Lo recuerda bien
Se encontraba en el barrio marinero de Matar¨® jugando al lado de las barcas de Bou en una ma?ana de 1929 cuando oy¨® un ruido estremecedor, sus ojos pueriles se abrieron grandes para observar aquel artefacto gigantesco que sobrevolaba el cielo; entonces, su hermana le tir¨® del brazo para cruzar la v¨ªa del tren y mirar con asombro el Graf Zeppelin que pasaba rumbo a la ciudad condal con motivo de la Exposici¨®n Internacional de Barcelona. Lo recuerda bien, aunque Enric Gassol s¨®lo ten¨ªa dos a?os de edad, suficientes para arrebatar aquella imagen con la misma fuerza que un ni?o sujeta un globo para que no escape.
Durante su ni?ez, se acostumbr¨® a mirar al cielo, quiz¨¢ porque de ah¨ª proven¨ªan los milagros; el segundo fue en 1935, cuando vio aterrizar el primer avi¨®n que descend¨ªa en el aeropuerto de Reus, su ciudad natal, donde hab¨ªa nacido en el a?o de 1927 en el barrio de pescadores. "Fue ins¨®lito, ¨¦ramos muchas las personas que fuimos caminando al aer¨®dromo para presenciar ese acontecimiento", explica Gassol, a quien la Guerra Civil le cogi¨® por sorpresa cuando apenas ten¨ªa nueve a?os y, desde ese momento, dej¨® de mirar al cielo en b¨²squeda de dirigibles en forma de puro, pues lo ¨²nico que aparec¨ªa eran bombas sobre los habitantes de Reus, una de las poblaciones m¨¢s castigadas por la guerra. "El Ej¨¦rcito Nacional bombardeaba tenazmente la ciudad porque ah¨ª se encontraba uno de los tres aer¨®dromos convertidos en bases militares y dejaban las pistas llenas de agujeros para que no pudieran aterrizar los cazas rusos, llamados moscas".
A sus 82 a?os, Enric Gassol recuerda aquel a?o de 1929 cuando el Graf Zeppelin deslumbr¨® Barcelona
Aprendi¨® a correr fuerte cada vez que las sirenas sonaban y ten¨ªa que marchar junto con su familia a las mas¨ªas cercanas a Reus convertidas en refugios. "En una ocasi¨®n, el viento que provocaba el impacto de las bombas, nos avent¨® a m¨ª y a mi hermana hasta el s¨®tano del refugio sin pisar las escaleras y, cuando logr¨¢bamos salir, ve¨ªamos muertos tirados por todo el suelo; hab¨ªa muchas mujeres y ni?os. Despu¨¦s nos refugiamos en Benissanet, pero en 1938 las fuerzas de Franco hab¨ªan tomado el Ebro y tuvo que ir mi padre a rescatarme".
Los pocos sabores suaves que palade¨® durante la guerra eran los de las avellanas que le mitigaron el hambre, entonces echaba de menos las patatas que tantas veces despreci¨® antes de estallar el conflicto. "Mi padre me dec¨ªa que Francesc Maci¨¤ deseaba que todo catal¨¢n tuviera derecho a tener su casita y su huerto. As¨ª que, para convencerme de comer las patatas, me inventaba que aqu¨¦llas eran del huerto de Maci¨¤ y yo me las com¨ªa sin titubear".
El padre del entonces ni?o Gassol, era Enric Gassol Crusat, un m¨²sico de izquierdas enamorado de su oboe que sol¨ªa ganarse la vida como cajista impresor, hac¨ªa suplencias en el Liceo y tocaba en la banda municipal de Reus y Matar¨®. Una vez terminada la Guerra Civil, fue denunciado por desafecci¨®n al r¨¦gimen y recluido en 1940 en los campos de concentraci¨®n de Reus y Caldes de Malavella. Al ser liberado, dos a?os m¨¢s tarde, conoci¨® al famoso director austriaco Arthur Kaps, quien le incorpor¨® a Los Vieneses y en 1946 hizo d¨²o junto con Vicen? Montoliu, padre del legendario pianista de jazz Tete Montoliu, en el espect¨¢culo So?ando con M¨²sica que se presentaba en el antiguo teatro Espa?ol. "Eran a¨²n tiempos dif¨ªciles y cuando termin¨® la Segunda Guerra Mundial, mi padre me cont¨® que dos coristas austriacas de Los Vieneses se suicidaron porque eran esp¨ªas nazis".
A sus 82 a?os de edad, Enric Gassol recuerda bien cada a?o de su vida, especialmente aqu¨¦l de 1929 cuando el Graf Zeppelin deslumbr¨® Barcelona, primero el 16 de mayo y despu¨¦s un 23 de octubre, cuando, tambi¨¦n, se desplomaban las econom¨ªas del mundo.
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