F¨¢bula
Era un pueblo tranquilo, feliz y muy pr¨®spero. Los ni?os jugaban en la calle y sus gritos eran un paisaje sonoro similar a un fondo de golondrinas. Los vecinos nunca se alteraban cuando ve¨ªan correr a un ni?o y tampoco si lo hac¨ªa un chaval o alg¨²n joven deportista; en cambio, un d¨ªa se sorprendieron al ver que un hombre muy mayor cruz¨® la plaza a la m¨¢xima velocidad que le permit¨ªan sus a?os. Nadie supo por qu¨¦ lo hizo. Es un loco, dijeron algunos, pero esa misma ma?ana en aquel pueblo pr¨®spero y tranquilo empez¨® a cundir la alarma cuando se vio correr al m¨¦dico forense con un malet¨ªn en la mano. Y eso fue s¨®lo el principio, porque al m¨¦dico forense le sigui¨® el cura dando grandes zancadas por otra acera con el vi¨¢tico. Al o¨ªr por la ventana un bullicio creciente el director de la Caja de Ahorros abandon¨® el despacho, sali¨® a la calle y pregunt¨® a la gente qu¨¦ desgracia hab¨ªa sucedido. Nadie sab¨ªa nada. A continuaci¨®n llegaron al pueblo varias ambulancias y algunos coches de bomberos con todas las sirenas sonando. No se hab¨ªa o¨ªdo ninguna explosi¨®n, nadie ve¨ªa fuego por ninguna parte, todos los habitantes de aquel pueblo parec¨ªan estar sanos y salvos, pero probablemente hab¨ªa sido algo muy grave. La confusi¨®n fue en aumento cuando los vecinos comprobaron que el m¨¦dico corr¨ªa en una direcci¨®n y el cura lo hac¨ªa en la contraria, los bomberos iban hacia el este y las ambulancias se dirig¨ªan hacia el oeste. Nadie supo a qu¨¦ atenerse hasta que el m¨¦dico, el cura, los bomberos y las ambulancias, perdidos por las calles, confluyeron finalmente ante la Caja de Ahorros y al ver tal despliegue el director instintivamente cerr¨® las puertas y este acto irreflexivo desat¨® el nerviosismo en la gente. Alguien grit¨® que estaba en peligro su dinero y al o¨ªr este terrible augurio el p¨²blico, lleno de p¨¢nico, derrib¨® las puertas, asalt¨® el banco, destrip¨® la caja fuerte y destruy¨® a zarpazos todo el dinero por miedo a perderlo. Al terminar el asalto, la gente se sorprendi¨® al comprobar que la calle se hallaba muy tranquila. Se o¨ªa el martillo del herrero y la flauta del afilador. El m¨¦dico estaba en la consulta, el cura en la iglesia, las ambulancias y los bomberos en las cocheras. En la calle s¨®lo corr¨ªa un ni?o huyendo.
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