Mucha y la g¨¦nesis del mal gusto
En los locales de Caixaf¨°rum de Barcelona se puede visitar una exposici¨®n organizada y producida por la Fundaci¨®n La Caixa en colaboraci¨®n con Mucha Foundation. Seducci¨®, modernitat, utopia es una magn¨ªfica antolog¨ªa de Alphonse Mucha (1860-1939), uno de los artistas m¨¢s representativos del fin del siglo en el ¨¢rea de la cultura austriaca, el ilustrador y cartelista art nouveau seguramente de mayor repercusi¨®n universal. A pesar de que tuvo una gran influencia en el modernismo catal¨¢n, no se hab¨ªa visto hasta hoy una antolog¨ªa tan completa. El cat¨¢logo, dirigido por Alex Mitrani -asimismo comisario de la exposici¨®n-, es un contundente testimonio.
Aparte de explicar y situar los gestos originales y los amaneramientos estil¨ªsticos, la habilidad gr¨¢fica del dibujo y la persistente obsesi¨®n geom¨¦trica de las composiciones -entre muchas otras aportaciones sobre la cultura visual del fin de siglo-, la exposici¨®n, en conjunto, muestra algunos aspectos sobresalientes del vaiv¨¦n del gusto -el buen gusto y el mal gusto- en aquel periodo corto pero trascendental que abarca a la vez los diversos eclecticismos resistentes y las innovaciones radicales. Porque, interpretada como un testimonio global, la exhibici¨®n parece explicar los aspectos del art nouveau que muy pronto se calificaron como exabruptos de mal gusto, ridiculizados enseguida por la cr¨ªtica m¨¢s solvente, tanto la que apuntaba hacia las vanguardias incipientes como la que reivindicaba tradiciones de orden y normativa. Podr¨ªamos decir -simplificando el tema con una exageraci¨®n- que Mucha, dentro del art nouveau, represent¨® la bandera de un mal gusto difundido en la cotidianidad dom¨¦stica a trav¨¦s de las artes decorativas, un mal gusto que est¨¢ en el origen del repudio de todo el movimiento, cuyos valores reales no fueron reivindicados hasta priorizar los campos art¨ªsticos no condicionados directamente por el gusto. Es decir, hasta que, por encima de la superficialidad decorativa todav¨ªa enraizada equ¨ªvocamente en los estilos, se entendieron los valores revolucionarios de las grandes obras.
Las damas del artista se han convertido en caricaturas apreciables s¨®lo en el terreno de la moda
Ya sabemos que es peligroso plantear temas cr¨ªticos a partir de la consideraci¨®n del gusto, pero en este caso hay factores casi objetivos para hacerlo. Podemos decir que el mal gusto de Mucha y sus innumerables seguidores es consecuencia de la crisis del arte decorativo que se inicia en las mismas bases del art nouveau y sus movimientos precedentes ingleses y alemanes: por una parte, la voluntad de sujetarlo a las identidades profundas, estructurales y constructivas de la arquitectura anulando su autonom¨ªa, y por otra, la de mantener la autor¨ªa de artistas y artesanos, refugiada elocuentemente en los elementos simplemente ornamentales. Y a ello se a?ade el empe?o en aplicar a esa ornamentaci¨®n los signos de tradiciones estil¨ªsticas -ecl¨¦cticas o caducadas-, que disimulan en cierta manera la autenticidad y la novedad de la pieza arquitect¨®nica. Con lo cual se produce, adem¨¢s, una confusi¨®n entre grafismo pict¨®rico y grafismo ornamental. Las famosas damas delicuescentes de Mucha no son ni evocaciones pict¨®ricas ni signos geom¨¦tricos, perdidas en las dudas de lo artificial. No son temas que se puedan juzgar realmente en el campo de la cr¨ªtica de arte ni encajar en la tradici¨®n pict¨®rica o ilustrativa. Con su paso a lo decorativo se han convertido en caricaturas o bibelots, apreciables s¨®lo en el terreno de la moda (el gusto circunstancial). Ni siquiera el erotismo: s¨®lo el lujo min¨²sculo y publicitario.
Cuando los prohombres del novecentismo propon¨ªan derribar el Palau de la M¨²sica Catalana -el "Palau de la Quincalleria Catalana"-, no despreciaban las grandes innovaciones arquitect¨®nicas de Dom¨¨nech i Montaner: estaban en contra del mal gusto de su excesivo programa decorativo. Podr¨ªamos decir, pues, que estaban en contra de la influencia de Mucha y su estilo ornamental, que hab¨ªa ca¨ªdo en una general depreciaci¨®n. Pero, tal como explica la misma exposici¨®n, la influencia de Mucha en Catalu?a se evidenci¨® sobre todo en el cartelismo y el elitismo publicitario, m¨¢s que en la decoraci¨®n arquitect¨®nica. El caso de Alexandre de Riquer -oportuno, aunque escaso, en la exposici¨®n- es evidente y de calidad parangonable, de manera que, refiri¨¦ndolo a un panorama general, se puede plantear una cierta clasificaci¨®n del cartelismo catal¨¢n de la ¨¦poca. Mientras prevalec¨ªa el "estilo Mucha", es decir, la l¨ªnea vienesa, subsist¨ªa en Catalu?a la herencia de los cartelistas m¨¢s pr¨®ximos a las derivaciones del impresionismo franc¨¦s y, por tanto, menos sometidos a las imposiciones decorativas. Una herencia, en definitiva, m¨¢s pict¨®rica. La l¨ªnea Toulouse-Lautrec persiste en Rusi?ol, por ejemplo, y en algunas obras de Casas, Utrillo, Gual y en aproximaciones secundarias muy numerosas, casi como un manifiesto contra el mal gusto y la superficialidad del dise?o de Mucha. En todo el modernismo se manifiesta el cruce de dos l¨ªneas de influencia que, para simplificar, podemos llamar Par¨ªs y Viena, en casi todos los campos creativos y a veces con resultados que pueden parecer contradictorios. La tradici¨®n francesa fue, pues, en la decoraci¨®n una t¨ªmida pero eficaz contrapartida al estilo de Mucha, mientras que los modelos de la sezession vienesa ser¨ªan en arquitectura las contrapartidas al formulismo franc¨¦s y el real impulso evolutivo hacia las vanguardias.
Naturalmente, la exposici¨®n de Caixaf¨°rum merece muchos m¨¢s comentarios referidos a la calidad espec¨ªfica del artista y su obra, e incluso a las derivaciones culturales hacia el dise?o gr¨¢fico, por una parte, y por otra, a las escenograf¨ªas murales de la pintura teatral de los a?os veinte y treinta, dos extremos que pueden parecer contradictorios, pero que explican las relaciones entre un incipiente gusto y un declive cultural. Incluso desde este punto de vista, la exposici¨®n tiene un grand¨ªsimo inter¨¦s.
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