Regresa el No-muerto
Me entero por la prensa de que vuelve Dr¨¢cula. Como vivimos en una ¨¦poca de secuelas, ninguna sorpresa. Aunque la familia Stoker se hab¨ªa negado a respaldar los sucesivos avatares de "su" vampiro desde el Dr¨¢cula (1931) de Tod Browning (el Nosferatu de Murnau fue rodado sin permiso de la viuda del autor, que intent¨® hacer quemar todas las copias), lo cierto es que, desde que la novela es legalmente de derecho p¨²blico, todo el mundo puede meter mano en ella. Pero se conoce que los Stoker necesitan cash, de manera que, tras dar su visto bueno a la nueva versi¨®n, han vendido los derechos en lengua inglesa (antes de estar terminada) por una cantidad cercana a las siete cifras (en d¨®lares). Su autor es Dacre Stoker, un sobrino-bisnieto del difunto Bram cuya experiencia literaria m¨¢s notable consiste en que durante un tiempo se ha encargado de entrenar al equipo ol¨ªmpico canadiense de pentatl¨®n. Dacre, que estar¨¢ "apoyado" por el guionista Ian Holt, ha decidido que su novela, ambientada ahora en el Londres eduardiano, recupere el nombre que le quiso dar su antepasado: The Undead, el No-muerto. Y ha advertido que, en vez de la pluralidad de voces y puntos de vista que caracterizaba al original, en la suya todo se contar¨¢ directamente "para hacerla m¨¢s accesible al lector de hoy". Ya veremos c¨®mo se las arregla para resucitar al vampiro: al fin y al cabo, los notables caballeros victorianos asesorados por Van Helsing lo hab¨ªan dejado (definitivamente) muerto y bien muerto en 1897.
Dr¨¢cula se ha afianzado como uno de los grandes mitos literarios de la modernidad, en un escalaf¨®n inferior a Don Quijote o Don Juan
En algo m¨¢s de un siglo, Dr¨¢cula se ha afianzado como uno de los grandes mitos literarios de la modernidad. En un escal¨®n inferior al que ocupan Don Quijote, Fausto, o Don Juan, pero no muy lejos de Robinson Crusoe, su larga sombra ha impregnado generosamente la cultura popular del siglo pasado y lo que va de este. Y, aunque el rastro del vampiro puede seguirse hasta muy lejos, formando parte del folclor y las supersticiones de pueblos muy diferentes, no fue hasta el romanticismo cuando sus rasgos adquirieron espesor literario (Polidori, Gogol, Tolst¨®i, M¨¦rim¨¦e, etc¨¦tera). Stoker, cuyo trabajo de investigaci¨®n en las leyendas y tradiciones balc¨¢nicas ha sido suficientemente documentado, le dio forma definitiva en el momento oportuno, convirtiendo a su villano en una especie de catalizador de las intensas ansiedades de la ¨¦poca victoriana, cuando las clases dirigentes sent¨ªan amenazados los tab¨²es sexuales y roles de g¨¦nero tradicionales y crec¨ªa la angustia ante la "degeneraci¨®n" que traer¨ªa la mezcla con las razas "inferiores" del Imperio y el recelo frente a una clase obrera cada vez m¨¢s organizada. Parafraseando el diagn¨®stico acu?ado medio siglo antes por Karl Marx -otro muerto, por cierto, que tambi¨¦n est¨¢ de vuelta- los contempor¨¢neos de Stoker sent¨ªan que todo lo s¨®lido se desvanec¨ªa en el aire, que todo lo sagrado estaba siendo profanado.
Dr¨¢cula, un cad¨¢ver reanimado cuyo prop¨®sito es destruir a los vivos absorbiendo su fuerza vital, es en s¨ª mismo el m¨¢s desconcertante ox¨ªmoron: muerto-viviente, su sed de sangre que da vida eterna (una evidente inversi¨®n del momento trascendental de la narraci¨®n cristiana), su capacidad de transformarse adoptando las formas que m¨¢s le convengan en cada momento, sus oscuros aliados (lobo, rata, loco), su fuerza brutal y, sobre todo, su extraordinario poder de seducci¨®n, lo hacen particularmente peligroso, especialmente en aquellas ¨¦pocas en las que los a¨²n vivos se sienten m¨¢s vulnerables. Regresa el padre de todos los vampiros, el mismo agente apocal¨ªptico que fascin¨® a los lectores en la bisagra de los dos siglos y que, como ya hizo el Dr¨¢cula cinematogr¨¢fico de Browning tras el crash de 1929, acude puntualmente a su cita con las ansiedades y angustias de una nueva generaci¨®n. Y, ojo, que muerde.
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