.
Jos¨¦ Ignacio Wert es soci¨®logo y presidente de Inspire Consultores.
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