La indecencia
El 14 de marzo de 1950, Milan Kundera acudi¨® hacia las cuatro de la tarde a un puesto policial de Praga para advertir de que un ex piloto y desertor del Ej¨¦rcito hab¨ªa entrado en el pa¨ªs clandestinamente y ten¨ªa previsto reunirse con una compa?era suya de la residencia de estudiantes. Kundera ten¨ªa entonces 20 a?os y hab¨ªa sido expulsado del Partido Comunista en 1948 (aunque volver¨ªa a tener carn¨¦ en 1956). Unas horas despu¨¦s de recibir el chivatazo, un grupo de agentes interceptaron cuando entraba a la residencia a Iva Militka, la amiga del escritor, y al rato detuvieron a Miroslav Dvor¨¢cek cuando la esperaba en el hall. Durante el juicio, el antiguo piloto fue tambi¨¦n acusado de colaborar con los servicios secretos de Occidente y el fiscal pidi¨® la pena de muerte. Lo condenaron a 22 a?os entre rejas y lo enviaron a trabajar a una mina de uranio. Pas¨® all¨ª 14 a?os.
Kundera, que vive alejado del mundanal ruido en Par¨ªs, reaccion¨® de inmediato para negar categ¨®ricamente haber hecho nunca nada semejante.
La historia la hab¨ªa contado el historiador Adam Hradilek en el semanario checo Respekt. En su art¨ªculo reproduc¨ªa el informe 624/1950 que hab¨ªa encontrado en los archivos del Ministerio del Interior de la antigua Checoslovaquia. Aparece all¨ª un tal Milan Kundera, "nacido el 1 de abril de 1929 en Brno". El mismo d¨ªa y en la misma ciudad donde vino al mundo el autor de La insoportable levedad del ser. Una novela donde Kundera se serv¨ªa de un m¨¦dico para denunciar el totalitarismo comunista que asol¨® su pa¨ªs entre 1948 y 1989.
Ning¨²n informe cambiar¨¢ un ¨¢pice el valor de su literatura. Las sombras han ca¨ªdo sobre su persona. Antes de dejarse llevar por la tentaci¨®n de castigar por una villan¨ªa de juventud al que termin¨® siendo un h¨¦roe de la disidencia, convendr¨ªa confirmar que las cosas ocurrieron as¨ª: se sabe mucho de la turbiedad de las polic¨ªas secretas comunistas, y que la denuncia fuera falsa no ser¨ªa ning¨²n disparate. Si finalmente fuera cierta, la villan¨ªa es una villan¨ªa. De nada sirven las in¨²tiles f¨®rmulas de "todos hicimos lo mismo" o de que "fueron pecados de juventud". Los reg¨ªmenes totalitarios todo lo contaminan con su abyecci¨®n, pero en ellos siempre hubo personas decentes. Y un chivatazo es siempre indecente.
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