Un Booker sin mucho brillo
El indio Aravind Adiga gana el premio literario m¨¢s importante en habla inglesa
El retrato sat¨ªrico de la India moderna que Aravind Adiga traza en The white tiger se alz¨® anoche con el Man Booker Prize, el principal galard¨®n en lengua inglesa y uno de los m¨¢s prestigiosos del planeta. Con la narraci¨®n en primera persona de un empresario hind¨² salido de la nada, el escritor indio ha querido combatir "el inter¨¦s en perpetuar una visi¨®n rom¨¢ntica y ahist¨®rica" de su pa¨ªs de origen, esa "nueva India" que se presenta abierta ante el progreso social, pero que sigue discriminando a musulmanes y mujeres.
A sus 34 a?os, Adiga era el m¨¢s joven de los seis finalistas que concurr¨ªan al premio -cinco hombres y una mujer-, integrantes de una lista que hab¨ªa sido acogida con frialdad por parte de la cr¨ªtica. En las horas previas al anuncio, la liza se presentaba sin un n¨ªtido ganador, si bien las casas de apuestas se divid¨ªan entre el autor finalmente premiado y el australiano Steve Toltz, quien firma la divertida historia de una familia disfuncional en A fraction of the whole. Completaban la propuesta del Booker la novela l¨ªrica irlandesa The secret scripture, de Sebastian Barry, la cr¨®nica de dos familias inglesas en la era Thatcher, obra de Philip Hensher, y la primera entrega de una trilog¨ªa con el trasfondo del comercio del opio en el siglo XIX (Sea of Poppies), junto al Londres multicultural de The clothes on their backs, cuya autora, Linda Grant, es la que part¨ªa con menos n¨²meros para hacerse con el premio.
Entre los finalistas se echa de menos a Salman Rushdie y a Joseph O'Neill
La presente edici¨®n del Booker se ha visto animada por un enconado debate sobre la naturaleza del jurado, presidido por el ex ministro conservador Michael Portillo. Una de las integrantes del panel, la escritora Louise Doughty, se felicitaba de la ausencia en el mismo de ilustres acad¨¦micos que en anteriores ediciones, seg¨²n su parecer, se decantaron por "autores oscuros" e "intelectuales" con el objetivo de impresionar a sus colegas. Y ello en detrimento de aquellos que concitan el favor del p¨²blico.
El hecho de que su diatriba se concentrara en los acad¨¦micos del g¨¦nero masculino fue tildado de risible por John Sutherland, profesor em¨¦rito de literatura inglesa en el University College de Londres y presidente del jurado del Booker en 2005.
El criterio seguido por Doughty y sus compa?eros de jurado -una estrella de la televisi¨®n, el fundador de una cadena de librer¨ªas y el editor de la revista Granta, adem¨¢s del citado Portillo- no ha casado con los gustos de la cr¨ªtica, que ech¨® de menos a Salman Rushdie (The enchantress of Florence) y, sobre todo, a Joseph O'Neill y su Netherland. Los maliciosos apuntan a que la falta de grandes nombres persigue apuntalar como gran protagonista al propio Booker Prize, un galard¨®n con cuatro d¨¦cadas a sus espaldas y que garantiza a su titular una enorme publicidad, am¨¦n de un cheque de casi 64.000 euros.
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