Educaci¨®n para el segregacionismo
El comienzo del curso acad¨¦mico parece un momento apropiado para reflexionar sobre los problemas de la ense?anza en Espa?a, que son muchos y variados como sucede en todas partes. Pero a juzgar por nuestros debates pol¨ªticos, se dir¨ªa que la agenda p¨²blica de la educaci¨®n se reduce a tres puntos fundamentales.
Ante todo aparece la objeci¨®n de conciencia de los cat¨®licos a la nueva asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa: un falso problema, manipulado por el obispado y la derecha integrista para exacerbar el clima de crispaci¨®n con su cruzada antilaicista, en el que aqu¨ª no voy a entrar.
Mayor inter¨¦s encierra el debate sobre la calidad de nuestra ense?anza secundaria, en cuya discusi¨®n se esgrimen las cifras comparadas que suministran los organismos internacionales. Pero en este campo todo es relativo, y no parece que tengamos derecho a flagelarnos demasiado, pues estamos dentro del mismo mont¨®n de median¨ªa que casi todos los dem¨¢s, seg¨²n ha demostrado en su an¨¢lisis de los Informes PISA Julio Caraba?a, a cuya autoridad me remito. En todo caso, lo m¨¢s grave parece el estado no de los institutos sino de la formaci¨®n profesional (FP), a juzgar por las recientes cifras de la OCDE que nos colocan a la cola de todos con Portugal. Y digo que este problema debe de ser grave porque el ministerio del ramo se dispone a maquillar los datos propiciando una reforma cosm¨¦tica que conceda el t¨ªtulo de FP2 a quien acredite tres a?os de oficio: una acreditaci¨®n de ejercicio bastante m¨¢s permisiva que la exigida para los profesores universitarios, a quienes se nos requieren cuatro sexenios de investigaci¨®n selectiva para reconocernos como catedr¨¢ticos.
Nuestro sistema educativo est¨¢ dividido por barreras de clase, no de religi¨®n ni ¨¦tnicas
Las familias env¨ªan a sus hijos a la concertada por arribismo social
Finalmente, la tercera cuesti¨®n a debate en la agenda educativa es la privatizaci¨®n de la ense?anza p¨²blica en beneficio de la ense?anza concertada (centros privados financiados por el Estado), en su gran mayor¨ªa de confesi¨®n cat¨®lica. Y en este punto s¨ª merece la pena entrar a discutir. Ante todo he de aclarar que si la calidad educativa es homog¨¦nea, la titularidad p¨²blica o privada de los centros que la imparten no deber¨ªa ser motivo de discusi¨®n: gato blanco o gato negro, lo importante es que adiestre ratones. Pero claro est¨¢, el problema reside no en la titularidad sino en la religi¨®n: en la confesionalidad o laicismo del centro de ense?anza, que es la verdadera frontera que separa la red privada de la p¨²blica, aunque ambas se financien en parecida medida con cargo al contribuyente. Y el caso es que, en Espa?a, en paralelo al avance imparable del proceso de secularizaci¨®n (pues la pr¨¢ctica religiosa de todos los espa?oles est¨¢ descendiendo a gran velocidad),se est¨¢ produciendo un fort¨ªsimo trasvase de alumnos desde la ense?anza p¨²blica no confesional hacia la ense?anza privada y concertada de confesi¨®n cat¨®lica, hasta el punto de que ya somos el pa¨ªs europeo (tras el pilarismo flamenco) con mayor proporci¨®n de alumnos (en torno al 40%) en centros confesionales. Y lo m¨¢s significativo es que la tendencia est¨¢ en alza: hay una demanda creciente de ense?anza concertada mientras en cambio desciende la demanda de ense?anza p¨²blica. Por eso el nuevo partido socialista madrile?o ha declinado su anterior apoyo program¨¢tico a la escuela p¨²blica para prest¨¢rselo ahora a los centros concertados. Todo ello, insisto, mientras los espa?oles se est¨¢n secularizando en todo lo dem¨¢s a marchas forzadas. ?C¨®mo explicar tama?a contradicci¨®n?
