Cuando el cine se parece a nosotros
En la edici¨®n del viernes de este peri¨®dico aparecen dos art¨ªculos acerca del cine iberoamericano. Los le¨ª en un avi¨®n a Manila, donde pas¨¦ el D¨ªa de la Hispanidad en un festival de cine en espa?ol organizado por el Instituto Cervantes. Quisiera a?adir algunas observaciones. Se se?ala que en el Congreso de Cultura Iberoamericana celebrado en M¨¦xico corr¨ªa entre los participantes el escepticismo. Es cierto. Forma parte de nuestro folclore criticar y desconfiar de las instituciones, pero en este caso la desconfianza obedec¨ªa a otra causa: el desorbitado tama?o de la expectativa. En un momento en el que talento y creatividad bullen, el cine hecho en espa?ol ocupa tan poco espacio en sus mercados naturales, los que hablan espa?ol, que la situaci¨®n es, cuando menos, delicada. Bien es cierto que de esos 700 millones de espectadores potenciales, una mayor¨ªa vive en la pobreza, por lo que el cine no forma parte de sus vidas justamente concentradas en la supervivencia. Pero incluso reduciendo ese p¨²blico a cifras m¨¢s realistas, nuestras cuotas de mercado se tambalean, mientras el cine de los estudios de Hollywood se va haciendo con todo.
Ha llegado la hora de incluir el s¨¦ptimo arte iberoamericano en nuestra agenda pol¨ªtica y econ¨®mica
El problema de la cultura es que no es s¨®lo de la cultura. Acaba salpicando a otros sectores. La cultura dibuja nuestra identidad. Y nuestras identidades, nuestro imaginario y nuestros deseos se est¨¢n viendo brutalmente invadidos por deseos ajenos, los de la industria anglosajona. Lo vemos en la ropa que usamos, en la comida que comemos, en los coches que compramos, en la vida a la que aspiramos, en los valores que incorporamos. De esto se ha hablado estos d¨ªas tambi¨¦n en Casa de Am¨¦rica. Guionistas bolivianos, mexicanos, argentinos, cubanos y espa?oles se quejaban de mirarse al espejo con la obligaci¨®n de tener que parecerse a Robert de Niro, como muy bien se?al¨® el actor uruguayo H¨¦ctor Guido en M¨¦xico. Pero no somos Robert de Niro. Por ning¨²n lado. Robert de Niro, para empezar, pertenece a una sociedad que no deja pudrirse devorados por los hongos de los extraordinarios fondos de filmotecas como la cubana, donde ya no hay recursos para defender los negativos de la humedad y los cortes de luz. Robert de Niro no tiene ese problema. El testimonio de su pasado audiovisual est¨¢ perfectamente custodiado y por eso sus im¨¢genes inundan nuestras teles para ilustrar cualquier efem¨¦ride y suplantar nuestros propios recuerdos.
Mientras nuestro pasado se borra sin que ninguna instituci¨®n corra a salvarlo, tampoco parecemos tener mucho inter¨¦s en crear im¨¢genes de nosotros mismos para el futuro. En M¨¦xico supe que el documental que recoge los recuerdos de Jean Claude Carriere sobre Bu?uel no ha sido comprado por TVE. Esto ser¨ªa como decir que al Reina Sof¨ªa no le interesa T¨¤pies o el Prado pasa de Goya, aunque con infinitamente menor coste.
Vuelvo a Manila. El festival llena todas y cada una de las sesiones. El Cervantes rebosa de matr¨ªculas. El idioma espa?ol interesa. Pero ?aprovechamos eso? ?No era el papel de Espa?a el de facilitador entre los dem¨¢s miembros de la Uni¨®n Europea y los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica? ?Lo estamos cumpliendo? T¨ªmidamente. Por eso se dedic¨® este encuentro de M¨¦xico al cine, esa poderosa arma de construcci¨®n masiva seg¨²n Bertrand Tavernier. Que la ca¨®tica ciudad de M¨¦xico no es la m¨¢s adecuada para un congreso es indudable, pero eso no debe quitarnos la ilusi¨®n y la fuerza para seguir batallando por un paisaje razonable en el que hacer pel¨ªculas que lleguen a su p¨²blico natural.
Robert de Niro no tiene esa urgencia. El cine siempre ha sido prioridad estrat¨¦gica para sus gobiernos, secretario de Estado de Comercio a la cabeza. Antes de que nosotros pidi¨¦ramos desgravaciones fiscales o leyes de mecenazgo, ellos las inventaron para superar la crisis de los sesenta.
Lo que no envidio al se?or de Niro es la injerencia de quienes financian sus pel¨ªculas en los contenidos. Me parece que hac¨ªa mejores personajes antes, cuando eran los creadores los que llevaban la voz cantante. La financiaci¨®n elige el car¨¢cter de una cinematograf¨ªa. En nuestro pa¨ªs las televisiones est¨¢n funcionando como los estudios, eligiendo los proyectos y determinando el discurso, pero sin asumir nunca su cuota de responsabilidad cuando las cosas no salen bien o internacionalmente se nos acusa de poco arriesgados. Ese discurso excluye al cine iberoamericano. Apenas TVE programa cine hecho en espa?ol, aunque no siempre en el mejor horario. Quieren que nos parezcamos cada vez m¨¢s a De Niro y por eso ya s¨®lo buscan pel¨ªculas grandes, sin acordarse de que Amen¨¢bar o Almod¨®var empezaron con pel¨ªculas peque?as.
Como no somos don Robert, no nos queda otra que parecernos a nosotros mismos, hacer el cine que sabemos hacer y dejar que a nuestro p¨²blico le vuelva a gustar parecerse a s¨ª mismo cuando se mira al espejo. No es tarea peque?a.
Es comprensible criticar el exceso de ret¨®rica de la Declaraci¨®n de M¨¦xico cuando la situaci¨®n es grave y concreta, pero todos podemos celebrar la inclusi¨®n del cine en la agenda de la pr¨®xima Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado. Por vez primera en la historia. Ya es un paso.
?ngeles Gonz¨¢lez-Sinde es presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematogr¨¢ficas de Espa?a.
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