Comulgar en Pina
Hay dos maneras de acercarse a una obra de Pina Bausch (Solingen, 1940): como fiel p¨²blico admirador, predispuesto a la emoci¨®n, o (y no por el contrario) al encuentro del espect¨¢culo en s¨ª; las percepciones pueden resultar hasta antag¨®nicas.
Vollmond (Luna llena) es una obra a todas luces menor, con un segundo acto mejor que el primero y donde, aun en el terreno reconocible del estilo de la creadora alemana, se percibe un agotamiento, cierto manierismo de recursos a los que acude sistem¨¢tica y reiterativamente; desde el agua (en l¨¢mina o cascada) hasta el encadenamiento aparentemente espont¨¢neo de gags generados en la sala de ensayos por los materiales de los propios bailarines, esta vez agotadores y muchas veces sin justificaci¨®n imbricada dentro del todo teatral.
'VOLLMOND'
Direcci¨®n y coreograf¨ªa: Pina Bausch. Escenograf¨ªa: Peter Pabst. Vestuario: Marion Cito. Colaboraci¨®n musical: Matthias Birkert y Andreas Eisenschneider. M¨²sica: Amon Tobin, Alexander Balanescu, Ren¨¦ Aubric, Tom Waits y otros.
Festival de Oto?o. Auditorio San Lorenzo de El Escorial. 17 de octubre.
No es hasta la segunda parte cuando surge la gran dama del drama, donde los trajes de Cito se ponen negros y serios. La textura del movimiento se hace m¨¢s densa tambi¨¦n, busca ahondar en la m¨¦dula tardo-expresionista que es la g¨¦nesis est¨¦tica de esta core¨®grafa y tanto en solos como en la danza grupal final, reaparece su mejor cor¨¦utica.
Presencias imprescindibles dan empaque y poso a la acci¨®n: Nazareth Panadero, Dominique Mercy, curiosamente, ¨²nicos supervivientes esc¨¦nicos de la primera hornada, y en muchos sentidos, herederos c¨®mplices de esa forja de alto sentido teatral. La idea ciertamente l¨ªrico-rom¨¢ntica de que la luna llena libera, perturba y enloquece, da pauta a esos comportamientos que enajenan cordura y la sustituyen por un ilusorio desenfado hasta un baile tangente a lo cat¨¢rtico. Hay fragmentos de danza excepcionales: el solo inicial masculino y su r¨¦plica por el mismo artista bajo la densa lluvia final, donde se gestiona, probablemente, un tejido circular, pues tambi¨¦n regresan en r¨¢pidos flash-back articulaciones de la primera parte. En esas miniaturas de acci¨®n la mujer es casi siempre objeto y protagonista, demostrando otra vez una antigua (y dir¨ªase que constante) preocupaci¨®n de la creadora. La potente escenograf¨ªa de Pabst (casi un paisaje de Cranach o Durero) tambi¨¦n incide en las obsesiones bauschianas, mientras la banda sonora usa de insistentes loops que cumplen a la idea po¨¦tica de una obsesi¨®n sin l¨ªmites.
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