Una primera raz¨®n inmediata, aunque quiz¨¢ peque de simplista, es por supuesto el incremento de la inmigraci¨®n. Ante la proliferaci¨®n de minor¨ªas ¨¦tnicas que pueblan nuestras escuelas, las familias de clase media y baja prefieren que sus hijos emigren a los colegios concertados, que dada su confesionalidad cat¨®lica suelen ser ¨¦tnicamente limpios por razones religiosas. Y en cuanto los primeros ni?os aut¨®ctonos emigran a la ense?anza concertada, la estatal se va convirtiendo cada nuevo curso en un poco m¨¢s multicultural, por lo que los ni?os espa?oles todav¨ªa propenden m¨¢s a huir de ella realimentando en consecuencia la segregaci¨®n escolar entre las dos redes p¨²blica y privada: tonto el ¨²ltimo que se vaya. Y lo de tonto tiene una cierta explicaci¨®n l¨®gica, pues al concentrarse los inmigrantes en la ense?anza p¨²blica, su rendimiento educativo declina, ya que seg¨²n sabemos por los Informes PISA, la capacidad de aprendizaje depende absolutamente del nivel cultural de la familia de origen, mucho m¨¢s bajo entre los inmigrantes. Esto genera un c¨ªrculo vicioso a modo de pescadilla que se muerde la cola, pues si las familias m¨¢s cultas desertan de la ense?anza p¨²blica, ¨¦sta deval¨²a indefectiblemente su nivel de calidad educativa. As¨ª se declara una epidemia de segregacionismo educativo que contagia a todas las familias espa?olas una preferencia revelada por la ense?anza discriminatoria.
?Hasta qu¨¦ punto esta pauta segregacionista debe ser atribuida a la discriminaci¨®n racial? Es verdad que hay m¨¢s racismo del que se confiesa en p¨²blico, pero probablemente la explicaci¨®n m¨¢s veros¨ªmil no es el prejuicio racial, sino el simple clasismo social. Si las familias espa?olas sacan a sus hijos de la ense?anza p¨²blica no es para evitarles el contagio racial o religioso de gitanos, negros o moros, sino para seleccionarles las amistades peligrosas y relacionarles con compa?eros de mejor extracci¨®n social. Es decir, env¨ªan a sus hijos a la escuela concertada por puro arribismo social, a ver si as¨ª se hacen amigos m¨¢s selectos y distinguidos, potencialmente predestinados a formar parte de las ¨¦lites sociales. Es el caso del famoso Colegio del Pilar, vivero madrile?o de ministros, ejecutivos y dirigentes. Lo cual demuestra que a las familias espa?olas no les interesa tanto el capital humano que se adquiere en las aulas (ense?anza de calidad), comparativamente superior en los institutos estatales, sino el capital social que se adquiere en el patio del colegio privado (relaciones de compa?erismo, amistad e influencia), cuyo valor de mercado depende del origen familiar y la extracci¨®n social.
La consecuencia es que nuestro sistema educativo queda segregado en dos redes separadas por barreras de clase, m¨¢s que por confesi¨®n religiosa u origen ¨¦tnico. Lo cual bloquea la principal funci¨®n del sistema educativo, que es garantizar la igualdad de oportunidades entre todos los alumnos sea cual fuere su origen social, racial o religioso. Y as¨ª se genera un nuevo c¨ªrculo vicioso, pues si las familias espa?olas demandan una ense?anza de clase con preferencia sobre la ense?anza de calidad, no lo hacen s¨®lo por miope arribismo sino porque adivinan que es la mejor opci¨®n para favorecer la futura integraci¨®n de sus hijos, ya que han aprendido a desconfiar del rendimiento del sistema meritocr¨¢tico. Saben por experiencia que en nuestra sociedad los hijos que mejor se colocan como adultos no son los buenos estudiantes, sino los que est¨¢n mejor relacionados a trav¨¦s de su red de amistad e influencia, incluyendo su posible emparejamiento matrimonial. Lo vemos todos los d¨ªas con las dificultades de los mileuristas: los alumnos excelentes, mejor formados y m¨¢s dotados de capital humano, que no por eso logran adquirir una posici¨®n social comparable a la de sus padres. De ah¨ª que los j¨®venes espa?oles comiencen a desertar de una Universidad que ya no les garantiza igualdad de oportunidades para el ascenso social.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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